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Irán ataca a una farmacéutica, EEUU acusa a China y robo de contraseñas en la OMS: guerra de espionaje por la vacuna

Una voluntaria recibe la vacuna contra el coronavirus como parte de un programa de prueba en Wuhan, China.

Javier Biosca Azcoiti

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El coronavirus ha aumentado la carga de trabajo de los servicios de inteligencia y espionaje por todo el mundo. Los Estados están sedientos de información sobre la carrera por la vacuna, sobre posibles tratamientos, sobre la gestión de la pandemia en otros países y sobre el origen del virus. Los científicos buscan todas las respuestas, pero no están solos.

El FBI y el Departamento de Seguridad Nacional de EEUU están trabajando para publicar un aviso en el que advierten que China está buscando “propiedad intelectual valiosa e información de sanidad pública sobre vacunas, tratamientos y pruebas a través de métodos ilícitos”, según reza el borrador al que ha tenido acceso The New York Times.

“Los países tienen un alto deseo de información sobre cómo están respondiendo otros países, pero también sobre aspectos como la investigación de vacunas. Hemos identificado actividad de reconocimiento y algunas intrusiones en determinadas instituciones, especialmente aquellas que han anunciado públicamente que están trabajando en investigaciones relacionadas con COVID-19”, señalaba Tonya Ugoretz, directora adjunta de la división de ciberseguridad del FBI, en una videoconferencia organizada en abril por The Aspen Institute. “Estas instituciones tienen buenas razones para informar sobre el trabajo que están haciendo y educar a la gente, pero el lado negativo triste es que les convierte en objetivos de Estados interesados en obtener detalles e incluso robar el trabajo que están haciendo”.

John Hultquist, director de análisis de Mandiant Threat Intelligence, la unidad de ciberinteligencia de la empresa de seguridad FireEye, señala a eldiario.es: “Hemos identificado ciberesionaje en varias organizaciones que llevan a cabo investigaciones sobre la COVID-19. Actores de Rusia, China e Irán han atacado múltiples organizaciones públicas y privadas desarrollando terapias contra el virus”. “Sospechamos que recabar inteligencia sobre COVID-19 se ha convertido en la prioridad número uno de los servicios de inteligencia en todo el mundo y esperamos acciones agresivas de ciberespionaje contra el sector público y privado”, añade.

Por ejemplo, FireEye detectó a finales de abril que actores vietnamitas llevaban desde enero atacando al Gobierno de Wuhan y al Ministerio de Gestión de Emergencias de China en búsqueda de información relativa a la crisis sanitaria. Los expertos señalan que el cambio rápido y no planeado de todas nuestras vidas a la red ha creado además oportunidades adicionales tanto para los cibercriminales como para los Estados.

La semana pasada, la Agencia de Ciberseguridad y Seguridad de Infraestructuras del Departamento de Seguridad Nacional de EEUU (CISA) y el Centro Nacional de Ciberseguridad de Reino Unido (NCSC) emitieron una alerta sobre este tipo de ataques e intrusiones. “CISA y NCSC están investigando actualmente un número de incidentes en los que los actores están atacando compañías farmacéuticas, organizaciones de investigación científica y universidades”, indican las agencias de seguridad nacional. Estos grupos “atacan a menudo tales objetivos para robar información de investigación sensible y propiedad intelectual para obtener un beneficio comercial y estatal”, añade.

La empresa farmacéutica estadounidense Gilead Sciences Inc, productora del Remdesivir –uno de los pocos fármacos que parece efectivo para combatir el virus y que aún está en estado de pruebas clínicas–, sufrió un ciberataque y los expertos que han analizado la intrusión apuntan a Irán, aunque el Estado ha negado haber participado en dicho ataque. La operación pretendía robar contraseñas a través de correos electrónicos falsos.

Algo parecido le ocurrió a la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero los autores no han sido identificados. Algunos expertos sospechan de un grupo llamado DarkHotel, el cual lleva haciendo operaciones de ciberespionaje desde 2007. El director de seguridad de la información de la OMS, Flavio Aggio, ha alertado de que el número de ataques contra el organismo de la ONU ha experimentado un “gran aumento”.

En Estados Unidos, uno de los organismos que ha estado al frente de la obtención de información sobre el coronavirus es una desconocida agencia radicada en la base militar de Fort Detrick, Maryland. Se trata del Centro Nacional de Inteligencia Médica (NCMI), una unidad de la Agencia de Inteligencia del Departamento de Defensa. Antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarase oficialmente la pandemia, el NCMI alertó de que el riesgo de pandemia era “inminente”.

