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Borrell defiende ante la Eurocámara su viaje: “Si puede ir todo el mundo a Rusia menos el Alto Representante, ¿para qué lo tienen?”

El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, en el Parlamento Europeo el 9 de febrero de 2021.

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —
9 de febrero de 2021 17:08 h

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Josep Borrell ha defendido su viaje ante una tensa sesión en la Eurocámara. Primero en una intervención más fría en inglés; y, después, al final del debate, en un discurso más acalorado en castellano. El Alto Representante de la UE ha reconocido que el contexto “era muy complicado”, pero que la diplomacia es algo más que “mandar comunicados desde el despacho”, hay que “ir al lugar concreto en el momento preciso”. Y, según Borrell, ese momento era “la detención de Navalni y de cientos de manifestantes”. En todo caso, Borrell viajó con el apoyo mayoritario expreso del Consejo –los Gobiernos–, organismo en el que recae la potestad de imponer sanciones –por unanimidad– y que se encuentra dividido sobre qué acciones tomar con el Kremlin.

“¿Saben cuántas misiones oficiales de los Estados miembros ha habido a Moscú en los dos últimos años?”, se ha preguntado Borrell. Y ha respondido: “Diecinueve, diecinueve. ¿Hay que ir o no hay que ir? ¿O puede ir todo el mundo menos el Alto Representante? ¿Entonces para qué lo tienen? Parece que ir no es algo que esté tan prohibido, es bastante normal”. 

Borrell hizo más preguntas a los eurodiputados: “¿Creen que no me habría gustado entrar en un cuerpo a cuerpo como la comparación de Navalni, que ha sufrido un intento de asesinato y va de juicio en juicio con la de algún eurodiputado y algunos colegas suyos que hacen campaña electoral en Catalunya? ¿Creen que tiene sentido? Es evidente que no la tiene. Pero no me quise enzarzar [con Lavrov] porque no venía a cuento. Preferí repetir el mensaje que llevaba: que la UE condena, protesta y reclama que se investigue el envenamiento y que sea liberado porque no es un juicio justo”.

Pero Borrell, dice, ha aprendido varias lecciones del viaje: “No están dispuestos a recomponer las relaciones si seguimos planteando los problemas de derechos humanos, si los seguimos colocando sobre el tapete. Pero es algo que forma parte de nuestro ADN”. Y también ha reconocido: “Es una visita que acarreaba riesgos que asumí, porque condenamos cómo se ha gestionado el asunto Navalni y porque así he podido tomar el pulso a nuestras relaciones con Rusia. Se puede creer que la oportunidad era la buena o no, que el resultado no ha sido bueno y la interpretación mediática y mayoritaria esta cámara es que no lo ha sido: pero, según algunos, porque no había que ir; o porque no había que ir entonces; o porque no hemos tratado los temas; o porque no hemos defendido lo suficiente a Navalni. Si esto es un pim pam pum, el beneficiario es el Kremlin, que estará encantado con nuestras divisiones”.

En todo caso, si bien “el Gobierno ruso está degenerando por una ruta autoritaria, con el margen para la libertad de expresión achicándose y sin márgenes para alternativas”, “es de importancia clave mantener un canal abierto, es nuestro vecino más grande y tenemos que definir unas relaciones que eviten un enfrentamiento permanente. Hay que mantener abiertos canales de diálogo de cara a cara, sobre todo en asuntos que tienen potencial de ser conflictivos, como defender los derechos de Navalni”.

Borrell, además, ha dejado la puerta abierta a más sanciones: “Sin unidad no habrá determinación y sin determinación no vamos a poder definir una buena política. Los Estados miembros decidirán los pasos, que pueden incluir sanciones, y voy a hacer propuestas concretas en el próximo Consejo de Asuntos Exteriores [22 de diciembre]”.

Pero no convenció a la mayoría de los eurodiputados, sobre todo a los del Este. Borrell encontró algo de calor entre los suyos, la bancada socialista, y la empatía de eurodiputados Verdes, pero miembros de los grupos ultraconservadores y de la extrema derecha han pedido su dimisión. Y algunos, desde La Izquierda, como la irlandesa, Clare Daly, han recordado los casos de Pablo Hasel y los independentistas condenados por el 1-O.

Entre los populares y liberales también ha recibido mensajes duros, algunas peticiones de dimisión, por sus buenas palabras sobre la vacuna Sputnik V y por los desplantes que recibió de Lavrov. Pero también ha habido muchos mensajes hacia París y Berlín, en tanto que las sanciones de la UE requieren de unanimidad y la gran infraestructura del gasoducto Nordstream 2 conecta, precisamente, Rusia con Alemania.

El eurodiputado portugués del PPE, Paulo Rangel, ha sido particularmente duro: “Lamentamos profundamente su actuación en un momento tan delicado y decisivo. Lamentamos esa decisión suya de ir a Moscú, su declaración desatinada y condescendiente, que no haya tenido el arrojo de responder a Lavrov en público”. Un tono diferente al del popular español Francisco Millán Mon: “El fracaso estaba anunciado, la coyuntura fue pésima. No cabe ser optimista sobre el futuro de las relaciones, las distintas posiciones de los Estados miembros no auguran la adopción fácil de decisiones tajantes. Tiene un difícil trabajo por delante”. El eurodiputado holandés popular Peter Van Dalen sí fue más lejos: “Me gustaría ver a otro Alto Representante con más determinación”.

