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Cuando Berlanga llegó a Mallorca: 60 años del rodaje de 'El Verdugo' entre 'guiris' y represión franquista

Los actores Nino Manfredi, Emma Penella y Pepe Isbert.

Laura Jurado

Mallorca —

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A principios de abril de 1963 un curioso anuncio recorrió los diarios mallorquines. “Extras de cine. Próxima a rodarse en Palma la película El verdugo dirigida por Luis García Berlanga”. El multitudinario casting se celebraría en el antiguo Teatro Sindical, donde se seleccionaría “personal nacional y extranjero”. Faltaba menos de una semana para que desembarcara en la isla uno de los rodajes más célebres del cine español que llevó el nombre de Mallorca hasta el Festival de Venecia y que ahora cumple sesenta años. Pero también un rodaje con unos figurantes tan buenos que fueron confundidos con turistas y en el que una vecina del Paseo Marítimo estuvo a punto de acabar con una de las escenas más emblemáticas de la película. 

Madrid/Interior/Día. A una de esas promociones de vivienda aún sin nombres en las calles llega una carta del Ministerio. A José Luis, el nuevo pero poco convencido verdugo de la Diputación, “le avisan de que tiene que ir a matar a uno”, como resume su mujer. En Palma un hombre acababa de ser condenado a muerte por garrote vil. Pese a lo truculento de la misión, el destino se antojaba como perfecto para una luna de miel. “Al fin y al cabo no hemos tenido viaje de novios”, subraya Carmen. Y la pareja -interpretada por Nino Manfredi y Emma Penella- tarda poco en hacer las maletas para desembarcar en Mallorca junto a su hijo y Amadeo: el suegro y verdugo precedente, interpretado por el histórico Pepe Isbert.

Aquella sencilla línea en una carta ficticia trajo a la isla uno de los rodajes más recordados, que este 2023 cumple seis décadas. Nada era casual. “Por entonces la isla era el destino de la mayoría de parejas recién casadas”, recuerda el hijo del cineasta, José Luis García Berlanga. Pero a ojos del director, Mallorca era también el lugar perfecto en el que contraponer los dos mundos que quería retratar. “Era una punta de lanza del turismo y por ello servía para ilustrar el contraste entre la España que nace y la España atávica”, añade el investigador y fundador del Berlanga Film Museum, Rafael Maluenda. 

Cuando el verdugo y su familia desembarcan en el puerto de Palma, la cámara enfoca en un travelling un enorme cartel que anuncia el certamen de Miss Naciones Unidas. “¿No comprendes que con eso del concurso es más fácil que llegue el indulto?”, llega a decir el personaje de Isbert. Tampoco aquello era aleatorio. El certamen no sólo había existido realmente en febrero de aquel año, sino que el propio Berlanga había llegado a Mallorca para formar parte del jurado. Los reporteros le habían fotografiado tras aterrizar en el aeropuerto de Son Sant Joan con el guionista Rafael Azcona. Que su visita iba más allá de un desfile de misses resultaba obvio para todo el mundo, aunque la realidad tardó dos meses en destaparse. 

“Pese a que las escenas ambientadas en Mallorca están en la segunda parte del film fueron las primeras en filmarse”, explica el historiador y director Kepa Sojo, autor de diversos estudios sobre la película como El verdugo de Berlanga y su trascendencia en la historia del cine español. El equipo de rodaje desembarcó en la isla a principios de abril, en plena Semana Santa. De hecho, la primera claqueta estaba prevista para el Lunes de Pascua. La mayoría de técnicos procedían de la Península, pero entre los pocos locales que participaron estuvo Emilio Nares. Según la prensa era quien “manejaba los hilos” de los figurantes cinematográficos dentro del Sindicato Provincial del Espectáculo y había estado “reclutando a marchas forzadas” a los cerca de 500 extras que se necesitaron para el film antes de organizar el casting final junto a Berlanga. 

Mismas localizaciones, distinta historia

Entre el 15 y el 27 de abril las cámaras recorrieron algunos de los escenarios más conocidos de Mallorca: desde el Paseo Marítimo hasta el puerto, pasando por la zona de Can Barbará o las cuevas del Drach. “Eran las localizaciones en las que rodaban la mayoría de películas que venían a la isla porque muchas tenían tramas vinculadas con el turismo. En este caso Berlanga juega con el imaginario de Mallorca que ya existía y que representaba la imagen de España que se vendía al exterior. Pero la novedad estaba en la temática, en la historia”, asegura la investigadora mallorquina Magda Rubí.

Berlanga juega con el imaginario de Mallorca que ya existía y que representaba la imagen de España que se vendía al exterior. La novedad estaba en la temática, en la historia

Magda Rubí Investigadora

En el año 2021, cuando se cumplía el centenario del nacimiento del cineasta, el Ayuntamiento de Palma colocó una placa en la calle Portassa como recuerdo del rodaje de El verdugo. Pocos sabían que aquella escena que convirtió una casa de Can Barbará en la pensión Broseta estuvo a punto de no existir. Según el diario Baleares se trataba de la misma vivienda en la que un año antes se habían filmado algunas escenas de Bahía de Palma y la propietaria no quería “ni oír hablar de películas” porque había salido “escarmentada” del proyecto anterior. 

