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Los intentos de Putin por controlar Internet amenazan uno de los sectores más desarrollados del país

Imagen de archivo de la aplicación de mensajería rusa Telegram.

Agustín Fontenla

Si un extranjero llega a Moscú en estos días y decide pedir un coche a través de Uber, al abrir la aplicación le saltará un mensaje indicando que debe actualizarla. Al hacerlo, no aparecerá una nueva versión de la compañía californiana, si no que se ofrecerá una opción para descargar Yandex Taxi, la app de la principal empresa rusa en Internet.

El desenlace de esa solicitud en Uber parece un error o, al menos, una extraña particularidad. Sin embargo, en Rusia es de lo más normal. El país eslavo es uno de los pocos del mundo (otro es China) que ha decidido poner en marcha proyectos y compañías propias para competir de igual a igual con los gigantes tecnológicos de Silicon Valley. En el caso de Yandex Taxi, una escisión del buscador ruso Yandex, absorbió Uber hace dos años. Pero existen ejemplos más concretos como Vkontakte, competencia directa de Facebook, o Telegram, de Whatsapp.

En principio, el panorama demuestra el espíritu emprendedor de la sociedad rusa, el elevado nivel de sus programadores y el comportamiento de los rusos, proclives a utilizar sus propias invenciones (muchas veces por una cuestión de lenguaje, también). Sin embargo, ese panorama alentador se ensombrece cuando aparece en escena el Gobierno ruso y sus inquietantes avances para controlar y dirigir el desarrollo tecnológico y la información que circula en Internet. El último episodio en esta dirección es la Ley de Soberanía de Internet que promulgó el presidente ruso, Vladímir Putin, con el argumento de prepararse para la guerra informática contra Occidente.

La nueva regulación obliga a las compañías rusas proveedoras de servicios de comunicación a instalar en sus servidores un dispositivo que le permitirá al Gobierno controlar y dirigir el tráfico, además de autorizar la creación de un Sistema de Nombres de Dominio (Domain Name System) alternativo para proteger el segmento ruso de Internet (el tercero más grande del mundo, según las autoridades rusas), en el caso de que este fuera desconectado de la Red Mundial (World Wide Web).

Aunque la ley compromete al Estado en la financiación de este enorme cambio en el sistema de comunicaciones, diversas voces advierten de que la nueva regulación podría lastrar el rápido desarrollo que ha conseguido la industria tecnológica y que, según las autoridades rusas, ya ha alcanzado el 4% del Producto Interno Bruto, y crece “varias veces más rápido que cualquier otra esfera” de la economía del país.

“El desarrollo de la banca digital, la entrega de alimentos, los servicios de taxi, el uso compartido de coches y muchas otras cosas que ves actualmente en Rusia es el mismo que encontrarás en Europa o en Estados Unidos en cinco o diez años”, afirma Alexander Laktionov, jefe del equipo de información científica de Contructor.io, una startup de San Francisco, California, que también trabaja remotamente desde Moscú.

“La clave de este liderazgo son los programadores rusos, muchos de los cuales no quieren necesariamente irse del país, ni trabajar para una compañía en el exterior”, apunta Laktionov. Sin embargo, con los cambios que ocasionará la nueva ley de soberanía y el aislamiento que podría generar para el país, no sabe cuántos de ellos querrán continuar Rusia.

Una de sus preocupaciones es que la aplicación de las nuevas regulaciones --sobre las que no está seguro de que sean técnicamente factibles-- puedan causar los mismos problemas que sufrió el servicio de mensajería Telegram por negarse a brindar sus códigos de encriptación al Gobierno ruso.

La compañía fundada por el programador Pavel Durov, cuya utilización abarca la difusión política en populares canales de la aplicación, recibió millones de bloqueos a IP vinculadas con sus servicios por parte de la agencia Roskomnadzor (la misma que concentrará el poder de mando con la nueva regulación), en el marco de una disputa entre Telegram y el Servicio Federal de Seguridad (FSB), que exigió sus códigos de encriptación de mensajes con el argumento de la lucha antiterrorista.

“Cuando Roskomnadzor trató de prohibir Telegram en Rusia, y Telegram no quiso perder esa guerra y rotó sus servidores a través de decenas de miles de servidores diferentes en Amazon, casi todas las empresas rusas de IT se vieron afectadas”, cuenta Laktionov recordando su trabajo anterior en una empresa rusa de IT. “Toda la compañía (unos 150 programadores) estaba atascada, y no podía funcionar porque el Gobierno había bloqueado algunos servidores que eran necesarios para el desarrollo, en su intento por bloquear Telegram”, afirma.

Ani Aslanyan, CEO de Blockchainrf, un canal ruso de Telegram especializado en economía digital, precisa que las pérdidas financieras por los bloqueos al servicio de mensajería alcanzaron cerca de mil millones de euros, mientras que las compañías de IT que suspendieron el desarrollo de chatbots (conversaciones programadas) para Telegram, perdieron alrededor de 40 millones de euros.

