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De chef profesional a guía turística: los colombianos se reconvierten para sortear el desempleo

Diana Carolina Banquez Rodríguez, guía turística en Cartagena y Palenque

Cristina Armunia Berges / Raúl Sánchez

Una voz grave resuena en el interior de una furgoneta de 12 plazas en la que personas de todas las partes del mundo escuchan con atención. Tiene la sonrisa enorme, los brazos finos y lleva sombrero. Cuando pronuncia el nombre de su ciudad, se le hincha un poco el pecho. Le pasa exactamente lo mismo cuando habla de la sierra que escolta al valle, del río cristalino en el que nadan por las tardes o de la comida que hace un primo de un amigo que conoció de niño.

Los jóvenes colombianos sienten orgullo de su tierra y de la historia que les rodea, que lo impregna todo. Aquí una escuela de su folclore, allá un museo de su música, en todos los sitios “mira esa vitrina repleta de retazos del gran García Márquez”, autor y deidad a partes iguales. Curiosamente, hay guías turísticos de todas las edades. Ante la falta de trabajo, muchos colombianos han visto en esta actividad una gran oportunidad para combatir el paro y reconvertirse.

“Valledupar es la ciudad de los santos reyes del cacique Upar, entre la Sierra Nevada de Santa Marta y la serranía del Perijá, ciudad bañada de hermosos ríos que descienden desde las cimas”, empieza su relato Franco Gutiérrez y se nota que se lo sabe de pe a pa, no hay ni el más mínimo titubeo. Afuera, en la calzada irregular, los coches y las motos adelantan a la furgoneta por cada flanco justo después de dar un pitido, técnica sonora de sorprendente utilidad.

Gutiérrez empezó a trabajar en turismo hace seis años, momento en el que se quedó en paro por una crisis en la construcción que afectó especialmente a su ciudad. Un amigo compartió en redes sociales una oferta de trabajo para ser conductor en una operadora turística y, poco después, estaba investigando para convertirse en guía de esta población del interior colombiano.

“Desde muy al principio, quedé enamorado de esta actividad. Me gustaría que vinieran muchísimas más personas y que los espacios se conservaran igual”, explica desde el otro lado del Atlántico. “Es muy importante que se respete a las comunidades indígenas y a sus territorios sagrados. Pero me gustaría dar a conocer a muchas personas el turismo que tenemos aquí”.

“Para mí, fue una transición muy fácil porque yo me había criado en los alrededores del centro histórico de la ciudad y siempre me ha gustado hablar con las personas adultas y eso me ayudó para alimentar un libreto que ahora les enseño a todas las personas que vienen a conocer mi ciudad”, añade.

“Yo era chef profesional y bailarina. Ahora me dedico a la gestión cultural”, explica Diana Carolina Banquez Rodríguez desde Palenque, municipio poblado por 4.500 afrodescendientes que ve en el turismo una nueva forma de subsistencia.

“Se empezó a buscar un nuevo tipo de visitas turísticas con otro tipo de profesionales en Cartagena de Indias. Desde hace un año y medio trabajo con agencias turísticas y las condiciones son magníficas. Como chef sufría de dinámicas asociadas al estrés que se genera en las cocinas por lo que para mí hacer este trabajo es magnífico”, dice con una sonrisa de oreja a oreja. “Me siento tan bien remunerada como antes y tengo la oportunidad de poder ver sitios de los que antes estaba alejada por el conflicto” [con la guerrilla].

A Banquez no le cuesta reconocer que es el tratado de paz el que da una nueva oportunidad a los jóvenes para encontrar trabajo en el turismo. Hay traductores, cocineras, especialistas en relaciones internacionales, curanderos... trabajando ahora era áreas relacionadas con el turismo.

“Superar el conflicto de casi 60 años ha sido lo más importante y ha llegado la inversión extranjera. El turismo es un generador de empleo muy importante y no solamente para la gente cualificada, sino también para la gente del común, que puede acceder también a todo esto”, añade.