Sin embargo, una de las escenas que más anécdotas y dificultades generaron fue la filmada en el interior de las cuevas del Drach. Ésa en la que José Luis -a quien Berlanga había bautizado así con la esperanza de que le interpretara José Luis López Vázquez- es buscado por la Guardia Civil porque ha llegado la hora de la ejecución.

“A nivel técnico fue una de las más complicadas hasta que Tonino Delli Colli, el director de fotografía, consiguió la iluminación que quería para las cuevas”, detalla Sojo. El rodaje se realizó durante dos noches aprovechando las horas de cierre a las visitas y, según el actor Joan Ferrer -que interpretó al guardia civil y al que el director mallorquín Toni Bestard retrató en el cortometraje El anónimo Caronte-, hasta diez autocares salieron desde Palma para trasladar al equipo a la localización. Buena parte eran figurantes que interpretarían a los turistas que rodean a la pareja protagonista. Algunos eran en realidad mallorquines tan bien caracterizados “que con eso del lío de los preparativos y de los nervios” alguien del equipo técnico les tomó por auténticos guiris y les pidió en varios idiomas que se apartaran y no entorpecieran la filmación. “¡Pero si nosotros somos de la película!”, respondieron según las crónicas. 

Diez autocares salieron desde Palma para grabar en las cuevas del Drach. Buena parte eran figurantes que hacían de turistas. Algunos eran mallorquines tan bien caracterizados que alguien del equipo les tomó por guiris y les pidió que no molestaran

Según Kepa Sojo, después del importante desarrollo del cine de estudio que se había dado en España en los años 40, en las décadas de los 50 y los 60 “se puso de moda rodar en las calles como influencia del neorrealismo italiano”. “Y Berlanga fue uno de los directores que más importancia dio a los rodajes en exteriores”, añade. En El verdugo las escenas de Madrid representaban principalmente el lado gris de la historia –“las casas en sótanos, las escenas relacionadas con la muerte, etc.”- y Mallorca era “la luz, el concurso de misses, la charanga, la zarzuela de mariscos y los turistas”. 

Sin embargo, en la isla el rodaje también llegó a algunos interiores. En la antigua sede de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Baleares de la calle Ramon Llull se ubicaron las oficinas del Ministerio de Justicia a las que llega José Luis vestido a la Federica para reclamar su sueldo después de organizar el entierro de un muerto “de primera categoría”. Al otro lado de la ventanilla, el ventrílocuo catalán Enrique Tusquets -que estaba afincado en la isla- hacía las veces de malhumorado oficinista. 

Entre Pilar Prades y Pedro Tudurí

A finales de abril el equipo regresó a Madrid para continuar el rodaje durante cerca de un mes y medio. En la capital Berlanga rodaría la célebre escena donde verdugo y condenado se encuentran en la cárcel antes de la ejecución. “Intentaron filmarla en la prisión de Carabanchel, pero no les dieron permiso y tuvieron que recrearla en los estudios Cea”, repasa Kepa Sojo.

Berlanga explicó en diversas ocasiones que en aquella escena había estado el origen de toda la película. “Decía que un amigo suyo abogado le había contado que en la ejecución de Pilar Prades, la envenenadora de Valencia, tanto ella como el verdugo habían tenido que ser asistidos. Se imaginó ese momento, esa imagen, y a partir de ahí construyó toda la historia”, rememora el hijo del cineasta. 

Decía que un amigo suyo abogado le había contado que en la ejecución de Pilar Prades, la envenenadora de Valencia, tanto ella como el verdugo habían tenido que ser asistidos. Se imaginó ese momento, esa imagen, y a partir de ahí construyó toda la historia

José Luis García Berlanga Hijo del cineasta

Aquel verdugo fue Antonio López Sierra. Sin embargo, hay quien también ha querido ver en El verdugo el viaje que Florencio Fuentes Estebánez hizo a Mallorca en 1951 para ejecutar al menorquín Pedro Tudurí, condenado a muerte por un asesinato que cometió junto a otros dos homicidios entre 1945 y 1947. 

La gran esperanza blanca de la isla

Que Berlanga hubiera elegido Mallorca para su rodaje no era algo novedoso. Según Rubí, desde mediados de los años 50, y sobre todo a principios de los 60, los rodajes en la isla fueron “constantes”. Tanto que los propios mallorquines acabaron por acostumbrarse y la “gran expectación” callejera de los primeros años acabó por extinguirse. “Al principio incluso se tenía que controlar a los curiosos para que no interfirieran”, afirma. 

