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La cena del medio billón de dólares: China y EEUU se reúnen en privado durante el G-20

El presidente estadounidense, Donald J. Trump (i), y el presidente chino, Xi Jinping (d), se dan la mano durante una rueda de prensa el 9 de noviembre e 2017, en el Gran Palacio del Pueblo, en Pekín (China).

Francisco de Zárate

Si a Donald Trump y a Xi Jinping les preocupa algo el colesterol, lo mejor va a ser que no pidan carne en su cena de esta noche. Si cumplieron con todas las comidas que el Gobierno de Argentina programó para los líderes del G20, habrán pasado ya por choripanes, ojos de bife, empanadas de carne y filetes de lomo. Y aún les quedan los corderos de la Patagonia reservados para el almuerzo del sábado.

Pero tal vez el colesterol sea lo que menos preocupe a los presidentes de China y Estados Unidos en su encuentro bilateral de este sábado, el primero que celebran desde que en noviembre de 2017 se vieron en Pekín. Entre los 250 mil millones de dólares de exportaciones chinas que ya sufren un 'arancel Trump' y los 267 mil millones que podrían sumarse, la batalla de Xi Jinping esta noche es por un negocio de más de medio billón de dólares, una cantidad comparable al PIB de Suecia. Además de ampliar el número de artículos arancelados, la amenaza de Trump es incrementar en enero el gravamen que ya están pagando muchos productos chinos, haciéndolo pasar del 10% al 25%.

Más importante que el menú es el nombre de los invitados a la cumbre bilateral. La confirmación de Peter Navarro, por el lado de Trump, contribuyó en gran medida a los vaivenes que el viernes sufrió el índice bursátil Dow Jones en la Bolsa de Nueva York. Funcionario de Trump en la Casa Blanca, Navarro defiende la línea dura contra Pekín desde los días en que el magnate republicano se postulaba como presidente y dicen que fue él quien insistió en que el presidente eligiera a China como rival estratégico.

¿Qué puede pasar en el encuentro de hoy? Una marcha atrás en los aranceles ya impuestos parece descartada hasta por los funcionarios chinos. Según el periódico The Wall Street Journal, su objetivo es que las cosas queden como están y Trump no cumpla con su amenaza de incluir nuevos artículos a las barreras y de subir los aranceles existentes.

Para Ian Bremmer, de la consultora en riesgo geopolítico Eurasia Group, ese es un escenario posible debido a “la gran cantidad de tiempo que las dos partes han pasado preparando el encuentro y asegurándose de que sale algo productivo de él”. “La pregunta”, dijo Bremmer a eldiario.es, “es si estamos ante el primero de muchos encuentros, en cuyo caso seguiríamos con la amenaza de nuevos aranceles el 1 de enero, o si llegan a un acuerdo macro entre China y los Estados Unidos que funcione como un 'alto el fuego' en la guerra comercial”.

En opinión de Bremmer, alcanzar ese acuerdo macro que evite nuevas beligerancias en enero está dentro de lo esperable. El problema con Trump es que la variable del escándalo doméstico está siempre demasiado cerca y, como dice Bremmer, en esas circunstancias el presidente “puede ser especialmente autodestructivo”.

Habrá que administrar con prudencia el optimismo, entonces. Este jueves, el exabogado de Trump, Michael Cohen, confesó haber hecho declaraciones falsas en relación a la construcción de una Torre Trump en Moscú cuando el Congreso de EEUU lo investigaba por las posibles connivencias con Rusia en las presidenciales de 2016. “¡Caza de brujas!”, respondió ayer Trump en un tuit desde Buenos Aires.

Pero si consigue dominar sus impulsos, a Trump también le conviene el alto el fuego. Es verdad que, en principio, las hostilidades comerciales debilitan principalmente a China porque su economía depende más de las exportaciones que la de Estados Unidos, pero dañar al crecimiento chino termina afectando siempre a las economías de Europa y de Estados Unidos.

De acuerdo con un análisis de Bloomberg, China tiene tres cosas que ofrecer para evitar el embate: relajar el requisito que obliga a los inversores extranjeros a compartir el capital de las empresas con el Estado chino; combatir de verdad el robo de propiedad intelectual; y presentar una hoja de ruta creíble en la que el déficit comercial de Estados Unidos con China se vaya reduciendo progresivamente.

La batalla de los aranceles es la más visible pero podría ser solo una excusa. Según Néstor Restivo, director de la publicación argentina sobre las relaciones de China con América Latina DangDai, el gran objetivo de EEUU es “frenar como sea el ascenso de China”: “Lo de los aranceles es la punta del iceberg, una herramienta que tiene para impedir que China crezca tan rápidamente, pero lo que está de fondo es el tema tecnológico, el Plan Made in China 2025 es lo que de verdad preocupa, un proyecto chino de mucho avance en inteligencia artificial, biotecnología y robótica”.

En opinión de Restivo, el mejor resultado del encuentro entre Trump y Xi Jinping esta noche sería “un acuerdo de partes para ordenar una transición hacia unas relaciones de fuerzas más equilibradas, un mundo más multipolar en el que se tendrían que empezar a aceptar espacios de intervención del uno y del otro, como que Estados Unidos pueda hacer negocios en Asia y que a cambio no interfiera en los negocios de China en América Latina”.

Sobre el papel, suena bien. El problema es que a la potencia en ascenso le resulta más fácil aceptar la nueva multipolaridad del mundo que a la que ve amenazada su supremacía. No parece una píldora fácil de tragar por Trump aunque por otro lado, y como dice Restivo, “la rivalidad existe y China no va a dejar de crecer por estas amenazas”.

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