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El tabaco vuelve a las últimas terrazas que resistían sin humo: “Hay que cambiar la ley para prohibirlo”

Una mujer fumando en una terraza de Palma.

Tomeu Mesquida / Francisco Ubilla

Mallorca —

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En pleno centro de la ciudad de Palma cuesta ver a gente fumando en una terraza; o al menos gente fumando sentada. Las Illes Balears y la Comunitat Valenciana eran, hasta el pasado 5 de julio, las últimas comunidades donde aún estaba prohibido. Abolidas las últimas medidas contra la COVID, cayó esta restricción autonómica que había mantenido el tabaco más o menos alejado de las terrazas. Un retroceso para expertos y no fumadores y un alivio para los que rinden pleitesía a la nicotina.

Pero, de nuevo, parece que los fumadores han dejado de ejercer en estos sitios, puede que solo sea en las calles principales de Palma o porque estemos en pleno verano, que más que una estación parece ya, más bien, una enfermedad. Tampoco es que las calles principales del centro de la capital balear estén atiborradas de bares de toda la vida. Y los nuevos parecen tener como prioridad a los visitantes. Pero en la mayoría de terrazas, las mesas no tienen ni ceniceros. Estos recipientes y los fumadores aparecen a medida que te alejas de esas calles turísticas; como los residentes o los pisos con alquileres dignos en peligro de extinción.

La opinión de los restauradores

Por ejemplo, en las Ramblas, donde los 'Duques de Palma' (antaño la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin) tenían una calle a su nombre, hay un bar que hace unos años tenía fama por sus pepitos de lomo, luego por sus cócteles a precios razonables y ahora, al entrar, te hablan directamente en inglés. Uno de sus trabajadores afirma saber que ya “vuelve a estar permitido fumar”, pero que aún no tienen puestos los ceniceros. De momento, dice, “los clientes se tienen que guardar las colillas”. Sobre si han notado que la gente vuelva a fumar en su terraza, dice “bueno…”, y ya en tono socarrón, que “aquí siempre se ha dejado fumar, se pudiera o no”.

En cambio, en otro establecimiento de la misma Rambla, Javier Gardonio (el propietario) afirma que si se tiene que posicionar, prefiere “que la gente no fume” en la suya. De hecho, aquí no tienen ceniceros en las mesas, pero si la gente los pide, se los sacan, “más que nada por higiene”, explica, porque no le “gusta tenerlos todo el día ahí puestos”. En general, muchos “se levantan y se alejan un poquito de las mesas para fumar, por educación”, pero “no puede decir que sean todos”, apostilla. Uno de sus camareros dice que los turistas lo solían aceptar sin problemas, pero que “algunos turistas españoles se sorprendían de que aquí estuviera prohibido” y esto pasaba “hasta hace unas semanas”.

Prefiero que la gente no fume. No tengo ceniceros en las mesas, los saco si los clientes los piden, más que nada por higiene, no me gusta tenerlos todo el día ahí puestos

Javier Gardonio Propietario de un bar de Palma

En los momentos más delicados de la pandemia, ser fumador y saber si se podía o no ejercer este vicio era complicado. No por la temeridad sanitaria, más bien por el lío que llevábamos todos. Se pidió que si a uno le pillaba el apretón en la calle, debía pararse y fumar sin caminar. Que las playas ya no eran sitios adecuados. Que en las terrazas ni pensarlo. Y eso dependía de cada comunidad autónoma. El lío se hizo evidente entre los primeros viajeros nacionales. “¿Cómo, que aquí no se puede? Si acabo de estar en Madrid y allí fuma todo Dios”, dice, como ejemplo de algo que ha escuchado varias veces, el mismo camarero.

La opinión de los fumadores

En cualquier caso, hecha la ley, ya saben. No se le escapa a nadie que durante los meses que estuvo prohibido se respetó la prohibición “a medias”. Hay que salir de esas calles céntricas de Palma para encontrar a fumadores. En una de ellas, al fin, hay algunos. “A ver…”, dice una joven, y sus dos acompañantes rompen en una risa nerviosa, “igual antes lo hacías más a escondidas, con el piti debajo de la mesa”.

En esta mesa hay un cenicero y dos paquetes de liar. Dice que la mencionemos como Elena, pero que el apellido prefiere no decirlo. “Lo más incoherente era cuando te levantabas y fumabas, de pie, pegada a la mesa”, comenta. Los otros dos están de acuerdo con que, efectivamente, era muy habitual y “ridículo”. Eso sí, el contexto es importante, y comenta que “si había niños, bebés o gente mayor, pues te apartabas unos metros, para no tirarles el humo”, pero vaya, eso, según dicen, “lo siguen haciendo”.

