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El abogado que escapó de las bombas en Gaza se sienta en el tribunal de la ONU para acusar a Israel de genocidio

Ronald Lamola (centro), ministro de Justicia de Sudáfrica y Vusimuzi Madonsela (derecha), embajador de Sudáfrica en Países Bajos, encabezan la delegación en la Corte Internacional de Justicia.

Javier Biosca Azcoiti

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Hace tres años, sentado en la sede de la Corte Penal Internacional (CPI) en La Haya, Raji Sourani miró a los ojos de la fiscal y le pidió que dijera a los palestinos que podían confiar en el derecho internacional. Desde entonces, la investigación apenas se ha movido y el abogado ha visto la destrucción de su casa y de su ciudad entera, Gaza capital, y la matanza de casi 23.500 de sus compatriotas a manos de Israel, 10.300 de ellos niños, según la información del Gobierno de Gaza.

Tras sobrevivir a dos bombardeos y lograr salir de Gaza esquivando el estricto bloqueo que impide escapar de la muerte a los más de dos millones de palestinos sin doble nacionalidad, ahora el abogado se vuelve a sentar en La Haya, en la sede de otro tribunal, la Corte Internacional de Justicia, en el mayor desafío legal al que se enfrenta Israel por su ofensiva en Gaza.

Sourani es parte de la delegación de Sudáfrica que ha denunciado a Israel por genocidio en el máximo tribunal de la ONU y cuyo caso puede acabar en cuestión de semanas con un fallo de medidas cautelares ordenando a Israel detener la ofensiva.

Vestido de traje y ataviado con una bufanda con los colores de Sudáfrica, Sourani se sienta entre el ejército de abogados que las partes sientan ante los 15 jueces del tribunal. “Es un honor para mí ser parte de un proceso que hará historia en la Corte Internacional de Justicia”, decía a elDiario.es la noche anterior. “La conversación legal se ha elevado al tribunal más importante del planeta”.

“Lo que Sudáfrica es y lo que hace simboliza la lucha por la liberación de un régimen de apartheid. Lidera el trabajo por el Estado de derecho y se preocupa por la dignidad humana en un momento en el que los países occidentales, excepto algunos de ellos como España, Irlanda y Luxemburgo, apoyan el genocidio israelí y proporcionan apoyo legal, político y militar para un genocidio en proceso”, dice Sourani. “Sudáfrica quiere parar este crimen”.

Tras más de cuatro décadas de lucha, el abogado gazatí de 70 años se ha convertido en el símbolo de los intentos palestinos por usar el imperio de la ley para combatir la ocupación. “Soy un revolucionario romántico y el poder de la idea no puede morir. Como ahora domina la ley de la jungla, queremos Estado de derecho y lucharemos por ello. No permitiremos la selectividad y politización del derecho internacional”.

Su vida en los últimos tres meses refleja el destino y las esperanzas del pueblo palestino. elDiario.es lleva en contacto con Sourani desde el 7 de octubre, poco después de los ataques de Hamás en Israel que dejaron alrededor de 1.200 muertos. La venganza será “grave, larga y sangrienta como ninguna otra”, advertía esa misma noche cuando empezaban los primeros bombardeos sobre la Franja.

Dos días después, la conversación telefónica de menos de 10 minutos se interrumpe hasta en cuatro ocasiones por el sonido perfecto de las explosiones. “¿Lo escuchas?”, pregunta en cada una de ellas. La última bomba cae especialmente cerca. Raji guarda silencio durante unos segundos: “Huele toda la casa a explosivo. Me estoy ahogando”. Vive en Ciudad de Gaza, la zona más golpeada por las bombas, pero se niega a huir.

Tras varios días sin contacto, la relatora especial de la ONU para Palestina, Francesca Albanese, denuncia que las fuerzas israelíes han bombardeado la casa de Sourani. Aparentemente está vivo. Poco después, el abogado logra enviar una carta a sus amigos en el resto del mundo: “Mi familia y yo hemos sobrevivido de milagro. Mi casa ha sido destruida esta noche por bombardeos israelíes. He vivido junto a mi querida esposa y mi hijo las dos horas más largas y horribles de mi vida”. “Algún día haremos que esos criminales rindan cuentas”, escribía.

El abogado se trasladó entonces con su hijo y su mujer a la casa familiar, también en Ciudad de Gaza, cerca de el Hospital Al Shifa, pero al día siguiente la destrucción volvió a llamar a la puerta. “Bombardearon la mezquita y la comisaría de al lado con cinco cohetes. Había escombros por todos lados. Todo estaba muy afectado”.

Sourani, que se había resistido con todas sus fuerzas a huir hacia el sur para no facilitar lo que considera los planes de Israel para una nueva nakba (desplazamiento forzado del 80% de la población palestina que vivía en 1948 en el territorio sobre el que se creó el Estado de Israel) no tenía más opción. Atrás quedaba una vieja frase que repetía en cada llamada y cada mensaje: “Somos las piedras del valle. Estuvimos aquí siempre y estaremos aquí siempre”.

Trasladarse de Ciudad de Gaza a Jan Yunis, en el sur, le llevó tres intentos, cuenta. “Vimos gente disparada y muerta a nuestro lado. Gente que solo seguía las instrucciones. Vi muchos cadáveres y coches con las ruedas pinchadas. Estaba muy preocupado, pero a la tercera lo conseguimos”.

Amigos extranjeros –“gente muy importante que quiere mantener un perfil bajo”– ayudaron al abogado y su familia a salir de la Franja por Egipto pese a que los palestinos no se les permite escapar de la zona asediada. “Cinco o seis grupos en Egipto y Europa han trabajado por mí. Piensan que no deberían matarme y que puedo hacer y decir algo desde fuera”, decía tras completar la misión. Tras pasar unos días en Egipto pegado al teléfono, Sourani recibió la invitación de Sudáfrica para formar parte de la delegación en la Corte Internacional de Justicia.

Durante su presentación del caso ante los jueces, los abogados del equipo de la acusación han desfilado este jueves por el estrado tratando de exponer “un patrón de conducta genocida” de Israel que lleve a los magistrados a dictar medidas cautelares que ordenen a Tel Aviv detener la operación militar.

“Los actos y omisiones de Israel, de manera colectiva e individual, representan un patrón de conducta de intención genocida”, ha señalado una de las abogadas del equipo sudafricano. “Los genocidios nunca se anuncian de antemano, pero este tribunal tiene el beneficio de tres semanas de pruebas que muestran una intención y patrón de conducta que justifican un posible caso de genocidio”.

Esa “intención genocida” está “arraigada en la creencia de que el enemigo está incrustado en la vida civil palestina de Gaza, no solo en el brazo militar de Hamás”, ha señalado otro de los abogados. Sourani, sentado unas filas más atrás y ya sin la bufanda, lo sabe bien. Hace dos años, el Ministerio de Exteriores israelí publicó un comunicado con su nombre y apellidos acusándolo de tener “vínculos estrechos con la organización terrorista Hamás”. “Me atacan porque usamos de manera efectiva herramientas muy civilizadas como el derecho internacional”, decía tras salir de la Franja. “Algún día venceremos”.

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