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OPINIÓN | 'A paladas', por Antón Losada

Estalla la guerra entre Hamás e Israel: “Llevo 70 años en Gaza y nunca he visto algo así”

Palestinos en Gaza sobre un vehículo militar israelí capturado en el asalto.

Javier Biosca Azcoiti

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“Gaza es inhabitable desde hace años. Yo no tengo nada que perder, qué más da”, afirma resignado desde su casa en Gaza Raji Sourani, fundador del Centro Palestino de Derechos Humanos, sobre los bombardeos israelíes. Cuando coge el teléfono, acaban de empezar las primeras explosiones sobre la estrecha franja de 360 kilómetros cuadrados. “Estamos acostumbrados y no podemos hacer nada. Gaza es ahora una ciudad fantasma. No hay nadie en la calle”, dice a elDiario.es con voz pesada, lenta y triste.

A primera hora del sábado, los sistemas antimisiles de Tel Aviv se han visto superados por la lluvia de más de 2.000 cohetes de Hamás; decenas de militantes armados han entrado en Israel por tierra, mar y aire; han asaltado poblaciones y capturado vehículos del ejército israelí; han tomado rehenes –civiles y militares–; y las excavadores han reventado la valla fronteriza. Durante todo el día, ciudadanos israelíes han aparecido en las cadenas de televisión y radio denunciando la desaparición de familiares. La geolocalización de los teléfonos de sus seres queridos les lleva a ciudades como Khan Yunis, en Gaza. El último recuento de víctimas es de 700 muertos en el lado israelí y más de 2.000 heridos, mientras, 413 gazatíes han fallecido y 1.990 están heridos.

Tras décadas de guerras, fuerza abrumadora israelí y 16 años de bloqueo, el ataque lanzado desde Gaza ha pillado por sorpresa a Israel. “Es un fracaso absoluto de Israel. El ataque viene de una zona bajo asedio y asfixiada desde hace 16 años con un bloqueo brutal y sometida a seis guerras. Tenían el control absoluto sobre la seguridad y se han visto superados cuando Gaza estaba en su momento más débil y en la peor situación de su historia”, dice Sourani.

“Israel no se ha sometido a algo así desde hace 50 años con la guerra del Yom Kippur. Esto no tiene precedentes. He vivido aquí toda mi vida y nunca imaginé que podría pasar algo así”, afirma el hombre de 70 años nacido en Gaza, que prevé una dura represalia sobre su ciudad. “Conocemos la mentalidad israelí y no lo dejarán pasar”. La venganza será “grave, larga y sangrienta como ninguna otra”, dice. Algunos analistas israelíes no descartan una intervención terrestre a gran escala y una nueva ocupación de la Franja.

Horas después, Netanyahu confirmaba sus sospechas: “La primera fase terminará en unas horas con la destrucción de la mayoría de las fuerzas enemigas que han penetrado en nuestro territorio. Al mismo tiempo, iniciamos la formación ofensiva y continuará sin reservas y sin tregua hasta alcanzar los objetivos”. El primer ministro israelí ha prometido una “venganza poderosa” contra Hamás y ha ofrecido a la oposición formar un gobierno de unidad nacional. El gabinete de seguridad liderado por el líder israelí ha acordado dar los pasos necesarios para destruir las capacidades militares y de gobierno de Hamás “por muchos años”, incluido cortar el suministro de electricidad, combustible y otros bienes. “No va a ser como era antes”, ha asegurado.

Amos Yadlin, ex jefe de inteligencia en el ejército israelí ha destacado el “fracaso de inteligencia” de su país, que no pensaba que Hamás sería capaz de hacer algo así. Eli Maron, ex jefe de la marina israelí, se ha pronunciado en la misma línea: “Esto es un fracaso colosal. Los líderes han fracasado y tiene graves consecuencias”.

El estallido se produce precisamente en el 30 aniversario de los Acuerdos de Oslo recordando el fracaso de una paz que nunca fue. Aquel tratado histórico marcó la retirada de las fuerzas israelíes de Gaza y supuso un reconocimiento mutuo. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) reconocía la existencia de Israel e Israel reconocía a la OLP como representante legítimo del pueblo palestino. Era la base para una solución de dos Estados de la que hoy no queda ni rastro, más que discursos políticos vacíos a miles de kilómetros de la realidad sobre el terreno.