Igual antes lo hacías más a escondidas, con el piti debajo de la mesa. Lo más incoherente era cuando te levantabas y fumabas, de pie, pegada a la mesa. Si había niños, bebés o gente mayor, pues te apartabas unos metros, para no tirarles el humo

Elena Fumadora

Todos los fumadores entrevistados para este reportaje han tenido reticencias en dar su apellido, muchos dicen que se alegran de “poder fumar tranquilos”. Algunos, los que menos (en esta muestra aleatoria), entienden la prohibición y solo una persona dice que los otros (los que no fuman) “no tienen por qué aguantar sus vicios”, pero que vaya, eso “es de sentido común”.

‘Espacio Libre de Humo’

La decisión de dejar o no fumar en estos espacios recae ahora, exclusivamente, en los hosteleros. Y dar un paso adelante, más allá de lo que exige la actual ley antitabaco, es algo que muchos ven como arriesgarse a perder algunos clientes. Por eso, el día que volvió a ser legal, la delegación balear de la Asociación Española Contra el Cáncer lanzó una campaña buscando su complicidad. 

La decisión de dejar o no fumar en estos espacios recae ahora, exclusivamente, en los hosteleros. Y dar un paso adelante, más allá de lo que exige la actual ley antitabaco, es algo que muchos ven como arriesgarse a perder algunos clientes

El Bar Bosch, uno de los pocos bares históricos que sobreviven en Palma, fue el primero en unirse a esta iniciativa y declarar su terraza como ‘Espacio Libre de Humo’. De forma voluntaria, los establecimientos se autodenominan como tal y los clientes son informados mediante unas pegatinas puestas en mesas y la puerta del establecimiento. Las pegatinas tienen un QR (los supervivientes inauditos de esta pandemia) con información sobre la acción sensibilizadora. A día de hoy ya son 12 los establecimientos de Palma que se han unido a esta campaña, en la que colabora activamente la Federación Empresarial de Restauración de Illes Balears.

El día de la presentación de la campaña, el presidente de la Asociación Contra el Cáncer en Islas Baleares, el doctor José Reyes, comunicó una “profunda preocupación por la eliminación de la prohibición del consumo de tabaco en las terrazas”. Ya que, según advertía, “el tabaco es el principal responsable del desarrollo del cáncer de pulmón” y la eliminación del consumo de tabaco “implicaría la desaparición del 30% total de casos de cáncer en los países occidentales”. Según el responsable de la asociación, mientras ha durado la prohibición, esta “ha sido bien aceptada y no ha generado conflictos”. Ese día aprovechó para hacer una llamada a la responsabilidad de la población “para evitar el consumo en estos espacios, ayudando a prevenir el cáncer y evitar nuevos casos de enfermedad a futuro”.

La reforma de la ley antitabaco que no pudo ser

Ese día el doctor Reyes abrió también otro melón. Con el anuncio del adelanto de las elecciones generales, muchas reformas de leyes y nuevas iniciativas legislativas quedaron paralizadas. De hecho, el Govern tenía intención de alargar al máximo la prohibición del consumo en terrazas, hasta que se aprobara la reforma de la ley nacional antitabaco, una ley que debía extender la prohibición de fumar en espacios cerrados a la mayoría de espacios abiertos. 

Por eso, desde la Asociación Española Contra el Cáncer en las Illes Balears no desperdiciaron la atención mediática y reiteraron “la necesidad de la modificación de la ley nacional” en la próxima legislatura “para prohibir el consumo de tabaco en terrazas y en espacios públicos compartidos”, como pueden ser las playas o establecimientos deportivos. Según la asociación, la nueva ley debe proteger “la salud de los no fumadores, que representan más del 70% de la población de este país”.

Sobre esta nueva ley también opina la doctora Araceli Muñoz, neumóloga del Hospital Son Llàtzer de Palma. Ella forma parte de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) y, como sociedad médica, dice que para esta reforma “exigen una propuesta de máximos”, es decir, “que se garanticen, por ley, la mayoría de espacios libres de humo posibles”. Desde la SEPAR, continúa, no se “conforman con menos”. 

La restricción legal como punta de lanza contra el tabaquismo es algo que remueve pasiones entre los fumadores. Por ejemplo, en una calle cercana a las Ramblas, un residente en Palma, de unos 50 años, fuma de pie en el portal de una cafetería. Según él, que no ha querido decir su nombre, “dejar o no de fumar es algo que tienes que decidir tú” y las prohibiciones “solo sirven para que lo acabes haciendo a escondidas, porque eres tú el que estás enganchado; y dejarlo no es nada fácil”. Él está intentándolo con ayuda médica, acaba explicando.

De nuevo, la doctora Muñoz, de Son Llàtzer, tiene una respuesta contundente a esto: “Con educar o concienciar no basta, aunque hay que seguir haciéndolo”. Limitar los espacios donde se pueda fumar, según ella, ayuda “a conseguir cosas impensables, como que ya no se pueda fumar en el interior de bares y restaurantes”, dice, y eso, “que ahora parece algo obvio, costó mucho conseguirlo”. Para la doctora, estas medidas nos protegen a todos: a los fumadores “porque cuantos más impedimentos tengan más se pueden llegar a plantear dejarlo” y a los que no fuman, que también son los “niños y las personas con problemas respiratorios”, porque les evitan “una exposición innecesaria a la que a veces no le damos importancia”.