A pesar del revés que sufrió Telegram y la comunidad IT, Aslanyan comparte el mismo diagnóstico que Laktionov sobre el avanzado desarrollo del mercado nacional. “Tenemos una infraestructura comunicacional competitiva, el tráfico móvil es diez veces más barato que para un usuario de Estados Unidos y tres veces más que para uno de Alemania, el comercio digital excedió un trillón de rublos (unos 14 mil millones de euros), duplicándose en cinco años, las aplicaciones móviles de los bancos rusos tienen entre 1,5 y 2 veces más servicios que las aplicaciones similares de bancos europeos, y Moscú obtuvo el primer lugar en gobierno electrónico según la clasificación que Naciones Unidas elaboró en 2018”, señala.

En este contexto, Aslanyan precisa cuáles podrían ser los problemas que enfrente el mundo IT con las nuevas regulaciones. Primero, “muchos proveedores instalarán dispositivos para contrarrestar amenazas”. Segundo, “Roskomnadzor recibirá un mapa completo de los puntos de intercambio de tráfico y podrá bloquear canales de cualquier fuente a través de los proveedores que hayan transferido su administración”. Por último, y quizás lo más relevante de cara al impacto que podría tener en otras empresas de IT, es que será mucho más difícil evadir el cerco del Gobierno. “El esquema que Telegram ha estado aplicando con éxito hasta ahora, pierde su principal ventaja: la eficiencia, porque Roskomnadzor ya no tendrá que ponerse en contacto con los proveedores para dar la orden de bloquear ciertas direcciones”, señala ya que, tal como establece la nueva ley, con los dispositivos que deben instalar los proveedores y mediante los cuales el Gobierno podrá ejercer un control del tráfico.

Uno de los aspectos más singulares en la aprobación de esta ley es que los dos grandes jugadores IT de Rusia, Mail.ru y Yandex, han apoyado la Ley de Soberanía de Internet. Fuentes relacionadas con el mundo digital ruso suponen que la respuesta a ese apoyo se explica por diferentes razones. Desde el hecho de que será el Gobierno el que soporte los costos para adaptarse a los nuevos requerimientos, hasta la existencia de lazos con las autoridades rusas, el efecto negativo que tendrá para competidores occidentales, y las posibles presiones políticas que hubieran sufrido.

En cualquier caso, el papel del Gobierno en el mundo IT es “bastante alto”, señala Alexandra Prokopenko, periodista rusa que conoce el sector. “El estado es propietario de uno de los mayores operadores de telecomunicaciones, Rostelecom, mientras que Rostec, un jugador activo en el mercado IT, es administrado por un amigo de Putin, Sergey Chemezov”, afirma. Lo mismo sucede con importantes activos de compañías IT, y que son propiedad de bancos estatales como Sberbank y VTB.

Para Prokopenko, la lógica de desarrollo de las compañías que cuentan con participación estatal está determinada más por los intereses y requisitos del Estado que por maximizar ganancias. “En Rusia, ha surgido una situación en la que el estado puede decirle fácil y directamente a los grandes jugadores de IT qué hacer y, en menor medida, puede afectar a las empresas medianas y aquellas que se creen de cero”, explica.

El análisis de Prokopenko difiere del que realizan en la fundación anticorrupción del principal opositor ruso, Alexéi Navalni, respecto a la nueva legislación. “El único propósito es robar dinero. No ahora, pero quizás en otro momento, también podría ser la necesidad de bloquear algo”, afirma Leonid Volkov, jefe de campaña del activista anticorrupción.

En esta línea, Prokopenko señala que si bien el principal objetivo de la ley es el control de Internet, uno de los efectos colaterales de la legislación es que su implementación podría generar negocios para los amigos, entre los que Rostec y Rostelecom podría ser los favorecidos. En cualquier caso, está segura que habrá que esperar algunos meses para conocer los resultados de la nueva legislación y los objetivos que se ha fijado el Gobierno ruso para impulsarla. En un artículo que escribió para el Think Thank global Carnegie, Prokopenko señala que el primer test de la nueva estructura que crea la ley, podría realizarse en las elecciones a la Duma en el 2021.

En la corta o larga espera que exista para conocer el impacto que tendrá la nueva ley, jóvenes como Alexander Laktionov, que forma parte de la potente comunidad de programadores que hace realidad diariamente los progresos del sector IT ruso, no tiene dudas sobre cuál es uno de los principales problemas que enfrentan. “La gente que crea las leyes en Rusia es técnicamente incompetente y no escucha para nada a los expertos. Quieren controlar todo como sucedía en la Unión Soviética, pero el problema es que sus mentes son del siglo anterior, no usan Internet en absoluto, y no entienden como lidiar con ella”, afirma.

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