Cuando el arte está en los 'reels': “En los museos hay mucha misoginia, racismo y clasismo”
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Imaginemos a un vigilante de sala de museo. En concreto, del Museo Nacional del Prado. Estamos en el año 2013 y este vigilante, Bernardo Pajares, se plantea poner en marcha un podcast donde hablar sobre las obras de arte que le rodean en su día a día. Se le ocurre esta idea por casualidad, cuando un profesor de inglés le recomienda escuchar los podcasts de la BBC. En ese momento, busca podcasts sobre arte en español para inspirarse y se da cuenta de que, todavía, nadie ha pensado en hacerlo. Pocos años después de grabar sus primeros programas, en plena pandemia, conoce a Juanra Sanz y ambos se lanzan con su proyecto Arte compacto.
El recorrido de Miguel Ángel Cajigal Vera, también conocido como El Barroquista en las redes sociales, coincide en el tiempo: “Empecé a crear contenidos sobre arte unos años antes del confinamiento, pero, ciertamente, cuando llegó, lo aceleró todo. Hay cosas de ese momento que he dejado de hacer y que todavía la gente recuerda, como los directos en Instagram”. Sin embargo, el verdadero boom de su cuenta llegó en 2019, con el incendio de la Catedral de Notre Dame. “Fui comentando lo que sucedía en directo, intentando hacer menos catastrofismo, y llegué a tener una publicación en Twitter que llegó a los 16 millones de impresiones, cifras imposibles a día de hoy”, explica.
Según el último informe anual Lo mejor de la cultura, que elabora la Fundación Contemporánea, la cuenta de TikTok y las visitas virtuales del Museo Nacional del Prado serían el segundo proyecto más destacado en cuanto a cultura digital, justo después de la plataforma de cine en línea Filmin. Los resultados de este ranking, que proceden de un grupo de panelistas profesionales del sector, indican un importante interés hacia las novedosas estrategias por las que están apostando los museos y centros culturales.
Bajo la corriente de esta tendencia, un importante número de personas se ha lanzado a la divulgación del arte mediante las redes sociales desde diferentes disciplinas. Producen vídeos sobre las exposiciones que visitan, escriben libros, colaboran con medios de comunicación, imparten charlas y participan en coloquios, incluso hablan de su cotidianidad y sus preocupaciones personales, pero, sobre todo, manifiestan una necesidad de acercarse al arte desde otro lugar, su lugar en el mundo.
Este joven fenómeno de la divulgación del arte en las redes sociales está en el centro del ciclo Arte en pantalla de Es Baluard Museu de Palma. En este espacio de lectura y pensamiento del presente cultural, inaugurado recientemente por la historiadora del arte Eugenia Tenenbaum, también participa El Barroquista, junto a la pionera de la divulgación de contenidos de arte en Youtube Sara Rubayo y Jorge Carrión, escritor y doctor en Humanidades.
La responsable de Programas públicos del museo, Pilar Rubí, destaca que la difusión digital del arte es “un fenómeno que ayuda desde la divulgación a sumar al conocimiento de la Historia del Arte y de la función de los museos”. “El museo debe ir de la mano de esta nueva forma de exponer contenidos y no darle la espalda. No hablamos de instagramers, hablamos de personas divulgadoras que llegan a nuevos públicos, desde la proximidad de lo digital”, concluye.
El museo debe ir de la mano de esta nueva forma de exponer contenidos y no darle la espalda. No hablamos de instagramers, hablamos de personas divulgadoras que llegan a nuevos públicos, desde la proximidad de lo digital
Voces contra los relatos hegemónicos
Uno de los grandes factores del éxito de este modo de comunicar el arte está, según Tenembaum, en el modo de enfrentar los relatos históricos hegemónicos: “El discurso tradicional de los museos es personalista, subjetivo y muy situado políticamente. Cuando tienes la metodología de la Historia del Arte, puedes intentar revertir ese proceso y ofrecer el contrarrelato para decidir cuál se ajusta más a nuestras necesidades, vivencias y al lugar a través del cual nos queremos acercar a la Historia. Al final, en los museos hay mucha misoginia, racismo y clasismo”.
Desde su cuenta de Instagram, que suma casi 120 mil seguidores, Eugenia Tenembaum visibiliza la historia de diferentes mujeres que se han dedicado al arte a lo largo de la Historia y aplica una perspectiva crítica al machismo todavía presente en las exposiciones de diferentes centros de arte. Por otra parte, también comenta temas de gran actualidad, como los bombardeos de Israel en Gaza, por ejemplo, desde una postura anticolonialista a partir del trabajo de la artista Mona Hatoum.
En este sentido también se expresa El Barroquista, cuando atribuye el éxito de la divulgación digital del arte fuera de los canales tradicionales: “En los momentos en los que la gente busca información y no encuentra, busca a otros que se lo cuenten”.
Hablamos de una divulgación del arte que es innovadora no tanto por lo tecnológico, sino por su impulso transformador y su manera de situarse desde fuera de los cánones tradicionales, que conecta a las personas entre sí y que, de este modo, rompe con la dimensión unilateral de las clásicas audioguías que nos acompañan desde hace más de 50 años en los museos. De hecho, Bernardo Pajares de Arte compacto cuenta cómo, desde sus inicios como divulgador, se inspiró, de alguna manera, en una serie de audioguías en español colgadas iTunes que para él significaron “la prehistoria de los podcasts”.