Tampoco se quedó corto el secretario general del Partido Popular Europeo y eurodiputado español Antonio López-Istúriz, quien se ha acordado hasta de Pablo Iglesias: “Sirva el viaje como ejemplo para Turquía, Cuba, Venezuela, e Irán. Los fascismos y comunismos jalean al régimen de Putin financiados por estos regímenes. Ahí está el vicepresidente del Gobierno español, financiado en el pasado por Venezuela e Irán [numerosas sentencias judiciales han rechazo las teorías de la financiación de Podemos por ningún país], haciendo el juego a Putin erosionando el sistema democrático. En el caso español, ni un paso atrás en la injerencia ante racismos excluyentes. Hay que sentarse con la oposición democrática, no con los gangsters que solo entienden las sanciones. Hay muchos aquí que hablan de la dimisión de Borrell, pero no de sanciones: hay que publicar en el próximo Consejo quién está a favor y en contra de las sanciones a Rusia. Y quien no lo esté, que afronte las consecuencias”. 

El ex presidente catalán, Carles Puigdemont (Junts), ha pedido la dimisión del Alto Representante: “Usted ha dicho que los presos catalanes no pueden compararse a Navalni, pero los líderes catalanes tienen sentencias de prisión por organizar un referéndum. Ese doble rasero de la UE es humillante para todos. La UE no puede recomendar recetas que no aplica en casa. Quiero una voz por los derechos humanos sin complejos para todos, en Rusia, China, Marruecos y Turquía. Usted no es esa voz, haga un Borrellexit”.

El eurodiputado de Vox Hermann Terstch no ha llegado a pedir la dimisión, como buena parte de sus colegas de escaño en el grupo ultraconservador ECR: “He oído comparaciones grotescas y ridículas entre Navalni y una serie de delincuentes ladrones y golpistas que en España han sido condenados y están haciendo campaña. En Rusia habrían sido fusilados, o encarcelados y envenenados. Usted ha ido a por lana y ha vuelto trasquilado. Se fue a Moscú a llevarse bien pese a las barbaridades del Kremlin. Le ha salido muy mal, ha fracasado rotundamente”.

Compañera de bancada en ECR, Assita Kanko, de los nacionalistas flamencos de la N-VA y aliada de los independentistas catalanes, comenzó así su discurso: “¿Dónde están los cojones de la UE? ¿En qué estaba pensando? Ha sido un desastre. Sólo tiene una forma de salir de este desastre, plantee un duro paquete de sanciones contra la cleptocracia de Putin”.

El eurodiputado verde Reinhard Bütikofer ha respondido: “Lamento que los compañeros de la extrema derecha y la extrema izquierda comprendan mejor la dictadura de Putin que nuestra democracia. Su viaje ha sido un fiasco, pero no lo tenía fácil por la falta de unidad en el Consejo. Rusia ha jugado sucio y hay que actuar. No estoy de acuerdo con que tenga que abandonar su cargo. No podemos caer en la trampa. Sus palabras han sido firmes y severas y espero que tengan eco en París y Berlín. Debe luchar para convertir las palabras en hecho. Nos tendrá a su lado”.

“Lo fácil es poner un tuit desde casa”, terció el socialista español Nacho Sánchez Amor: “Con la amenaza de AstraZeneca no pedimos la dimisión de Valdis Dombrovskis [vicepresidente económico de la UE responsable de Comercio y miembro del PPE]. Los socialistas no vamos a contribuir a la desunión”.

Kati Piri, socialista holandesa, ha afirmado: “Hemos visto un Kafka del siglo XXI: después de asesinarlo, había que eliminarlo. Borrell ha señalado los problemas, la cleptocracia, y Moscú ha usado la visita para humillar la UE expulsando diplomáticos, diciendo que la UE no es de fiar. ¿Qué habría pasado si los líderes hubieran tenido una postura más fuerte? El Consejo, por contra, evita tomar acciones más fuertes. Pero Viktor Orbán lo ha vetado; Chipre ha dado pasaportes dorados a millonarios rusos; Macron ha renovado la llamada al diálogo; y ha vuelto la construcción del Nordstream 2 con Angela Merkel. El Consejo va a tener que pedir sanciones duras para Putin y sus socios. Borrell ha llegado a esa misma misma conclusión”.

El líder de los liberales en la Eurocámara, Dacian Ciolos, ha defendido que la “visita fue un error, habría sido mejor posponerla si no había margen para ejercer presión para liberar a Navalni. Una visita en este contexto es simbólico”.

Según Ciolos, Borrell “mandó la señal equivocada. La coherencia de los mensajes es importante para los que luchan a la democracia. Usted se fue a una trampa mediática del régimen de Putin, después de la condena de Navalni y detenciones de manifestantes. Putin ha pisoteado el derecho internacional y a sus ciudadanos, Rusia ordena asesinatos, campañas de desinformación.... todo esto lo sé de sus informes. No puede decir que no está al tanto de lo delicada de esta visita. La visita en estas condiciones, ha mermado la credibilidad diplomática de la UE. Cabe ahora aprender las lecciones de lo que ha pasado”.

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