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De la gerigonça a mínimos electorales, ¿qué ha pasado con la izquierda portuguesa?

Clavel en un acto electoral de Paulo Raimundo, candidato a primer ministro por CDU-PCP, en Oporto, Portugal, el 8 de marzo de 2024.

Andrés Gil / Icíar Gutiérrez

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Portugal marcó un camino en la Unión Europea: el acuerdo entre los socialistas y su izquierda, en este caso el Bloco de Esquerda y CDU (Partido Comunista Portugués, PCP/Los Verdes, PEV), para una investidura. El Portugal de 2015 vivía una ola ciudadana y política contra la austeridad que recorría Europa; contra los recortes y sacrificios por los dictados de la troika durante la gran crisis desatada en 2008, que se tradujo en una marea electoral de izquierdas en muchos países europeos, en particular en el sur: Alexis Tsipras se hizo con el poder en Grecia en enero de 2015, y António Costa desbancó a los conservadores en noviembre de ese mismo año, habiendo quedado segundo en las legislativas, en virtud de un acuerdo programático con el Bloco y el PCP.

El 20 de diciembre de 2015, en España, se celebraron también elecciones generales. Daban los números para una suma de izquierdas, pero hubo que esperar hasta la moción de censura de junio de 2018 para hacerla realidad. Es verdad que en España la izquierda a la izquierda del PSOE –Unidas Podemos– apostó por el gobierno de coalición, que se consumó en enero de 2020, mientras que en Portugal lo que se cerró fue un pacto de legislatura. Y se llamó gerigonça.

Y la duda es si tras las elecciones de este domingo 10 de marzo, en el año del 50 aniversario de la Revolución de los Claveles, Portugal inaugurará en la Península Ibérica un acuerdo entre la derecha y la extrema derecha, que llegó a máximos con un 18% de los votos, o se producirá la solución que hizo el PSOE en España tras tumbar a Pedro Sánchez en octubre de 2016: facilitar la investidura del candidato conservador, Luís Montenegro, quien ha dicho que no quiere gobernar de la mano de los ultras de Chega.

El líder y candidato del Partido Socialista (PS), Pedro Nuno Santos, es considerado uno de los artífices de aquella gerigonça y procede del ala izquierda del PS. “O se ponen finos o no pagamos. Y si no pagamos la deuda y se lo decimos, a los banqueros alemanes les temblarán las piernas”, llegó a decir en el Parlamento cuando Portugal acababa de ser rescatado por la troika, en una frase que marcó su carrera política. Este domingo, en todo caso, parecía abrir la puerta a hacer primer ministro a Montenegro.

En aquellas elecciones de 2015 que alumbraron la gerigonça, explotó electoralmente el Bloco, llegando al 10,22% y 19 escaños. El Bloco es un partido nacido en 1999, de raíces socialistas, urbano, mientras que el PCP nació en 1921, al poco de la revolución Bolchevique y tiene mayor presencia rural y tejido organizativo. El PCP vivió su mejor momento electoral tras la Revolución de los Claveles, de la que este abril se cumplirán cinco décadas, bajo el liderazgo de Alvaro Cunhal. Rozó el 20% de los votos, pero desde mediados de los 80 ha ido cayendo hasta el 3,3% de este domingo, el registro más bajo del partido. En 2015, el año del acuerdo con Costa, el PCP contaba con un 8,25% de los votos y 15 diputados.

En efecto, todos los partidos de la izquierda en Portugal han caído en estos diez años hasta hacer imposible sumar para una investidura. Todos salvo Livre, que se creó en 2014 y ha sacado su mejor resultado, con cuatro escaños. La izquierda en Portugal nunca ha ido en confluencia electoral, ni cuando fue posible la gerigonça ni cuando el resultado fue la mayoría absoluta de Costa en 2022.



Los socialistas gobernaron seis años en minoría apoyados, en mayor o menor medida, en los partidos más a su izquierda. Pero el idilio que tumbó al Ejecutivo conservador de Pedro Passos Coelho se fue apagando poco a poco y la ruptura llegó en octubre de 2021, cuando los antiguos socios de Costa rechazaron sus presupuestos. Algunos politólogos apuntaron entonces a que el problema de fondo fue que la gerigonça no se tradujo en una convergencia real de la izquierda: en términos electorales, los partidos (BE y PCP) no habían crecido electoralmente. El que sí creció fue el PS, que llegó a la mayoría absoluta: 120 escaños en 2022, 43 más que este domingo.

El único partido a la izquierda del PS que puede estar satisfecho con los resultados de este domingo es el verde y europeísta Livre, que sube de uno a cuatro diputados y consolida su propio espacio político, explica a elDiario.es Héctor Sánchez Margalef, investigador del think tank CIDOB. “Bloco y el Partido Comunista Portugués no pueden estar contentos. El PCP tiene electores de toda la vida, es un partido nicho, y conforme quedan menos votantes de ese nicho, menos fuerza tiene, sobre todo si no recibe los votos desencantados del PS”.

Bloco, continúa el experto, tiene más techo electoral, pero lleva dos elecciones seguidas sacando cinco escaños. “Su función de alternativa, de protesta, se ha visto opacada por Chega”, subraya. Según apunta, parte de los indecisos ha seguido votando al PS, en lugar de irse a otras alternativas de izquierda. 

