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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

La desinformación y la manipulación, otro frente de batalla en la guerra entre Israel y Hamás

Humo y destrucción en el norte de la Franja de Gaza, como resultado de los continuos bombardeos israelíes.

Ana Garralda

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La guerra entre Israel y y el grupo palestino Hamás está generando tal cantidad de desinformación en el entorno digital y mediático que contrastar su veracidad se ha convertido en un nuevo frente de batalla intangible y virtual.

Mientras que gran parte de las imágenes y los videos difundidos en las redes sociales muestran evidencia real y creíble de la violencia cometida durante el conflicto, el deseo de los usuarios de encontrar relatos reales, sin filtros y en tiempo real, está siendo aprovechado por ambos bandos –especialmente por el que dispone de más recursos– para reforzar su narrativa como arma de guerra.

“Amplifican la retórica vil que deshumaniza a las personas y difunden desinformación. Es a la vez un arma para los propagandistas y un negocio centrado en obtener ganancias”, alertan desde la organización británica Centro para la Lucha contra el Odio Digital (CCDH, por sus siglas en inglés), centrada en la protección de los derechos humanos y la libertades civiles en el mundo digital. 

Información no verificada en boca de líderes mundiales

El último ejemplo de esa deshumanización llegaba el miércoles pasado desde la Casa Blanca. Su principal inquilino, Joe Biden, cuestionó la cifra de fallecidos proporcionada por el Ministerio de Sanidad de la Franja de Gaza, controlado por Hamás. “No hay pruebas de que los palestinos estén diciendo la verdad sobre cuántas personas mueren”, declaró el presidente estadounidense durante una rueda de prensa sin explicar el porqué de sus afirmaciones o cuáles eran sus fuentes. Únicamente se limitó a decir que “seguro que se ha matado a inocentes” durante la contienda. 

En respuesta, el Ministerio de Sanidad de Gaza publicaba un documento de más 200 páginas que contenía los nombres, la edad, el sexo y los números de identidad de los cerca de 7.000 palestinos que habían fallecido hasta entonces –hoy superan los 8.300– por los ataques israelíes en el marco de la operación “Espadas de Hierro”, lanzada por el Ejército tras el denominado “shabat negro” (el sábado 7 de octubre, cuando Hamás lanzó su brutal ataque sorpresa contra Israel). 

Si bien es imposible contrastar los datos de forma independiente –el Gobierno israelí sigue sin permitir la entrada de la prensa internacional a Gaza–, portavoces de Naciones Unidas o de ONG como Human Rights Watch afirmaron que, aunque en el pasado sí habían podido tener pequeñas discrepancias entre la cifra final de víctimas y las reportadas por el departamento de Sanidad inmediatamente después de los ataques, en general confiaban en ellas. “Seguimos incluyendo sus datos en nuestros informes y sus fuentes son claras”, afirmó en un comunicado la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), recogido por la agencia Reuters. 

Biden ya había protagonizado otro episodio de desinformación pocos días después del ataque de los milicianos palestinos de Hamás y otros grupos contra poblaciones en el sur de Israel. “Nunca pensé que vería y habría confirmado imágenes de terroristas decapitando a niños”, dijo el líder demócrata haciéndose eco de una noticia inicialmente difundida desde el canal israelí INews 24, desmentida después por otros periodistas internacionales y nunca confirmada por las autoridades. 

Ante las dudas surgidas sobre la veracidad de la información, dos altos funcionarios de la Administración estadounidense terminaron matizando que Biden en realidad se refería a informes llegados de Israel, citando noticias publicadas en sus medios de comunicación. También en España, algunos líderes políticos se hicieron eco de la noticia, como la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a través de la red social X (antes Twitter).

Gobiernos y organizaciones militares, fuentes interesadas en el conflicto

“Ahora más que nunca necesitamos que los políticos verifiquen lo que dicen y se armen de hechos”, señalan desde el Oxford Internet Institute (OII). Según el estudio más exhaustivo realizado por este centro de investigación, “con el uso de las redes sociales a escala global, cada vez más gobiernos se están involucrando en guerras de información de baja intensidad mediante el uso de tropas cibernéticas”. Actores como Estados Unidos, Irán o Israel –y otros muchos, hasta más de 80 países– desarrollan operaciones utilizando tácticas como 'botnets', cuentas humanas o 'trolls' para difundir narrativas progubernamentales que satisfagan sus intereses. 

