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Aldo Mas

Berlín —

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Frente al aeropuerto berlinés reconvertido en parque que es el Campo de Tempelhof se encuentra la conocida como Casa del Puente Aéreo. Es un bloque de pisos en alquiler cuyo nombre alude a los tiempos en que el Berlín Occidental quedó desconectada del “mundo libre”. En algunas de las ventanas y balcones del edificio cuelgan pancartas. “Leine Oder Bleibt”, se lee en la más grande. Significa algo así como “Lárgate o Quédate” y ha servido de lema para movilizar a sus vecinos.

Hace unas semanas, los vecinos recibían un correo de los responsables políticos de Neukölln, su distrito. Les informaban del interés de un inversor extranjero en adquirir su edificio. En Neukölln todos saben que este tipo de interés suele traducirse en la compra del edificio. Después llegan las remodelaciones y las subidas de los alquileres. Desde hace años, esa es una de las caras de la gentrificación.

Pero los inversores no siempre se salen con la suya. Desde que en Berlín gobierna el socialdemócrata Michael Müller en coalición con Los Verdes y Die Linke, la ciudad ha hecho de la remunicipalización de vivienda una de las piedras angulares de su estrategia para frenar la gentrificación y las subidas de precios de los alquileres. Desde que empezó a gobernar Berlín esa coalición de izquierdas han sido remunicipalizadas algo más de 8.200 viviendas. Han pasado a ser “bienes berlineses” tras ser adquiridas por empresas públicas.

“La remunicipalización no es solo una idea, es un proceso que está en marcha en Berlín”, constata Volker Eichener, profesor de política social en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Düsseldorf. Eichener conoce bien el caso berlinés. “La ciudad de Berlín tenían una abundante oferta pública de vivienda. Pero a finales de los años 90 y principios de este siglo se vendió la mitad de esas viviendas. Yo estaba entre los que avisamos de que aquello era un error”, cuenta.

Escasez de vivienda

“Nos dijeron dos cosas para justificar la venta: uno, que la situación financiera de la ciudad era muy mala, y, dos, que no era necesario tener un instrumento político de vivienda porque no había carestía de vivienda”, añade Eichener. Ahora, sin embargo, la expresión que mejor define la situación del mercado inmobiliario berlinés es “escasez de vivienda”. Esta realidad ha hinchado los precios del suelo.

En este contexto han ganado protagonismo gente como Florian Schmidt, político de Los Verdes responsable de urbanismo en el distrito Kreuzberg-Friedrichshain. “La vivienda no debería ser tratada como un bien económico, sino como parte de una propiedad común que no esté sometida a la presión del mercado”, dice Schmidt, uno de los responsables locales que más ha destacado en la lucha por aportar soluciones frente al alza de los precios inmobiliarios.

En el caso de la Casa del Puente Aéreo, los responsables del distrito de Neukölln han llegado a frenar al inversor británico Pears Global. Sirviéndose de la legislación vigente, las autoridades apartaron a Pears Global y buscaron a otro comprador. A saber, la cooperativa privada de inquilinos que es la Asociación de Viviendas de Funcionarios de Berlín.

“Es una empresa con buena reputación y un perfil muy social”, dice Andrea. Ella integra el grupo de los cerca de 320 vecinos de la Casa del Puente Aéreo. “Yo estoy muy satisfecho, porque se temía la conversión de las viviendas en alquiler en viviendas en propiedad y el aumento de los alquileres”, dice Jochen Biedermann, político local del partido Los Verdes y uno de los promotores de la intervención para salvar la Casa del Puente Aéreo.

Actualmente se estima que las cooperativas públicas de vivienda de Berlín cuentan con unos 310.000 apartamentos. Representan un 25% del parque de vivienda de la ciudad. Podrían ser más, porque la remunicipalización de viviendas es un empeño político nuevo en Berlín. Con él, las autoridades tratan de corregir la venta de viviendas públicas ocurrida tras la caída del comunismo.

Remunicipalizar el agua

De esa época también data la privatización del agua de la ciudad. Supuestamente para ganar recursos financieros, Berlín privatizó parcialmente la Empresa de Aguas de Berlín (BWB, por sus siglas alemanas) en 1999. El alcalde de entonces, el conservador Eberhard Diepgen, decidió la venta 49,9% del capital de la BWB a la multinacional francesa Veolia y al gigante alemán RWE. La operación supuso un ingreso para la ciudad de 3.300 millones de marcos (unos 1.600 millones de euros).

