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ENTREVISTA | FEMEN

Inna Shevchenko: “Hay mucho en común entre la industria del sexo y el mercado de la gestación subrogada”

Inna Shevchenko en una manifestación. FOTO: AP/ MICHEL EULER

Ana Requena Aguilar

Inna Shevchenko es una de las lideresas de Femen, el grupo feminista que saltó a las portadas de los medios hace ya varios años, cuando sus protestas en toples acapararon la atención y el movimiento feminista aún cocinaba el auge del que hoy disfruta. Quizá por esa relación compleja con los medios, que las lanzaron a la fama pero que también las cuestionaron con dureza, y por ese estallido feminista Schevchenko ha participado como invitada en el Festival Internacional de Periodismo de Perugia. “Los medios nos han ayudado, aunque en algunos sentidos también hemos sido dañadas por los medios, hemos sido reducidas a algo superficial”, se queja. Hoy en día, señala, el activismo puede crear sus propios canales de comunicación, “ya no necesitas un intermediario, puedo escribir mi mensaje directamente sin que sea cambiado o reducido a un eslogan”. No obstante, defiende que los medios son “extremadamente importantes aún y que siempre serán un pilar de la democracia. Su rol principal debería ahora ser vigilantes del poder y del establishment, no quedarse en el clickbait”.

Vivimos un momento de estallido del feminismo. En países muy diferentes el movimiento está muy fuerte y se habla de una nueva ola del feminismo. ¿Cuál debe ser el papel de Femen en este momento?

Desde el principio concibo el rol de Femen como un grupo que actúa y habla cuando otra gente no lo hace. Por eso es por lo que surgimos en Ucrania cuando vivíamos un momento en el que nadie quería hablar de los derechos de las mujeres y de ciertos asuntos políticos. Fuimos las que rompimos el silencio y hablamos. Cuando nos convertimos en un movimiento internacional en Europa en 2012, claro que había un movimiento feminista que estaba actuando y el contexto era diferente al de Ucrania, pero había algunos temas de los que nadie hablaba, como el de la religión y los derechos de las mujeres. Siempre hay algún tema sensible, intocable, del que la gente no quiere profundizar. Así que el rol de Femen es señalar esos temas de los que no se hablan o que son ignorados adrede y al mismo tiempo, cuando vivimos una ola de cientos de miles de voces, nuestro papel es apoyarlas.

Femen habla del cuerpo como arma, pero en muchos lugares el feminismo está reivindicando ahora también el derecho al placer, el cuerpo como parte de una revolución del placer. ¿Hay que hablar del cuerpo, no solo como lucha sino como parte del derecho al deseo?

No creo que sea algo absolutamente separado u opuesto, porque en ambos casos lo que queremos es la propiedad y la autonomía sobre nuestros cuerpos y que el cuerpo deje de ser un juguete en manos de las instituciones patriarcales. El cuerpo de las mujeres puede ser un arma, también una herramienta para el placer. Para Femen el cuerpo es una herramienta de trabajo y decidimos cuándo es político y cuándo es sexual.

Algunos grupos, también feministas, han acusado a Femen de ser racistas o colonialistas, de organizar acciones sin tener en cuenta el contexto o las necesidades o problemas de las asociaciones locales. Por ejemplo, en 2015 dos activistas francesas se besaron en público en Rabat en un lugar simbólico y hubo críticas de colectivos...

Esa acción fue hecha porque una semana antes dos personas homosexuales que se habían besado y abrazado en un espacio público habían terminado en la cárcel. Y hay una artículo en su constitución que habla de criminalizar las relaciones homosexuales. Como todo, depende de con quién hables. Teníamos apoyo de algunos grupos de allí, pero claro que hay gente que está en descuerdo con Femen, también en Marruecos. Hubo mucha gente que nos escribió para darnos las gracias. Obviamente Femen crea debate y no podemos gustar a todo el mundo. Lo que queremos es extender el mensaje de lo que creemos que es importante, y en este caso era que besarse o abrazarse en el espacio público es un acto normal, lo es en Francia y debe serlo en Rabat. Venimos de contextos diferentes pero todo el mundo merece los mismos derechos.

Sí, pero ¿no deberían ser las personas de ese lugar las que marquen la agenda de sus reivindicaciones?

Estas críticas siempre van muy ligadas al Islam o a nuestras acciones contra la discriminación en las culturas islámicas, pero si ves nuestro trabajo verás que actuamos igualmente contra todas las religiones, no nos enfocamos en una. Señalamos las identidades, las leyes, los dogmas, las ideas, no señalamos a las personas, a los creyentes. Históricamente, todas las religiones han contribuido muchísimo a la opresión de las mujeres. Puedes criticar el Islam y al mismo tiempo reconocer el ataque a los musulmanes. En este momento, con el auge de la extrema derecha en Europa y de los líderes xenófobos, como Marine Le Pen, somos las primeras y las únicas que la seguimos a todas partes cuando se presentó para la presidencia. Tenemos que hablar por ejemplo de por qué consideramos el hiyab sexista, o por qué las mujeres deben cubrirse por definición. E igualmente me opongo a las iniciativas de la extrema derecha para prohibirlo.

Usted es de Ucrania, donde la gestación subrogada está permitida y donde, de hecho, acuden muchas parejas españolas a pesar de las advertencias de las autoridades sobre malas prácticas, ¿cuál es su opinión sobre esta práctica?

En Ucrania la industria del sexo está muy desarrollada, y el mercado de la gestación subrogada está muy avanzado. Hay agencias, ya no es una persona privada que lo hace, hay todo un negocio. Una vez más es otra forma de comercializar el cuerpo de las mujeres y de considerar a las mujeres como un producto. Hay mucho en común entre la industria del sexo y el mercado de la gestación subrogada. Hablo de mercado porque es un mercado donde el cuerpo de las mujeres es alquilado y usado para algo. Es una forma de deshumanizar a las mujeres, de reducirlas a su cuerpo y a su función sexual y reproductiva. Es muy degradante, incluso como idea.

¿Lo equipara con la prostitución?

Absolutamente, es la misma filosofía, es vender el cuerpo de las mujeres.

Pero algunas organizaciones, como Amnistía Internacional, apuestan por regularla porque dicen que, al menos en algunos países, es la única forma de que estas mujeres puedan acceder a algunos derecho, ¿qué le parece?

Entiendo el intento de regular, de mejorar la situación de las prostitutas, pero luego está la práctica. Vengo de un país donde la prostitución destroza la vida de muchísimas mujeres, a pesar de que es ilegal. La legalización en Alemania o en Holanda... lo único que vemos es que el sistema ha fallado. En Alemania solo se han registrado un 1% de las prostitutas porque ellas mismas consideran que no es un trabajo permanente y, en segundo lugar, porque si se registran y tienen una especie de contrato, tienen más presión por parte de los chulos, que actúan como empleadores. Es un modelo que no funciona y me impacta que organizaciones de derechos humanos puedan pedir esto cuando hay tantos hechos en contra. Yo aspiro a que la prostitución se abola, aunque sea una idea utópica. No quiero que más generaciones de mujeres crezcan con la idea de que pueden ser un producto y venderse a sí mismas y que más generaciones de hombres crezcan pensando que puedan comprar a una mujer y usarla como quieran si pagan dinero. Apostamos por el modelo nórdico para criminalizar al cliente y no poner responsabilidad legal alguna en las prostitutas.

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