Reflexiones estéticas desde la parada del autobús
Uno de los pioneros en España en trasladar esa guía auditiva al formato del vídeo es el crítico de arte Fernando Castro. “Quería continuar divirtiéndome en mi relación con el arte. Siempre he pensado que las cosas se pueden hacer aburriéndose deliberadamente o tratando de buscar un mínimo de intensidad y pasión. Mi apuesta es ese componente diferencial y divertido”, argumenta el crítico de arte.
En su canal de Youtube se alojan vídeos sobre cualquier fenómeno estético que se nos pueda ocurrir. Desde recomendaciones de libros de arte, arquitectura, música, hasta sus críticas móviles a lo que sucede en el mundo del arte, pero también aquello que excede incluso a los museos y a las galerías, por ejemplo, comentando a modo de parodia y como si fueran exposiciones temporales los carteles de una parada de autobús cerca de su casa, unas camionetas estacionadas en la Puerta del Sol de Madrid o un trozo de cartón que ha salido volando de un cubo de basura.
“De repente, puedo llegar a ver ese trozo de cartón como si fuera una pieza de arte povera, que acaba de salir del marco del cubo blanco del museo. Es una especie de ocupación de mi tiempo ocioso en la forma superior de la teoría, como decía Aristóteles, y así divertirme hablando de arte a partir de experiencias que no quieren tener ni un grado de académico, sino que son reacciones súbitas frente a los residuos metropolitanos entendidos como si se trataran de obras de arte desde una posición dadaísta”, añade.
La crítica de arte Marisol Salanova también suele lanzar, entre otros muchos contenidos, avisos en sus redes sociales sobre una exposición, de manera divulgativa, con lo que muchas veces “tiene como efecto que el espectador que está al otro lado viendo ese vídeo se motive y vaya a ver físicamente la muestra, a salir de casa, a apagar el teléfono”.
Sin embargo, el crecimiento de la divulgación del arte en las redes sociales se enfrenta a la dinámica de una serie de espacios digitales dominados por unos algoritmos que, en muchas de las ocasiones, priorizan el espectáculo sobre la reflexión y contemplación que el arte requiere. Fernando Castro defiende que “cuando ves el tiempo de visualización de los distintos videos en los canales, compruebas que la gente lo que quiere son mordiscos. Quieren clickbait y que hagas un video donde digas que Picasso no sabía pintar. Entonces tienes 30.000 reproducciones. Pero si hago uno sobre la música en la Guerra Fría, solamente tiene 300. Me parece preocupante”.
La gente lo que quiere son mordiscos. Quieren clickbait y que hagas un video donde digas que Picasso no sabía pintar. Entonces tienes 30.000 reproducciones. Pero si hago uno sobre la música en la Guerra Fría, solamente tiene 300. Me parece preocupante
Arte, miedo e incomodidad
Según los resultados de la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España, operación estadística que elabora el Ministerio de Cultura, podríamos decir que, aproximadamente, un 30% de la población compone el total de posibles visitantes a museos, centros culturales y galerías. Parece una cifra acertada, cuando sabemos que, como mínimo, el 70% de las visitas a los museos proceden del turismo. La gran pregunta que persigue desde siempre a los museos es cómo conseguir un mejor vínculo con la población local. ¿Puede ayudar la divulgación a hacer el arte más accesible o, por el contrario, es una batalla perdida?
Para Bernardo Pajares no hay duda: “Lo que nos llega de la gente que nos sigue es que les provocamos ganas de ir a los museos, visitar esa exposición o comprarse ese libro del que hablamos. Es un acercamiento distinto donde podemos hablar de manera espontánea, estableciendo otro tipo de relación con menos miedo a acercarnos al arte”.
En este sentido, Eugenia Tenembaum comparte su punto de vista desde una de sus experiencias más gratificantes como divulgadora: “Uno de los mensajes más bonitos que he recibido a lo largo de estos años, y que sigo recibiendo, es el de agradecimiento de personas que reconocen no haber estado interesadas en la Historia del Arte hasta que te empiezan a seguir”. Además, según la historiadora del arte, “a través de las redes se produce esa conversión de personas que no se sentían cómodas en los museos cuando encuentran las miradas y los lugares a través de los cuales sí quieren visitar un museo”.
Uno de los mensajes más bonitos que he recibido a lo largo de estos años, y que sigo recibiendo, es el de agradecimiento de personas que reconocen no haber estado interesadas en la Historia del Arte hasta que te empiezan a seguir
Finalmente, Salanova apunta hacia la idea de que la difusión en redes sociales “ayuda a acercar el arte a la gente”, pero esto no lo es todo. A lo largo de su trayectoria, ha podido comprobar que también se dan repercusiones positivas para los artistas emergentes que, a través de estos canales, consiguen “prescindir de intermediarios” para vender su obra a coleccionistas de manera más directa o a contactar con sus primeras galerías de arte. Además, concluye destacando que uno de los más importantes cambios que ha podido observar últimamente entre los artistas es como “algunos empiezan a tener representantes, pero que son exclusivos de redes sociales. Ya no son marchantes ni galeristas, sino representantes e influencers”.
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