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May emprende una gira europea para encontrar una salida agónica al Brexit y su Gobierno

La Primera Ministra de Gran Bretaña, Theresa May, en una conferencia de prensa tras una cumbre extraordinaria de líderes de la UE para formalizar el acuerdo de Brexit en Bruselas, el pasado 25 de noviembre de 2018

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

Bruselas tiene su propio idioma. No es el francés ni el inglés ni el flamenco. Es el idioma de las instituciones europeas, con términos que parecen insustituibles en los idiomas de cada uno. Pero no porque así lo sea, sino porque se usan hasta la saciedad. Durante año y medio el término del Brexit –que ya es un neologismo en sí mismo– fue backstop. Venía usándose desde antes para hablar del respaldo de la unión bancaria, pero con el mismo éxito que el propio respaldo de la unión bancaria, anunciado en 2013 y aún sin haberse puesto en marcha –aunque parece que ya sí que sí–.

Esta semana, junto a backstop –la salvaguarda para que la frontera irlandesa sea líquida en caso de no lograr un acuerdo de relación futura entre Reino Unido y la UE que lo mejore tras el periodo de transición–, el término llamado a convertirse en trending topic en toda conversación en Londres y en Bruselas es “renegociar”. 

La primera ministra, Theresa May, necesita que cale en su país que va a renegociar el Brexit con Bruselas, y que va a conseguir mejoras sustanciosas en el último minuto. Las instituciones comunitarias, por su parte, necesitan que cale en todas las capitales comunitarias que no se va a reabrir ningún texto, ni el del acuerdo de retirada ni la declaración política sobre la relación –comercial– futura entre Reino Unido y la UE. 

May necesita una pica en Flandes –literalmente–; Bruselas necesita que nadie pueda aprovechar que se abre el melón de 585 páginas para exigir cambios –¿y si España aprovecha para reclamar la retirada del célebre artículo 184 de la discordia?–. 

Para ello, la primera ministra británica se ha remangado: este martes desayuna con el primer ministro holandés, Mark Rutte, en La Haya; almuerza con la canciller alemana, Angela Merkel, en Berlín; se toma el té de la tarde en Bruselas con el presidente del Consejo, Donald Tusk; y la cena con el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker.

Pero, eso sí, las dos partes necesitan superar el bloqueo. Bruselas quiere ayudar a Londres; el propio presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ha convocado una cumbre de jefes de Gobierno de la UE para este jueves –sin May– para “facilitar la ratificación en Reino Unido, no para renegociar, ni siquiera el backstop”. Y el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, ha insistido en ese mensaje este martes por la mañana: “No podemos renegociar, sólo añadir aclaraciones”.

Pero, ¿cómo se puede facilitar una ratificación del Brexit sin tocar un punto y una coma cuando precisamente tal y como están los documentos el Parlamento de Westminster está decidido a tumbarlos?

El ministro de Exteriores español, Josep Borrell, se ha salido este lunes del argumentario bruselense para dar pistas: “España ha sido muy constructiva y lo va a seguir siendo, entre otras cosas por propio interés. Las relaciones son muy fuertes lo miren como lo miren. A España le perjudica más una salida desordenada que a otros países. Tenemos el máximo interés en evitarla, por flujo turístico, por inversiones... Deseamos tener las mejores y más estrechas relaciones”.

“De lo que nosotros dependa”, ha destacado Borrell: “Vamos a seguir estando dispuestos a ver cuál es el problema y cómo se puede resolver”.

Borrell abre la puerta a la renegociación, una puerta que Bruselas se empeña en mantener cerrada. Como ha dicho Tusk; como han dicho los portavoces de la Comisión: “Es el único acuerdo. Es el mejor acuerdo. No vamos a renegociar, y trabajamos con la idea de que Reino Unido se va de la UE el 29 de marzo”.

¿Entonces? Hay quien en Bruselas sugiere una salida a la española; es decir, resolver las necesidades de última hora de Theresa May como se resolvieron las de Pedro Sánchez en relación con Gibraltar: con alguna declaración hecha a la medida colgando de algún resorte lo suficientemente etéreo para no molestar a nadie y lo suficientemente consistente para contentar al interesado. O, como lo ha llamado el ministro británico para el Brexit, Martin Callanan, este martes: “Additional legal biding reassurances (garantías legales adicionales)”.

De lo contrario, si Bruselas y Londres no encuentran una salida agónica que salve el Brexit y el Gobierno británico, no puede descartarse que May, ante la eventualidad de un Brexit sin acuerdo que periclite una frontera dura entre las dos irlandas, tome la salida de emergencia que le ha enseñado este lunes a primera hora el Tribunal de Justicia de la UE: igual que un Estado miembro puede activar la salida de la UE de forma unilateral, la puede desactivar de forma unilateral... Y todo ello con un horizonte apremiante: si no se detiene el Brexit, Reino Unido sale de la UE el 29 de marzo –ya sea de forma ordenada o sin acuerdo y caóticamente–, y antes de esa fecha los parlamentos británicos y europeo deben aprobar el acuerdo; un trámite parlamentario que se comerá más de dos meses. Como dicen fuentes diplomáticas, estamos entrando en una zona de “riesgo parlamentario” y con el Brexit y el Gobierno de Londres en el aire.

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