También en Palenque trabaja Florentino Estrada que se define a sí mismo como “guía turístico y maestro de medicinas tradicionales”. Tiene muchos años, más de 70, y relata orgulloso y a un ritmo lento cuándo y cómo sacó su título de médico botánico. “Muchas veces voy por los pueblos para demostrar todos mis saberes”, apunta.

Una de las cosas que más le preocupa a Estrada es morir y que nadie siga con su legado, por eso organiza talleres por los pueblos para enseñar a los niños medicina ancestral. Además de todo esto, también cuenta la historia de Palenque, el primer pueblo libre de América Latina, a los turistas que se adentran en esta ciudad del departamento de Bolívar. “Hasta hace muy poco, en Palenque no sabíamos lo que era el turismo”.

De productor musical, a guía turístico

“Yo he trabajado en la industria de la salsa y de la radio. Empecé en la música hace muchos años, en 1974. Fui presentador, promotor de orquestas y productor”, comenta emocionado desde Cali Benhur Lozada. Después de pasar media vida entre EEUU y Colombia, decidió establecerse en su país natal y, además de seguir participando en programas musicales de radio, ahora es guía turístico en esta ciudad del Valle del Cauca.

Jamás estudió para ser técnico de turismo, pero seguramente conoce la música de Cali mejor que nadie en la ciudad. “Hago vídeo-audiciones en las que hablo de la historia de la música, soy gestor cultural. Participo en todo tipo de eventos que tienen que ver con la identidad caleña”, explica.

“En Cali lo que se vende es la salsa y, como conocedores, nos invitaron a que presentásemos al mundo la salsa. El Ministerio y la Secretaría de Turismo se dio cuenta de que nosotros podíamos hacer todo esto. En estos momentos estoy estudiando con el SENA [Servicio Nacional de Aprendizaje] una tecnología en guianza turística y también para obtener el registro nacional de turismo”. Tal y como explica Lozada, desde el Gobierno se han puesto en marcha diferentes planes para formar a la gente y que así pueda dedicarse al turismo.

Lozada tiene el pelo rizado y cano, lleva una gafas de metal pequeñas y la camisa un poco desabrochada. Hace calor en Cali y, sin embargo, parece que nadie en ningún momento está dispuesta a dejar de bailar. “Nos dimos cuenta de que el gran potencial está en el turismo. Uno de nuestros principales productos de exportación es la salsa. En estos momentos, tenemos 700 bailarines caleños en los mejores grupos del mundo y esto es un proyecto de vida, de tratar de rescatar jóvenes en situación de vulnerabilidad en los barrios populares donde se podría meter a otro tipo de cosas. De repente esos jóvenes tienen dos posibilidades, el fútbol o el baile”, dice entre risas.



Colombia es el segundo país latinoamericano con más paro, después de Brasil. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística colombiano, la tasa de desempleo en febrero de 2018 era del 10,8%, porcentaje casi invariable en los últimos años. A esto hay que sumar la presión migratoria que viven ciudades fronterizas con Venezuela, como es el caso de Valledupar.

“En los últimos dos años, han llegado a Colombia cientos de miles de venezolanos. Lo que hemos podido documentar hasta ahora es que es un flujo masivo, un éxodo masivo que responde a la grave crisis de derechos humanos que hay a día de hoy en Venezuela, que afecta principalmente al acceso a la alimentación y a la salud”, explica Carolina Jiménez directora adjunta de Investigación para las Américas de Amnistía Internacional. “En este caso, migrar no es una opción, sino una necesidad”.

“Muchos de los venezolanos que llegan a Colombia están en situaciones muy precarias. Llegan personas que requieren tratamientos médicos, mujeres con necesidad de control natal e incluso a punto de dar a luz y muchísimas personas con necesidad urgente de encontrar trabajo para poder enviar dinero a sus familias en Venezuela”, concluye Jiménez.

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