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La crisis entre EEUU e Irán pone en jaque el principal paso de petróleo del mundo

Imagen satélite del estrecho de Ormuz, en el Golfo Pérsico.

Marta Maroto

El estrecho de Ormuz vuelve a ser testigo de los encontronazos entre dos viejos enemigos. Tras el ataque a dos cargueros, la violencia aumentó con el derribo de un dron estadounidense por parte de Irán, que se prestó a una escala verbal en la que ha amenazado con cerrar el estrecho si se aplican restricciones a sus ya reducidas exportaciones. Por el enclave petrolero más importante del mundo pasa cada día cerca del 20% del comercio mundial, cerca de 20 millones de barriles.

Las amenazas de la República Islámica de cerrar el paso de Ormuz son frecuentes. La última vez fue a finales de abril, cuando Estados Unidos reforzó su presencia militar en el Golfo tras los supuestos ataques iraníes a buques de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Entonces, el precio del Brent, el barril de referencia en Europa, alcanzó máximos anuales rozando los 75 dólares. Ahora, desde que los dos petroleros se incendiaran en el estrecho —según EEUU por ataques iraníes—, el Brent ha subido casi un 7%, superando los 66 dólares el barril.

La amenaza de la guerra comercial contra China presiona en la misma dirección que la dinámica global de caída de la demanda, manteniendo precios bajos. Es este conflicto geopolítico lo que está provocando algunos picos de tensión y subida de los precios del crudo. No existen mecanismos de compensación que puedan frenar por mucho tiempo una subida de los precios del crudo si el tráfico en el estrecho de Ormuz se cerrase, explica a eldiario.es el experto en energía del Real Instituto Elcano, Gonzalo Escribano. 

Entre Irán y Omán, el estrecho es la vía petrolera más importante del mundo, mueve cerca del 20% del mercado de crudo mundial y el 30% del comercio por mar. Y no solo petróleo, por Ormuz también pasa el gas licuado catarí, que representa el 30% del tráfico global de este bien, y otros derivados del crudo como el metanol o la nafta que transportaban los cargueros atacados hace unas semanas.

Irán “se pegaría un tiro en el pie” si cumpliese su amenaza de cerrar el estrecho de Ormuz, cuenta Escribano. Con la vuelta de las sanciones Irán ya ha visto muy mermadas sus exportaciones: en mayo de 2018, antes de la salida de Estados Unidos del acuerdo, vendía más de dos millones de barriles diarios. Ahora apenas llega a los 300.000. El grueso de las exportaciones iraníes son ventas de crudo, que suponen un 72%. La población lleva años notando las consecuencias de las sanciones, y se teme que una vuelta a las restricciones económicas haga escasear productos de primera necesidad, como los medicamentos.

No solo Irán, todos los países que dibujan el Golfo Pérsico dependen del estrecho de Ormuz. El gigante saudí es el mayor productor y el segundo del mundo, con un ritmo de 9,9 millones de barriles diarios, según los últimos datos. Le sigue en la zona Irak, productor de 3,5 millones, que en su práctica totalidad necesitan del estrecho de Ormuz, ya que el oleoducto que conectaba el norte del país con la costa libanesa sigue sin funcionar.

Sí podría suponer una alternativa temporal el oleoducto que atraviesa Arabia Saudí y desemboca en el mar Rojo. Su capacidad, sin embargo, apenas alcanza los cinco millones de barriles, menos del 30% de las cantidades que atraviesan a diario Ormuz. Existe también otro oleoducto que conecta Emiratos Árabes Unidos con Omán, pero no llega a los dos millones. El gas catarí no tendría manera de escapar a su dependencia del estrecho y tampoco habría una solución para el propio Irán, vetado por la mayoría de sus países vecinos.

Los grandes afectados serían, sin embargo, los países que consumen el petróleo iraní, especialmente China y Japón, cuenta Escribano. Después de alcanzar máximos en stock en abril, la importación china de petróleo se sitúa cerca de 9,5 millones de barriles diarios y son los países del golfo su mayor proveedor –en segunda posición está Rusia–. En cuanto a Japón, es conocida su dependencia del petróleo de Oriente Medio, suponiendo el 88,7% de sus compras, según cálculos de abril.