Por su parte, Vicente Valentim, politólogo en la Universidad de Oxford, cree que el Partido Socialista ha conseguido amortiguar el golpe “teniendo en cuenta el descontento generalizado con la situación del país y el gobierno anterior”, que ha sido capitalizado por la extrema derecha de Chega, principalmente haciendo campaña contra la corrupción. “Los votantes portugueses están muy cansados de los gobiernos del PS, sobre todo después de los numerosos escándalos del último Ejecutivo. Por eso, el país se ha movido tanto hacia la derecha”, dice el experto a elDiario.es.



A juicio del investigador de Oxford, es en ese descontento donde hay que buscar las raíces de la falta de una mayoría progresista en estas elecciones, más que en la fragmentación del espacio de la izquierda, con varias fuerzas que han concurrido por separado a las urnas. “Creo que ese no ha sido el problema, probablemente. En las elecciones anteriores había el mismo número de partidos de izquierda y, sin embargo, el PS consiguió una mayoría absoluta impresionante. La razón por la que han perdido ahora es que la gente está descontenta con su gobierno, y también tiene la impresión de que un voto a cualquier otro partido de izquierdas es un voto a un partido que apoyaría otro gobierno del PS”.

Por su parte, el analista del CIDOB recalca que es evidente que la fragmentación penaliza a nivel electoral. “Pero lo que parece claro con los últimos experimentos de unidad es que no siempre es la solución a todo si no hay un proyecto político detrás. Unirse simplemente para ganar puede no ser suficiente para ser una alternativa real. El Bloco es una escisión del PCP y Livre es una escisión del Bloco. En algunas circunscripciones, si quieren tener relevancia política en el futuro, van a tener que pensarse las listas únicas a pesar de las diferencias”, dice. “Esto dependerá del escenario político del futuro, no será lo mismo si los conservadores del PSD y Partido Socialista se entienden, lo que dejaría espacio a su izquierda para que los partidos tengan su propia identidad, que si hay un escenario de bloques, izquierda y derecha, por lo que tendrán que valorar si merecen la pena las listas unitarias”. 

Echando la vista atrás, Valentim sostiene que las fuerzas a la izquierda de la formación de Costa y Nuno Santos pagaron en las urnas, sobre todo en 2022, el hecho de que el PS fuera percibido como el impulsor de la gerigonça. “Suele ocurrir que los socios menores de una coalición pierdan votos en las siguientes elecciones”, dice Valentim, que cree que ahora la cuestión ha sido que los partidos no han sido capaces de “reivindicar su espacio y diferenciarse del Partido Socialista”. “El Bloco, por ejemplo, ha dicho muy a menudo que apoyaría un gobierno del PS. Se les percibe como partidos que apoyarían un ejecutivo socialista y, como la gente estaba cansada de eso, no quieren votarles”, esgrime. 

Sánchez Margalef coincide en parte de este diagnóstico: “Mantener un continuo apoyo al Partido Socialista resta capacidad de ser oposición y de presentarte como una alternativa de izquierdas al centroizquierda tradicional”. “Durante la gerigonça, de 2015 a 2019, los electores percibieron la importancia del Bloco y el PCP porque exigían al Partido Socialista, que cedió en algunas cuestiones, y estos dos partidos pudieron rentabilizar su papel en el Parlamento. En 2019, Bloco mantuvo los mismos resultados y el PCP lo pagó un poco. En 2022, los votantes culparon a ambos partidos del rechazo a los presupuestos y esto los hunde. En estas elecciones, está claro que no se han recuperado”.

¿Qué ha pasado entonces para que la ola de la izquierda vivida en 2011 y 2015 en el vecino luso haya sido sustituida por una reaccionaria? “Lo mismo que en toda Europa. El momento político ha cambiado. La crisis de 2008 y las protestas contra la austeridad fueron un factor movilizador muy importante para esta izquierda a la izquierda de la socialdemocracia que se había casado con el neoliberalismo. Esto empujó a la socialdemocracia al menos a cuestionar, con más o menos acierto, el neoliberalismo, y António Costa es prueba de ello, también Pedro Sánchez u Olaf Scholz”, responde Sánchez Margalef. 

Así, los partidos de izquierda radical “encontraron su momento y su razón de ser” en la crisis financiera. “Pero, por un lado, no consiguieron rentabilizar todo el capital político que podrían haber acumulado –seguramente una causa sea el fracaso de Syriza en Grecia–. Por otro, hay una parte de la sociedad que se ha socializado políticamente, en Portugal y también en España, con partidos de izquierda en el Gobierno, por lo que el voto protesta de quienes perciben que no están mejor pasa ahora a la derecha radical”, analiza el experto.

En este sentido, Portugal ha pasado de ser un país rescatado en 2011 a otro en el que “las cuentas cuadran y el déficit ha disminuido”. “Ahora mismo, Portugal tiene una situación macroeconómica positiva, pero esos datos reales no los nota la población y los servicios públicos se han visto muy deteriorados en estos ocho años, motivo por el que la izquierda tumba los presupuestos en 2022”, explica. “Tiene un servicio de salud deterioradísimo, hay problemas en el sistema educativo y una crisis de vivienda brutal, en la que no se puede alquilar o comprar en ninguna de las grandes ciudades, aunque el salario mínimo ha subido mucho con Costa. La preocupación real es que la economía no funciona y los datos no cuadran con la realidad de la gente, una derrota para cualquier gobierno”. Este domingo, las urnas hablaron: tras ocho años de Gobierno socialista, Portugal consagra su viraje a la derecha.

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