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El fracaso del 'macronismo' como freno a la extrema derecha de Le Pen en Francia

La ultraderechista Marine Le Pen en un acto celebrado en los lujosos salones Hoche de París.

Amado Herrero

París —

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En 2017, la noche de su elección como presidente de la República, Emmanuel Macron lanzó desde la pirámide del Louvre un mensaje a los franceses que habían votado por su rival en la segunda vuelta, Marine Le Pen: “En los próximos cinco años haré todo lo posible para que ya no tengan motivos para votar a los extremos”.

Mientras Macron enfila su séptimo año en la jefatura del Estado, la extrema derecha francesa atraviesa uno de los mejores momentos de su historia reciente. Además, sondeo tras sondeo, Le Pen recoge los frutos de su estrategia de normalización (dédiabolisation), enfocada a suavizar la imagen de Agrupación Nacional (AN, antiguo Frente Nacional) sin renunciar al elemento central de su programa: la 'preferencia nacional', un concepto que el partido pretende inscribir en la Constitución y que implica la obligación de que los franceses tengan prioridad sobre los extranjeros en la asignación de puestos de trabajo, asistencia social y vivienda. La medida, según la mayoría de los expertos, es anticonstitucional por ser explícitamente discriminatoria.

En ese contexto, la aprobación de la última ley sobre la inmigración, que endurece las condiciones de acceso a las prestaciones sociales para los inmigrantes no europeos –votada por los diputados macronistas, la derecha y la extrema derecha–, ha sido celebrada como una “victoria ideológica” por Le Pen y su partido. Además, la secuencia parlamentaria que llevó a la aprobación de esta ley subraya la capacidad de la extrema derecha para imponer sus temas.

Ideas que ganan terreno

Durante su tramitación, la derecha consiguió eliminar la casi totalidad de medidas destinadas a la regularización de las personas que ya trabajan en suelo francés. Y el rechazo de la Asamblea a debatir el texto bloqueó cualquier tipo de discusión pública sobre políticas que faciliten a los extranjeros no europeos vías para regularizar su situación, un aspecto que cuenta con un fuerte respaldo en las encuestas pero que a menudo se ve eclipsado en el debate público por medidas que asocian inmigración a delincuencia o ayudas sociales.

“La inmigración no es la primera preocupación de los franceses, va muy por detrás del poder adquisitivo, la sanidad o la seguridad”, recordaba hace algunos días Brice Teinturier, director general del instituto de sondeos Ipsos. “Y aunque en las encuestas, efectivamente, los franceses nos dicen que consideran que hay demasiados extranjeros, también nos dicen que es necesaria una mayor integración”.

Además de marcar la agenda, los sondeos apuntan a que las ideas de la extrema derecha han ganado terreno en una parte de la población, más allá de sus votantes tradicionales. Una encuesta de Opinionway para el diario Le Parisien señala que una mayoría de los franceses son favorables a las medidas restrictivas que incluye la nueva ley. También, entre los votantes de los partidos de izquierda: 51% de las personas que votaron a candidatos progresistas en la últimas elecciones presidenciales están de acuerdo con medidas como la sustitución de la asistencia médica universal por un acceso solo vía urgencias.

Estas cifras, como señalaba recientemente la politóloga Chloé Morin en la revista Marianne, subrayan las dificultades de los partidos progresistas franceses para abordar la cuestión, ya que consideran que cualquier debate sobre la inmigración fractura su electorado y acaba reforzando la posición de la extrema derecha. Particularmente, entre la clase trabajadora. “Una corriente política en otro tiempo floreciente no es capaz de pronunciarse cuando su antirracismo, que conlleva la tentación de abrir las fronteras, parece ir en contra de los intereses de los franceses más pobres... a quienes se supone que deben defender”, dice Morin.

Nuevos líderes

Esa situación se traduce en el hecho de que, a seis meses de las elecciones europeas, la lista de Agrupación Nacional se encuentra claramente destacada en las intenciones de voto, liderando un bloque de extrema derecha cada vez más amplio. Una lista que encabeza el nuevo presidente del partido, Jordan Bardella, al que el año pasado Le Pen cedió el testigo para concentrarse en la presidencia del grupo parlamentario de 88 diputados en la Asamblea Nacional.

A sus 28 años, el protegido de Marine Le Pen ha asentado su imagen y popularidad hasta el punto de hacer sombra a su mentora: a una parte de los miembros del partido le gustaría que tomase el relevo también como candidato en las próximas elecciones presidenciales en 2027. El reciente nombramiento de Gabriel Attal como primer ministro se ha interpretado, en parte, como una respuesta de Macron a la popularidad de Bardella, especialmente de cara a las elecciones europeas de junio.