“El valor del NCMI es que tiene acceso a información que ni la OMS, ni el Centro de Control de Enfermedades ni nadie más tiene”, señaló Denis Kaufman, extrabajador en esta unidad, a NBC News. Paradójicamente, la base de Fort Detrick ya fue el foco de atención durante otra crisis sanitaria en los años 80, la provocada por el VIH, que causa el sida. Una campaña soviética de desinformación llamada 'Operación infektion' afirmaba que el VIH había sido creado a propósito por el Gobierno de EEUU en Fort Detrick.

El control de la narrativa y sus efectos sobre la vacuna

La búsqueda de respuestas sobre el origen del virus, su tratamiento y la vacuna también se ha visto afectada por la guerra informativa entre Estados Unidos y China. Paralelamente a la investigación científica, las dos superpotencias están construyendo su narrativa sobre la crisis. China intenta demostrar que su gestión ha sido ejemplar y que no ocultó el origen de la expansión del virus. EEUU, por su parte, culpa directamente a China de la pandemia, sugiriendo que incluso pudo ser fabricado por el hombre en un laboratorio de virología de Wuhan, la ciudad donde emergió el brote.

Esta batalla por la narrativa también está pasando factura a la busca de una solución para la pandemia. El caso del científico estadounidense Peter Daszak es el ejemplo perfecto. Daszak lleva toda su carrera estudiando virus peligrosos en animales salvajes, especialmente murciélagos. En 2003 advertía en una entrevista con la CBS: “Lo que más me preocupa es que no seamos capaces de ver la próxima enfermedad. Que de pronto veamos un virus SARS que se mueva de una parte del planeta a otro matando a gente”.

Daszak es presidente de la organización sin ánimo de lucro EcoHealth Alliance, dedicada al estudio y prevención de nuevas enfermedades. Su organización lleva más de 15 años trabajando con el Instituto de Virología de Wuhan con la ayuda financiera del Departamento de Sanidad de EEUU. “El innovador medicamento para COVID-19, Remdesivir, se probó contra los virus que descubrimos bajo la financiación del Departamento de Sanidad”, declaró esta semana Daszak al programa 60minutes de la cadena CBS.

Esa financiación vital para la investigación desapareció el mes pasado, pocos días después de que empezase a surgir en EEUU la teoría de que el origen del virus está en el laboratorio en el que tanto ha trabajado Daszak. La razón de la suspensión, en palabras del científico: “No encaja con las prioridades del Departamento de Sanidad ahora mismo”. Actualmente hay ocho vacunas en evaluación clínica, lo que supone que se están probando en humanos, y otras 102 vacunas en evaluación preclínica.

La guerra de información entre China y Estados Unidos también ha agravado la situación de los periodistas chinos en EEUU y viceversa. A mediados de marzo China anunció la expulsión de los periodistas estadounidenses de The New York Times, The Wall Street Journal y The Washington Post.

La acción era una respuesta a la decisión previa de EEUU de nombrar agentes operativos del Estado a cinco medios de comunicación de China y obligando a la expulsión de 60 de sus trabajadores. “Medios de propaganda que responden al Partido Comunista Chino son agentes extranjeros, no periodistas”, señaló la portavoz del Departamento de Estado.

EEUU cree que otro foco importante de espionaje de China se da en el mundo académico. Durante los últimos meses y antes de que emergiera la crisis del coronavirus, el FBI lanzó una campaña de información a las universidades para tener especial cuidado y control con los académicos visitantes procedentes de instituciones afiliadas al Gobierno chino. “Cuando vamos a las universidades, lo que intentamos es destacar el riesgo sin disuadirles de acoger a investigadores y estudiantes de países como China”, afirmó en una entrevista a AP John Demeres, el cargo más alto de seguridad nacional dentro del Departamento de Justicia.

“La crisis de COVID-19 supone una grave preocupación existencial para los Gobiernos y el actual ambiente de desconfianza está aumentando las incertidumbres, animando a la recogida de información de inteligencia a una escala equiparable a un conflicto armado”, señala la empresa FireEye. “Hasta que acabe esta crisis, anticipamos que el ciberespionaje continuará aumentando a nivel global”.

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