Otros países ya han sucumbido a la presión del ejecutivo de Donald Trump, como India, que ha comenzado a comprar más petróleo saudí y estadounidense, pese a contar con refinerías y estructuras preparadas para el crudo iraní. Corea del Sur ha reducido en un 60% la demanda de petróleo iraní.

Cerrar el estrecho de Ormuz: una declaración de guerra

El estrecho de Ormuz supone la única salida al mar para muchos países del Golfo. En sus zonas más angostas apenas alcanza los 33 kilómetros de longitud entre costa y costa. La profundidad es suficiente para dar cabida a un tráfico tan pesado como los buques petroleros, que se repartem en carriles de tres kilómetros. El segundo paso más importante de estas características es el estrecho de Malaca, entre Malasia e Indonesia, que mueve 16 millones de barriles diarios. El estrechísimo canal de Suez permite el tráfico de 5,5 millones. 

“Si Estados Unidos intenta detener las exportaciones de petróleo iraní, entonces ningún país del Golfo podrá exportar”, amenazaba el primer ministro iraní, Hassan Rouhani. Sin embargo, el estrecho es un bien público, explica Escribano, y nadie tiene derecho a cerrarlo. La República Islámica suele utilizar este tipo de amenazas para demostrar su poderío militar e influencia en la región, justificando que sería la última medida, el último recurso en caso de ataque extranjero.

Con cerrar el estrecho Irán se refiere a “pegar un zapatazo a algún tanquero y hundirlo”, concluye Escribano. Podrían utilizarse minas marinas, lanzar explosivos desde algún punto de la costa o habilitar barcos patrulla que ataquen a la flota enemiga. Su cierre implicaría entonces una fuerte escalada bélica en la que, pese a las potenciales pérdidas, todavía sería siendo más rentable mantener cierto tráfico. Aumentarían mucho los costes porque habría que fletar barcos para escoltar a los cargueros, además de los problemas que supondría tener que retirar tamaños buques de un paso tan estrecho.  

Estados Unidos tiene una base naval en Bahréin y la utilizaría en caso de conflicto. Pese a que China podría ser el que mayor interés tuviera en proteger sus intereses en la región, al ser el país que más petróleo importa de los países del Golfo, no tiene una marina de aguas profundas que pueda desplazar barcos a la zona. Otros países europeos, sobre todo los británicos, han mandado buques. España, sin embargo, decidió retirar su fragata Méndez Núñez a mediados de mayo cuando comenzaron las tensiones para no verse envuelta en un posible conflicto.

La guerra de los petroleros de los 80

El conflicto actual recuerda a la llamada guerra de los petroleros, un fuerte enfrentamiento en el marco de la guerra entre Irán e Irak en el que también se vio involucrado EEUU. El episodio tuvo como escenario el estrecho de Ormuz. Ni siquiera en aquel momento, en el que varios buques fueron atacados e incluso hundidos y Estados Unidos tuvo que ejercer de escolta en muchos casos, el estrecho no llegó a cerrarse. 

El conflicto en los años ochenta provocó que la cotización del crudo se duplicase. En el contexto actual de ralentización de la economía global, los efectos son menos notorios. No obstante, en caso de una fuerte caída de la oferta de crudo, la Agencia Internacional de la Energía, formada por los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), podría liberar reservas estratégicas como ya hizo en 2011 en el conflicto libio. Estas reservas no serían suficientes, sin embargo, para compensar la caída de los casi 20 millones de barriles diarios que atraviesan Ormuz. 

Nadie quiere conflicto, así lo han expresado ambas partes. Aunque añadiendo la coletilla de que están preparados para una repetición de la guerra de los petroleros si esto fuera necesario. A pesar de todo, el estrecho de Ormuz, aunque lluevan misiles, seguirá abierto. 

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