“El ascenso de Jordan Bardella está impulsado por temas, pero también por una ecuación personal, en la que uno de los ingredientes es su juventud”, dice el politólogo Jerôme Fourquet en una reciente entrevista con el diario Midi Libre. “De la misma manera que Emmanuel Macron surfeó una ola muy contestataria en 2016-2017, con un claro deseo de renovación de caras políticas, ahora parece que está intentando repetir esa operación con Gabriel Attal”.

El último sondeo sobre las elecciones al Parlamento Europeo del próximo junio, elaborado por Ipsos y Sopra Steria, otorga el primer puesto a Agrupación Nacional un 28% de intención de voto (una subida de cuatro puntos respecto a la primera oleada de la encuesta, realizada en junio), muy por delante de la lista Renacimiento, el partido de Macron, que se queda en un 20%, lo que amplía la distancia de 2019 cuando la formación de extrema derecha ya fue la más votada en los comicios europeos.

De forma más general, sumando los votos del partido del polémico Éric Zemmour, ¡Reconquista! (6,5%) y la lista Francia en pie (2,5%), el bloque de formaciones de extrema derecha alcanza un máximo histórico del 37%.

Los partidos de izquierda, por su parte, se mantienen estables, aunque fragmentados, con un 32,5% de las intenciones de voto. En una cita en la que tradicionalmente ecologistas y socialistas obtienen mejores resultados que Francia Insumisa, la lista encabezada por Raphaël Glucksmann, del movimiento ciudadano Plaza pública, que acude a las elecciones apoyado por el Partido Socialista, parte como primera formación progresista con un 10,5% de las intenciones de voto.

Techo de cristal

La idea de que la formación de extrema derecha llegue un día al poder se abre camino en la mente de los franceses. Según los resultados del último barómetro sobre la imagen del partido de Le Pen del Instituto Kantar Public, por primera vez son más los franceses que piensan que Agrupación Nacional no representa un peligro para la democracia (45% frente al 41%). También es la primera vez que más ciudadanos consideran al antiguo partido de Jean-Marie Le Pen como un posible partido de gobierno (43%).

“Aunque la etiqueta de partido de extrema derecha se mantiene, el contenido en parte se ha neutralizado”, analiza el politólogo Gilles Finchelstein en una nota de la Fundación Jean-Jaurès. “Casi un 30% de los franceses que consideran que es un partido de extrema derecha también afirman que no es peligroso para la democracia. Además, la percepción de peligrosidad en relación a otros partidos también ha disminuido. Antes, Francia Insumisa estaba 10 puntos por debajo de Agrupación Nacional en esa pregunta; hoy está cinco puntos por encima”.

Consciente de ese crecimiento continuo de la extrema derecha en todos los estudios de opinión, Macron dedicó una parte de su intervención pública del martes pasado a señalar a la formación de Le Pen como el “el partido de la mentira” y del “empobrecimiento colectivo”. “Veo que la extrema derecha crece en toda Europa gracias a una especie de fascinación por el desastre, a través de un debilitamiento de lo colectivo”, añadió el presidente.

Contra el antisemitismo

La normalización de Agrupación Nacional también es visible en la implantación local del partido, algo que nunca se había conseguido bajo la denominación Frente Nacional; además de gobernar varios ayuntamientos, como Fréjus o Perpignan. Y, a un nivel más simbólico, la participación de Marine Le Pen en la marcha contra el antisemitismo del pasado 12 de noviembre ha sido interpretada como uno de los elementos finales de la estrategia emprendida cuando sucedió a su padre –con múltiples condenas por antisemitismo– al frente del partido.

Pocos años después de que Jean-Marie Le Pen afirmase que las cámaras de gas del Holocausto “eran un mero detalle de la historia”, su hija desfilaba por las calles de París en el cortejo junto al resto de líderes de las principales formaciones políticas francesas (excepto Francia Insumisa, que no participó en la marcha de París) y los expresidentes Sarkozy y Hollande.

Si las encuestas apuntan a un avance continuo de Agrupación Nacional y, de manera más general, de la extrema derecha, los expertos señalan que la victoria en 2027 no es ineluctable. Una parte de los franceses afirma su voluntad de movilizarse para evitar la llegada al poder de la extrema derecha, en particular el bloque de votantes de izquierda, que sigue siendo el principal freno a la llegada al poder de un candidato del partido de Le Pen.

“El partido presidencial acaba de validar la idea de que era necesario restringir la inmigración, recortando de paso las prestaciones sociales que Agrupación Nacional tacha de 'bombas de atracción' de los flujos migratorios ¿Antisemitismo? Agrupación Nacional se ha manifestado en contra, mientras el presidente y Francia Insumisa estaban ausentes ¿Qué queda? Es la pregunta esencial a la que tendrán que responder los adversarios de Marine Le Pen en 2027”, reflexionaba hace unos días la politóloga Chloé Morin.

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