Chris Gunness, exportavoz de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), señala a elDiario.es que ya en la ofensiva de 2014 “fue escandaloso”. “Durante la guerra portavoces israelíes se apresuraron a difundir vídeos en las televisiones norteamericanas donde sugerían que se estaban disparando cohetes desde nuestras escuelas y que nosotros lo sabíamos. Atacaron siete de ellas”, explica.

“Todo fue investigado después por Naciones Unidas y otras agencias, y se demostró que era totalmente falso”. Gunness apunta a que, cuando trabajadores de la UNRWA sí encontraron armas en varias de ellas, (“probablemente escondidas por grupos armados palestinos”, según se refirió en la investigación posterior), avisaron inmediatamente al Ejército israelí, “pero incluso entonces siguieron diciendo que la UNRWA colaboraba con los milicianos”, lamenta.

En la actual contienda, la propia ONU ha advertido de que la “desinformación dañina” sobre el conflicto entre Israel y Hamás “continúa circulando online, con potenciales consecuencias peligrosas sobre el terreno” y se ha visto obligada a desmentir o clarificar informaciones sobre sus agencias, como la UNRWA o el Programa Mundial de Alimentos.

En el estudio del Oxford Internet Institute los investigadores alertan del uso creciente de la desinformación para satisfacer los intereses y narrativas de gobiernos, organizaciones o conglomerados privados de todo tipo. Y las redes, afirman, ejercen como altavoces multiplicadores de dicha confusión.

X (antes Twitter) o TikTok, en el punto de mira

Desde el Centro para la Lucha contra el Odio Digital (CLOD) apuntan directamente a plataformas como X y a su falta de regulación para moderar los contenidos. Desde que Elon Musk asumió su dirección, renombrando la red social, han documentado decenas de casos de discursos de odio y desinformación en esta red social, y sus investigaciones indican que la empresa no ha actuado en el 99% de las casos denunciados en sus cuentas de usuarios premium –que pagan para que el algoritmo de la plataforma amplifique sus publicaciones–.

Igualmente, denuncian que desde ambos lados del conflicto se han sacado de contexto vídeos y fotografías de guerra, o se han hecho pasar imágenes manipuladas como reales, pero no sólo en X, sino también en TikTok o Meta (que aglutina a Facebook e Instagram).

Un ejemplo reciente de esa manipulación es el vídeo difundido en TikTok en el que se ven supuestos milicianos de Hamás lanzándose en paracaídas sobre un campo deportivo, antes de atacar a ciudadanos israelíes el pasado 7 de octubre. “Hamas se lanzó en parapente entre ciudadanos israelíes y procedió a masacrarlos”, rezaba el texto que acompañaba a la imagen. Aunque el grupo armado sí se sirvió de parapentes para desplazar a algunos de sus combatientes sobre la valla fronteriza entre Gaza e Israel, la imagen pertenece a un evento del club deportivo cairota “Al Nasr SC” y es antigua, circula en las redes desde el pasado 27 de septiembre. La red social tardó horas en retirarlo, pero ya se había visto decenas de miles de veces. 

En respuesta al aumento de la desinformación, los gigantes de las redes sociales están intentando controlarla, aunque de momento de forma claramente insuficiente, alertan los expertos. TikTok se está apoyando en verificadores de datos independientes, mientras que en X reconocieron el aumento de la actividad de los usuarios en torno al conflicto y afirman estar tratando la situación como una crisis.

Por el momento, los especialistas en desinformación del Centro para la Lucha contra el Odio Digital o del Oxford Internet Institute sugieren recurrir a organizaciones confiables, medios de comunicación acreditados o públicos, que preferiblemente cuenten con sus propios equipos de verificación. 

Charlie Sennott, fundador del proyecto 'GroundTruth' (una ONG estadounidense nacida para capacitar en la era digital a una nueva generación de corresponsales internacionales que informen sobre temas relacionados con la justicia social, derechos humanos o libertad de expresión), subraya la necesidad de disponer de periodistas en el terreno que aporten rigor y criterio para entender una realidad compleja en la “era de la posverdad”, cuando las emociones y las ideologías pueden reemplazar a los hechos.

“Sé por experiencia propia que los periodistas que cubren la guerra deben permanecer en el terreno, informar sólo de lo que saben y atenerse a estrictos estándares periodísticos al escribir publicaciones en las redes sociales”, dijo el excorresponsal en Oriente Medio durante una reciente entrevista en la radio pública de su ciudad, Boston. “Ya sabemos que la primera víctima de la guerra es la verdad. La diferencia ahora es la velocidad”.

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