Desde dentro: la micro-historia está llena de grandes gestos
El título de este texto es un homenaje a la escritora norteamericana Grace Paley, quien irrumpió en la narrativa de los setenta con una serie de relatos escritos bajo el título Enormes cambios en el último minuto. Paley, madre de niños pequeños en aquella época, escribió los textos en ratos robados mientras sus hijos estaban en el colegio o en la calle. Los temas de sus relatos, como los de Alice Munro o algunos de Margaret Atwood, así como su estilo, natural y deliberadamente poco presuntuoso, directo y con naturalidad, nada afectado, fueron las novedades que le hicieron destacar y enganchar con una audiencia probablemente empachada de historias de héroes o antihéroes masculinos, como las de Kerouac, Hemingway o Cheever. Su obra se sustentaba en lo que ella misma llamaba los dos oídos necesarios para escribir: “uno para la vida y otro para la literatura”.
Muchas de las cosas que he visto durante la jornada de investidura de los nuevos ayuntamientos me han recordado a esta autora, a estas autoras, a este tipo de historias que poco a poco consiguieron horadar la clásica concepción de literatura. Muchos cambios pequeños en lugares grandes pueden cambiar el mundo, parafraseando a Galeano. Espero que a algo parecido se refiriera Manuela Carmena cuando hablaba de “la cultura de las mujeres”.
De lo poco que me rechinó de su discurso fue que asociara esta “cultura de las mujeres” a la política de los cuidados. Los cuidados no son patrimonio de las mujeres. Son una carga no elegida, algo que constituye su subjetividad, la mayoría de las veces impuesta. Creo precisamente que es urgente “desgenerizar” los cuidados, universalizarlos como valor. Pero, bueno, demos tiempo a que las complejidades se asienten. Porque, eso sí, sé que mujeres como mi madre, cuya identidad y trabajo han estado y están en gran medida basados en el cuidar, se habrán sentido orgullosas al ser nombradas y reconocidas en un espacio público, donde, hasta ayer, solo lo productivo y lo refrendado por la autoridad masculina, la política de verdad, como aquella Literatura de verdad a la que desafió Paley en su día, parecía tener valor.
Poner foco en todo lo invisible, lo silenciado, lo que nunca es considerado relevante, lo no remunerado. Tomar el poder y no esperar a que se nos sea dado. Lo pequeño, contiene la posibilidad de cambiarlo todo. Como dijo Ada Colau al comienzo de su discurso: “La autoridad, en el feminismo, no tiene que ver con lo autoritario, sino con el reconocimiento mutuo”. Reivindicación feminista, que no femenina. Todo se está andando.
Desde fuera: gente necesaria, regidores contingentes.
Las puestas en escena. Son importantes. Encarnar los cambios. La voz quebrada de Ada al decir: “la gen petita desafiando a Goliat”, el bolso de Manuela sobre la mesa en vez de la vara de mando, los aplausos del exterior que se colaban en el Saló de Cent. Mucha ilusión, nervios. El Omnia Sunt Communia dicho por Carmona (Pablo) y Zapata y aprendido por el secretario atónito. Uf. Hasta el Patriarcado Municipal de Carmona (Antonio). Las caras poemáticas de Gallardón y Botella. Fátima Taleb prometiendo en Badalona. Las historias de señoras mayores anónimas contadas por Ada y Manuela. Manuela ayudando a meter la papeleta de Espe. Señoras mayores y jóvenes ejerciendo poder. Una alcaldesa del 44. Una portavoz del 88. Una mención a Ciutat Morta de una de las regidoras por las CUP Capgirem Barcelona. Un aplauso largo ante la intención programática de cerrar los CIES. La plaza del Ayuntamiento, más llena que si el Cádiz hubiera ganado la Champions. Lágrimas. La vara ofrecida de Kichi. Los funcionarios, reconocidos en los discursos. “Mensaches en aragonés dende o tuiter d'o concello de Zaragoza”. Funcionarios on fire desde las cuentas institucionales. También trolleos. Citas al alcalde de Amanece que no es poco en Coruña. La gente, volcada.
Si la participación no es solo una palabra, sino una serie de gestos que faciliten que esta idea se encarne, además de metodologías y estructuras que lo vayan haciendo posible, necesitábamos guiños que, simbólicamente, muestren cómo esta nueva política lo va a ir haciendo de otra manera. Los hemos visto desde las investiduras. Mujeres, muchas mujeres. Feminismo encarnado y verbalizado. Si nos cuentan que esto iba a pasar hace cuatro años, desde luego, nos creemos que es una secuela dirigida y escrita también por José Luis Cuerda.
Desde casa: canal YouTube de investiduras
La revolución institucional será estrimeada, parece. Hemos seguido las nuevas investiduras por los canales de youtube o los servicios de streaming de las páginas municipales. Ha nacido un género y un vicio: ver investiduras. De repente, la política local es mainstream. Ojalá esos dos oídos que pedía Grace Paley a la literatura, sean puestos en marcha ahora en la política: uno para la institución y otro para las personas de a pie. Y yo añadiría un tercero: un tercer oído para la red. Si algo ha modificado este paisaje desde hace cuatro años, además de poner el cuerpo en la calle (el oído de fuera) y crear estructuras innovadoras que permitan la entrada y salida de lo social en la institución (el oído de dentro), ha sido la presencia de muchas personas hablando y siendo escuchadas desde la red. Por tecnofetichista que resulte, a lo mejor, quizá ese tercer oído puede romper ese paralizante dentro-fuera que nos aleja de la participación.
Y ojalá los ayuntamientos permanezcan abiertos y en escucha con el exterior, gobernando en streaming.
Sobre este blog
Interferencia (Wikipedia): “fenómeno en el que dos o más ondas se superponen para formar una onda resultante de mayor o menor amplitud”.
Interferencias es un blog de Amador Fernández-Savater y Stéphane M. Grueso (@fanetin), donde también participan Felipe G. Gil, Silvia Nanclares, Guillermo Zapata y Mayo Fuster. Palabras e imágenes para contarnos de otra manera, porque somos lo que nos contamos que somos.