Para cuando llegó Berlanga, aquel interés prácticamente se había desvanecido. “Lo realmente curioso del caso es que apenas había los clásicos ‘mirones’, ociosos y curiosos que sólo hacen estorbar en estos casos”, describía un periodista del diario Baleares. Aquel cambio tampoco pasó desapercibido para el propio equipo de la película. El ayudante de dirección aseguraba que los mallorquines eran “el mejor público de España para asuntos de rodaje”: “Se conoce que ya han visto hacer aquí muchas películas o que ya no les asombra nada”. 

Sin embargo, la llegada de Berlanga no era una más. “Hasta entonces las producciones que habían venido a Mallorca habían pasado sin pena ni gloria. En ‘Jack el Negro’ se depositaron muchas esperanzas y fue un fracaso. Y ‘Bahía de Palma’, que se había filmado sólo un año antes, tampoco había sido de gran calidad”, asegura la investigadora. “Cuantas películas han sido realizadas aquí no han pasado de mediocres sin contar las francamente malas”, aseguraban en el Baleares.  

De Venecia al ostracismo

Aquella esperanza tardó poco en materializarse. Para cuando El verdugo finalizó su rodaje en Mallorca, la prensa palmesana ya recogía que se estrenaría en el Festival de Venecia. “Y esto ya son palabras mayores”, decían las crónicas. 

Pero tres sucesos empañaron aquel estreno: el primero, la ejecución del político comunista Julián Grimau en pleno rodaje. A esta le siguieron las de los anarquistas Francisco Granados y Julián Delgado en agosto de 1963. Para cuando la película llegó a Venecia, todo el mundo sabía que su historia giraba en torno a la pena de muerte y el entonces embajador de España en Roma, Alfredo Sánchez Bella, pidió ver el film antes de la proyección oficial. 

Las consecuencias del pase también fueron múltiples: Berlanga ganó el Premio de la Crítica, un grupo de anarquistas italianos se manifestó a las puertas de la sala para protestar contra las ejecuciones ocurridas en España y Sánchez Bella, por su parte, escribió una carta al ministro de Exteriores que derivó en todo un cónclave en Madrid en el que, al parecer, Franco pronunció su célebre frase: “Berlanga no es comunista, Berlanga es un mal español”.

La que hoy es considerada una de las mejores películas del cine español tuvo entonces efectos muy negativos. El verdugo consiguió estrenarse en salas pese a las “presiones de las autoridades a los exhibidores”, según denuncia Sojo. Pese a ello, el film continuó su recorrido internacional y logró premios en otros países como Francia o la entonces Unión Soviética. 

La que hoy es considerada una de las mejores películas del cine español tuvo entonces efectos muy negativos. El verdugo consiguió estrenarse en salas pese a las 'presiones de las autoridades a los exhibidores'

Las secuelas alcanzaron también al propio Berlanga. “Durante mucho tiempo no pudo levantar ninguna otra película. De hecho, algunas productoras ni siquiera se atrevían a presentar sus proyectos porque estaban convencidas de que los iban a tumbar”, explica Maluenda. Kepa Sojo no duda en hablar directamente de un “veto” que hizo que tardara cuatro años en volver a dirigir con La boutique que, de hecho, se filmó en Argentina. 

La Eivissa berlanguiana que no fue

Además del rodaje de El verdugo, en el cajón de los proyectos frustrados de Berlanga había otro vinculado a Balears. De hecho, cuando llegó a la isla en febrero de 1963 no habló nunca de El verdugo: el cineasta confesó a algunos medios que, además de ser jurado de Miss Naciones Unidas, su intención era buscar localizaciones para adaptar a la gran pantalla la novela Los europeos de Rafael Azcona, quien también le había acompañado en el viaje. “Vengo con él, guionista de una futura película que muy pronto empezaré a rodar aquí”, declaró. 

Según Rafael Maluenda, Berlanga ya había querido dirigir El cochecito y El pisito, pero el director Marco Ferreri se le había adelantado en ambas ocasiones. El tercer intento fue, efectivamente, la adaptación de Los europeos, pero el proyecto tampoco cuajó. 

La novela narraba la llegada a Eivissa en el verano de 1958 de dos jóvenes procedentes de Madrid: Miguel y Antonio. El primero, con la excusa de practicar idiomas, de estudiar la arquitectura popular de la isla y con los gastos pagados por parte de su padre. El segundo, arrastrado por su amigo a unas vacaciones entre la juerga y el paraíso pero en las que una francesa, Odette, aparecerá para trastocar todo lo que creía de él mismo.

Berlanga y Azcona explicaron a los periodistas que, pese a que la historia transcurría en Eivissa, su idea era trasladar la acción a Mallorca. Cuando el cineasta regresó dos meses después, nadie volvió a hablar de Los europeos. Según la prensa, “había cambiado de idea”. “A Berlanga le encantaba la novela, pero no terminaba de ver la película. No acababa de ver las posibilidades del humor en ella, que era el prisma a través del cual él miraba el mundo”, explica Maluenda. 

Cuatro décadas después, concretamente en 2019, fue el cineasta madrileño Víctor García León quien recuperó el proyecto con una adaptación protagonizada por Juan Diego Botto y Raúl Arévalo y rodada en la pitiusa.

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