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La Xunta minimiza el destrozo de un tractor en un petroglifo de la “Altamira gallega”

Petroglifo de Laxe dos Carballos

Marcos Pérez Pena

Cuando en julio de 2011 Alberto Núñez Feijoo y el entonces conselleiro de Cultura, Roberto Varela, inauguraron el Parque Arqueológico de Campo Lameiro, destacaron que el espacio estaba llamado a convertirse en una de las referencias internacionales del arte rupestre, un reclamo turístico en el que se invirtieron case 11 millones de euros y que incluso fue calificado por los responsables del Gobierno gallego como “la Altamira gallega” o como el “Pórtico de la Gloria del arte Rupestre”. Sin embargo, la gestión de la Consellaría de Cultura desde entonces se ha quedado muy lejos de esas elevadas palabras.

A mediados de enero se hizo público, con gran escándalo, que durante los trabajos de limpieza del espacio un tractor con cadenas de metal había pasado por encima de uno de los petroglifos prehistóricos. Ya en ese momento los responsables del parque minimizaron los daños, señalando que se había producido una “afección puntual en la parte superior”, una “alteración de la pátina superficial, así como el desprendimiento de tres pequeños clastos y cuatro líneas rayadas”. Este miércoles, en el Parlamento, ante las preguntas de PSdeG-PSOE y BNG, el secretario general de Cultura, Anxo Lorenzo, volvió a rechazar las críticas, afirmando que el daño fue “pequeño”, incluso “casi imperceptible”. “Fue un incidente puntual con alcance de prácticamente nula relevancia”, dijo Lorenzo, que sí reconoció que además de la afección en la parte superior ya señalada, otro motivo de menor tamaño, “que no se ve a simple vista”, también resultó afectado. El diputado popular Agustín Baamonde repitió la versión oficial, declarando que “no hay lugar para el alarmismo; fue un acontecimiento excepcional”.

La visión de las fuerzas de la oposición es muy distinta. El socialista Francisco Caamaño criticó la “dejadez” del gobierno gallego en la defensa del patrimonio megalítico, así como el “poco rigor” en la inspección y vigilancia de las concesionarias, y bromeó con que el secretario general había reconocido “que el protocolo fue incumplido, pero poquito”. Caamaño criticó las “políticas evasivas del avestruz, escondiendo la cabeza bajo tierra” y exigió que se abra un expediente sancionador: “para eso están las leyes, y no para proteger a las empresas con las que la Xunta, sin que sepamos por qué, quiere tener una particular consideración”, dijo. Por el BNG, Ana Pontón señaló que las palabras de Lorenzo “implican reconocer con la boca pequeña que solo se actuó ante la presión mediática y las denuncias”.

Además, Anxo Lorenzo se negó a responder a las preguntas de los grupos de la oposición sobre si la empresa concesionaria de la gestión del parque iba a ser sancionada. Espiral Gestión Cultural es una empresa creada ex professo, dirigida por Jorge Sayáns (hijo del alcalde popular de la localidad, en el poder desde hace 32 años) y que se hizo con el contrato sin concurso público, una vez que la primera concesionaria quebró después de un año de actividad. Posteriormente también se hizo cargo del parque de la cultura castreña de San Cibrán de Las, recibiendo 1,1 millones de euros de dinero público. El protocolo de limpieza que la concesionaria debe cumplir especifica que el entorno de los petroglifos debe limpiarse a mano, nunca con una máquina y mucho menos con un tractor. La Xunta reconoció este incumplimiento el mes pasado, pero en las últimas semanas rechazó confirmar si iba a aplicar algún tipo de sanción. Este miércoles en el Parlamento, Lorenzo volvió a eludir la cuestión.

La gestión de esta empresa ha sido muy criticada. Hace unas semanas los diputados de AGE Xabier Ron y Ramón Vázquez denunciaron que Espiral Gestión Cultural “no solo estropea petroglifos y asiste inmóvil al deterioro de instalaciones pagadas por toda la ciudadanía, sino que sobredimensiona la asistencia de gente y maquilla los datos económicos, carece de libro de reclamaciones y de registro de incidentes y ni siquiera está dotada del personal adecuado ni de las condiciones laborales idóneas”. AGE exigió una auditoría de la gestión del Parque Arqueológico de Campo Lameiro, como primer paso hacia el “funcionamiento plenamente público” de las instalaciones.

Este miércoles Francisco Caamaño responsabilizó de la situación a la “drástica e inexplicable reducción de las partidas dedicadas a la protección y conservación del patrimonio cultural, mientras el gobierno gallego destina los escasos recursos a apoyar inversiones en bienes que mayoritariamente pertenecen a la Iglesia católica”. Para Caamaño, “la que según Feijóo iba a ser la Altamira gallega es hoy un paraje de caminos intransitables, con una dirección general de Patrimonio que no conoce ni las manifestaciones de arte presentes en la zona y gestionada por una empresa irresponsable. No es Altamira, es un parque abandonado”.

El objetivo de la Xunta para que esta Altamira gallega fuera “sostenible” era que recibiera entre 60 mil y 80 mil visitantes anuales; sin embargo, en los tres primeros años de actividad del Parque, las cifras están muy lejos de ese umbral, rondando los 20 mil, la mayor parte gracias a las visitas de los centros de enseñanza. También parecen lejos los objetivos señalados por el alcalde de Campo Lameiro, que calificó el espacio como “una oportunidad de futuro” para la localidad y que señaló que aspiraba a conseguir “el reconocimiento de los petroglifos como patrimonio de la humanidad”.

Su deficiente estado de conservación, así como la paralización del proyecto para crear en el lugar un centro de investigación y documentación sobre petroglifos, complican mucho las ambiciosas metas fijadas. Hace cuatro años, cuando Núñez Feijoo inauguró con gran postín el Parque Arqueológico, destacó que Campo Lameiro era un ejemplo de que “Galicia sabe cuidar sus herencias, enriquecerlas y transmitirlas” y mostró su “agradecimiento” por los “hombres y mujeres anónimas que habían luchado para mantenerlas”.

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