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Por qué la ciencia está incumpliendo su promesa de resucitar al mamut

Representación artística del mamut de Colombia

Ana Martínez Aguilar

En 2013, un grupo de científicos halló en el norte de Siberia el cadáver de un mamut. Lo bautizaron como Buttercup. Los investigadores habían encontrado sangre en estado líquido dentro del animal congelado, un descubrimiento que despertó gran interés porque facilitaba una posible clonación de la especie. Sin embargo, un año más tarde, el equipo reconoció que había sido imposible obtener glóbulos rojos intactos. Una vez más, la promesa de un mamut vivo en el siglo XXI se desvaneció.

La presagios de una recuperación de esta especie, que se extinguió hace más de 3.700 años, se han ido repitiendo. Otro caso lo podemos encontrar en 2011, cuando un equipo de científicos japoneses aseguró que clonaría con éxito al lanudo animal en un plazo de cinco años. El plan era obtener ADN a partir de restos de mamut hallados en Siberia e insertarlo en huevos de elefantes africanos. El tiempo ha pasado y no lo han conseguido.

La fascinación que despierta este animal ha impulsado grandes proyectos en organizaciones privadas y universidades, a pesar de que, en la práctica, aunque se consiguiese clonar el animal, sería altamente improbable que la especie perdurase.

A diferencia de otras extinciones, en el caso de la desaparición del mamut no está definida la responsabilidad humana. Mientras hay estudios que apuntan a la caza de los hombres como culpables de su fin, otros señalan que el descenso de la temperatura provocó la destrucción de las praderas donde el animal se alimentaba, lo que redujo su población drásticamente.

Sea por la acción de nuestros antepasados o por el cambio climático, lo cierto es que el mamut desapareció hace miles de años en las regiones siberianas y que se ha convertido en uno de los símbolos de la Edad de Hielo. La mayoría lo vinculamos mentalmente al actual elefante, y quizás por ello despierta tal fascinación y son tantas las iniciativas que han tratado de resucitarlo a pesar de la complejidad técnica.

Lo cierto es que por mucha ilusión que pongan los investigadores y por mucho apoyo que reciban de los medios, estamos muy lejos de poder acariciar a uno de estos animales. “Con los conocimientos actuales es imposible”, afirma tajante Lluis Montoliu, investigador del CSIC en el Centro Nacional de Biotecnología.

A la hora de clonar un animal muerto, hay dos obstáculos principales. Primero es necesario encontrar un óvulo para insertar la célula de la muestra, y una vez superado este inconveniente, hay que transferir el embrión a una hembra de mamut. “El embrión no progresa si la especie del óvulo no es la misma”, cuenta el científico a HojaDeRouter.com.

Antes de este proceso, es necesario hallar una célula de mamut congelado que tenga su genoma intacto, pues lo usual es encontrar muestras con el ADN deteriorado por el paso del tiempo. Cuando un ser vivo fallece en un entorno tan frío como para congelarse, las bajas temperaturas ayudan a su conservación, pero no garantizan una preservación óptima que solo se puede conseguir con los sistemas de criocongelación artificiales.

En el caso improbable de que nos topemos con una célula en buen estado, la clonación se realizaría rellenando un óvulo de la misma especie con la célula adulta encontrada. Como no hay óvulos de mamut, se tiene que utilizar una especie similar, como los elefantes, lo que implica un sinfín de alteraciones genéticas que la comunidad científica no puede llevar a cabo. “Es muy fácil hablar y hay mucha gente que se ha dedicado a ello, pero los que entendemos de la técnica sabemos qué es posible y lo que no lo es, y esto no es posible”, sostiene Montoliu.

George Church, especializado en genética e investigador en la Universidad de Harvard, se muestra mucho más optimista y resalta los avances que ya se han realizado. Afirma que se ha logrado obtener una secuencia de ADN de alta calidad de antiguos mamuts y se ha sustituido el material genético del elefante asiático con los fragmentos de una muestra sintética.

Admite que faltan muchos pasos por dar, pero señala la falta de inversión como mayor impedimento. “Depende de la financiación, pero se requiere por lo menos 22 meses de gestación y un par de años para investigar”, explica.

La carrera por resucitar animales

En julio de 2003, un equipo de biólogos del Parque de Ordesa (Huesca) logró clonar al bucardo, extinto por la acción del hombre tres años antes. La cría no logró sobrevivir más que unos instantes por un problema pulmonar que no le permitía respirar, pero a pesar de su efímera vida, el acontecimiento fue un importante paso en la historia de la clonación. Once años más tarde, el mismo grupo de científicos trató sin éxito de revivir a otro ejemplar.

“Reconstruir un embrión para su clonación, en el supuesto de que se implante, no está exento de otros peligros”, nos cuenta Montoliu. “Los animales clonados tienen problemas al nacer y es frecuente que tengan problemas de salud”.

El experimento con el bucardo es difícil de comparar a una posible clonación del mamut, que se extinguió hace tanto tiempo. El grupo de investigadores españoles que recuperó la especie pudo obtener el material genético del último ejemplar vivo, conocido como Celia, antes de que muriera y se anunciara la extinción.

Entre los hitos de esta ciencia figura también el de un equipo de investigadores japoneses que logró clonar un ratón que había permanecido congelado 16 años sin crioprotectores. Sin embargo, este proyecto contó con óvulos de hembras de la misma especie, sorteando el principal obstáculo para la recuperación de animales extintos.

Aparte de los límites técnicos, hay otros factores que frenan el proceso. Eduardo Roldán Schuth, investigador en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, cuestiona la finalidad del proyecto: “Es importante preguntarse para qué, porque sino suena más a capricho o excentricidad. ¿Vamos a ponerlos en un zoológico para entretenimiento?

Roldán considera extremadamente difícil que este reto se cumpla, aunque no llega a decir que es imposible. “Las posibilidades son bastante bajas y, biológicamente, es muy difícil lo que se pretende hacer”, explica. A su juicio, no es sensato concretar una fecha. También Montoliu cuestiona a los que marcan calendarios.

Ni lustros ni décadas. Por ahora es imposible vislumbrar un futuro en que la raza humana vuelva a mirar a los ojos a un mamut.

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Las imágenes son propiedad, por orden de aparición, de Charles Robert Knight, Ghedoghedo y Jose Miguel Pintor Ortego

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