Aquella venta fue pan para hoy y hambre para mañana. No sacó a Berlín de la precariedad. De lo contrario, el sucesor de Diepgen, el socialdemócrata Klaus Wowereit, no habría puesto de moda este lema para su ciudad: “Berlín es pobre pero sexy”.

Con la privatización de la BWB no mejoró el servicio de gestión del agua. De esta realidad y otras desventajas asociadas a la privatización se dieron cuenta en la Mesa del agua de Berlín, una iniciativa vecinal responsable de la remunicipalización de la BWB. No fue fácil sacar del accionariado a Veolia y RWE. Bien lo sabe Sigur Franzen, una de las responsables de esta Mesa del agua.

“Veolia y RWE no querían salir de la BWB. Pero ahí intervino nuestra iniciativa de referéndum”, dice Franzen. Alude al principal logro de su organización, que movilizó a suficientes berlineses como para sacar adelante un referéndum ciudadano que forzó la publicación de los jugosos contratos firmados por Veolia y RWE con las autoridades de Berlín. En 2011, Franzen y compañía lograron organizar el referéndum, lo ganaron y se consideró obligada la publicación de esos contratos.

Estos no llegaron a hacerse completamente públicos. Pero la amenaza de que salieran a la luz contribuyó a la salida del capital privado de BWB. “El acuerdo que tenían las empresas con la ciudad era que si no generaban beneficios, Berlín tenía que pagarles esos beneficios”, recuerda Franzen. Poco faltó para que la Mesa del agua de Berlín llevara a los tribunales esos contratos.

La remunicipalización de BWB puso fin a los exagerados precios de los días de gestión privada, que sufrieron hasta un 35% de aumento. “Los precios han bajado, pero probablemente sigan siendo muy altos. El modo en que se realizan los cálculos sobre los precios todavía da pie a que puedan ser demasiado altos”, matiza Franzen.

…y también la energía

Inspirada por Franzen y compañía ha visto la luz otra iniciativa que aspira a que Berlín recupere sus infraestructuras eléctricas: la Mesa de la Energía de Berlín. Sus promotores también organizaron un referéndum ciudadano en 2013. En este caso, la votación no tuvo carácter vinculante porque no contó con la suficiente participación.

“Aún así, movilizamos a 700.000 personas y eso bastó para cambiar la situación. Los políticos sintieron nuestra presión y fundaron dos empresas, Berlin Energie, para hacer posible que la ciudad recuperara la gestión de la red eléctrica, y Berliner Stadtwerker, que provee de energías renovables”, cuenta Jens Martin Rode, uno de los fundadores de la Mesa de la Energía de Berlín.

El sector eléctrico de la ciudad no se libró de las privatizaciones que sirvieron en bandeja al capital privado servicios esenciales como la vivienda o el agua. “En los años 90, el sector energético se dividió en tres bloques: producción, red y venta a consumidores”, cuenta Rode. “La empresa sueca Vattenfall compró todo: la producción, la red y el 70% del mercado”, añade.

No obstante, tras algo más de un lustro de actividad, Berlin Energie y Berliner Stadtwerke se han convertido en competencia. Tanto es así que Berlin Energie ganó el año pasado el último concurso sobre la explotación de la red eléctrica. Vattenfall ha llevado a los tribunales esa decisión.

El freno de la COVID-19

Él y el resto de integrantes de la Mesa de la Energía de Berlín esperan que la empresa de la ciudad gane ese pulso a Vattenfall. Entre otras cosas, porque las compañías municipales han demostrado ser “más baratas, más respetuosas con el medio ambiente, más transparentes además de desarrollar ideas contra la pobreza energética, por ejemplo”, sostiene Rode.

Él sabe, al igual que el resto de actores sociales y políticos comprometidos con la remunicipalización de infraestructuras y servicios en Berlín, que la crisis que ha traído consigo la COVID-19 puede frenar a las ciudades con agendas remunicipalizadoras. Pero el impacto del coronavirus aún está por aclarar.

“No sabemos cuántos ingresos faltarán en las arcas de la ciudad, ni cómo de rápido se va a recuperar la economía”, según Schmidt, el responsable de urbanismo en Kreuzberg-Friedrichshein. De lo que no hay dudas es que mientras sigan existiendo políticos como él y movimientos sociales como el de Rode o Franzen, la remunicipalización seguirá siendo un horizonte por el que luchar en Berlín.

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