 “La paradoja es que los palestinos y la comunidad internacional están atrapados en una solución que ya no es posible y lo trágico es que no hay una alternativa sobre la mesa. Además, no es que las alternativas se vuelvan más fáciles a medida que la solución de dos Estados se hace imposible. Al contrario, las alternativas son incluso más difíciles”, decía a elDiario.es Jørgen Jensehaugen, investigador sénior del Peace Research Institute of Oslo (PRIO). “Cuando los diplomáticos tiran de argumentario, insisten en los dos Estados, pero cuando hablas con ellos sobre el terreno, admiten que esa realidad ya no está presente”.

Apodado como el “Versalles palestino”, en una referencia al tratado de paz de la Primera Guerra Mundial y los términos abusivos con Alemania, a Sourani y a otros muchos palestinos nunca les gustaron los Acuerdos de Oslo. “Significaba institucionalizar la ocupación y, mientras tanto, los palestinos reconocían el Estado israelí sin ni siquiera definir sus fronteras. Por eso no tenemos control de nuestra soberanía”.

Rashid Khalidi, historiador palestino, coincide con Sourani. “Los Acuerdos de Oslo son el resultado de intenciones totalmente diferentes por parte de las tres partes. Los dirigentes palestinos pensaron que era un paso hacia la autodeterminación. Estaban completamente equivocados. EEUU lo vio como un medio de estabilizar y congelar la situación y mantener el statu quo. Washington nunca tuvo la intención de obligar a Israel a poner fin a su proceso de colonización. Y para Israel fueron una forma de seguir colonizando y controlando los territorios ocupados”, decía en una entrevista reciente con elDiario.es. “Oslo ha sido un gran éxito, en otras palabras, si crees en la colonización, la limpieza étnica y la apropiación de tierras”, aseguraba.

“Cuando no hay derechos humanos, cuando no hay derecho internacional, cuando no se mueve nada en la Corte Penal Internacional ni en la Corte Internacional de Justicia, cuando no hay tratados de paz y no se cumplen ni siquiera los que son malos, como Oslo; estas son las consecuencias”, dice Sourani.

“La ley de la jungla no es un billete solo de ida, sino de ida y vuelta. Si eliges apartheid, racismo y jungla, tienes que esperar las consecuencias. Es triste, pero no esperen que la gente sea una buena víctima, que los asalten y que los maten”, dice. “Esto no trae seguridad ni a Israel ni a sus generaciones futuras. Estos acuerdos y tratados con dictaduras árabes no traerán la paz. La paz solo llega con los palestinos”, dice en referencia a los acuerdos de normalización de relaciones firmadas entre varios países de la región como Emiratos Árabes Unidos y Bahréin con Israel. Arabia Saudí posiblemente será el siguiente.

Después de los ataques del pasado mes de mayo sobre Gaza, “uno de los mantras era el éxito de Israel para mantener a Hamás fuera de la batalla”, decía hace unos meses el corresponsal de asuntos militares del Jerusalem Post y analista de inteligencia Yonah Jeremy Bob. “¿Pero podría el ritmo al que Hamás puede disparar cohetes superar finalmente a la Cúpula de Hierro [sistema de defensa aéreo israelí] y poner fin a los últimos 11 años en los que los cohetes han fracasado en gran medida a la hora de matar a civiles?”, se preguntaba.

Antiguos desarrolladores de este sistema han afirmado que podría verse penetrado a un ritmo de 1.500 cohetes al día (Hamás lanzó alrededor de 2.500 solo el sábado).

“Es probable que, aunque Hamás sorprenda al Ejército israelí de alguna manera en cualquier asalto futuro, el poder combinado de ataque, defensa e inteligencia de las fuerzas armadas lo siga abrumando lo suficiente como para forzar un alto el fuego similar al que la Yihad Islámica acababa solicitando a Israel”, afirmaba el analista.

Por el momento, las consecuencias del nuevo enfrentamiento son imprevisibles. Solo guerra, sangre y dolor están garantizados.

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