La doctora Muñoz afirma que 'con educar o concienciar no basta' y sostiene que limitar los espacios donde se pueda fumar ayuda 'a conseguir cosas impensables, como que ya no se pueda fumar en el interior de bares y restaurantes'

La nicotina, una droga dura

Dejar de fumar, ya lo decía este último fumador de la cafetería, no es nada fácil. Pero en Balears, “en todos los centros de salud se ofrece ayuda para ello”, explica la doctora Muñoz. Actualmente, se ofrecen básicamente dos tratamientos, la terapia sustitutiva de nicotina (con chicles o parches) y luego hay un fármaco, la Citisina, que está financiado por el sistema sanitario.

Desde la SEPAR piden “que los parches y los chicles también estén financiados, porque es un tratamiento que se ha demostrado eficaz, pero que la gente a veces no puede o no quiere pagar”. La nicotina crea dependencia, y como tal “es una droga”, sostiene Muñoz, que comparte una reflexión: “Muchos pacientes dicen que han podido dejar el alcohol y otras drogas, pero no el tabaco, porque la nicotina es muy, pero que muy adictiva”. Salvo en casos de alcoholismo, uno puede beber solo de fiesta, excederse o no y levantarse al día siguiente sin ganas de beber en muchos días. Con el tabaco, en cambio, por mucho que nos pasemos, siempre queremos más. Y más.

El tabaquismo en Balears

Una vez escuchadas estas voces expertas, de nuevo en la calle, por mucha información de los riegos, fotos traumáticas en los paquetes de tabaco o datos sobre muertes, la gente sigue fumando. En las Illes Balears, un 33,7% de la población de 15 a 64 años es fumadora; según la última encuesta publicada este año sobre alcohol y drogas (EDADES) que financia bienalmente la Delegación del Gobierno. Los otros datos que ofrecen estas encuestas ayudan a elaborar un perfil del fumador de las islas: la mayoría son hombres (un 61,1%) con una edad media de 39,3 años.

Hasta hace bien poco los cigarrillos nacían de forma colectiva, masivamente y con una única función: arder. Nacer para morir, como los animales criados en granjas industriales. Así, reducidos a ceniza sin dejar apenas rastro, resulta más fácil perder la cuenta diaria. Pero, ahora, la última novedad entre los fumadores son los cigarrillos que se enchufan, los vapers o similares. Renovarse o morir. El 16,4% de la población de las Illes Balears ha probado esta nueva manera de fumar, según las encuestas EDADES. La Asociación Española Contra el Cáncer alertó recientemente de su popularidad, sobre todo, entre jóvenes. En una investigación suya aportaban un dato: como consecuencia de la influencia de las redes sociales entre adolescentes y jóvenes, el 91,3% ha tenido al menos una exposición al humo a través de medios sociales o plataformas. Fumar, sea en la forma que sea, ¿volverá a estar de moda?

De vuelta al tema de este artículo, sobre si en Palma se vuelve a fumar en las terrazas, o mejor, sobre hasta cuándo esto va a ser visto como algo normal, el resumen lo encontramos –cómo no– en una mesa de terraza. Donde dos maneras de ver esto toman algo tranquilamente. Él dice sin titubear que “preferiría que siguiera prohibido”. Ella, en cambio, que le parece “una aberración que estuviera prohibido”. Él lo justifica así: “Uno, por el olor. Y dos, por los efectos nocivos que tiene igualmente en mi salud, aunque no lo consuma”. ¿El punto en común? Los dos piensan que la restricción no ha hecho que demasiada gente se haya planteado dejarlo, “aunque igual alguien sí, les habrá jodido a los que tenían el hábito de fumarse uno con la cervecita”, se afana en puntualizar él. Ella, sin embargo, dice lo que ya nos han dicho antes, que “todo el mundo ha seguido fumando, la peña simplemente se levantaba. Él, Elías, se ríe y le pincha a ella: ”Dejadnos respirar tranquilos“. Ella, Inana, le contesta que la deje tranquila y amenaza, de bromas, con levantarse e irse. 

Hay algo más allá de lo racional en este hábito. Algo que evita el rechazo universal; aunque no sabemos hasta cuándo. Se usa para enfatizar emociones, dar dramatismo, concentrarse, esconderse tras algo, encajar noticias malas y para fastidiarse la salud poco a poco. Uno fuma por muchos motivos. Cada entrevistado para este artículo tenía el suyo. Todos nos autoengañamos y encontramos una justificación. En un capítulo de su fantástico libro Mata a tus ídolos (Libros del KO), la escritora Lucy Sante reflexionó sobre todo lo que se puede reflexionar en torno a fumar. Ella cerró el artículo sobre el tabaco así: “¿Llegará el momento en el que no puedas disfrutar de nuevo del consuelo de saber que has cambiado cinco minutos de vida por cinco minutos de serenidad? Puede que hayamos dejado de fumar, pero seguimos ardiendo”.

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