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Argentina se pregunta qué ocurrirá después del kirchnerismo

Imagen tomada en 2014 durante los actos de recuerdo a Néstor Kirchner a los cuatro años de su muerte. /EFE

Natalia Chientaroli

Buenos Aires —

Falta menos de una semana para que las elecciones pongan un primer punto y final a 12 años de kirchnerismo en Argentina. El domingo se sabrá quién sucede como presidente a Cristina Fernández, que dejará la Casa Rosada el 10 de diciembre tras dos mandatos con una aprobación ciudadana que ronda el 50%. El candidato de su partido, Daniel Scioli, encabeza las encuestas. Aunque encarna la opción de continuidad, parece incómodo en su rol de heredero. Estos días ha nombrado públicamente a varios miembros de su hipotético Gabinete, entre los que no hay ni un solo cercano al actual 'Gobierno K'. Mientras tanto, los principales candidatos de la oposición, Mauricio Macri y Sergio Massa, critican a Fernández pero al mismo tiempo intentan no asustar con grandes propuestas de cambio. El kirchnerismo acaba, sí. ¿Pero qué es lo que viene?

Tocan tiempos tranquilos

Para unas elecciones tan cruciales sorprende el poco ruido con el que transita esta recta final de la campaña, incluso en la calle. Un país en el que el fútbol y la política monopolizan las discusiones en los bares, casi siempre subidas de tono, este octubre es inusualmente tranquilo. Las pocas definiciones de los principales candidatos dejan más dudas que certezas sobre lo que pasará a partir de diciembre. Según los analistas, la explicación de este fenómeno hay que buscarla precisamente en el kirchnerismo.

“Los candidatos entienden que el tipo de liderazgo que toca es el de un líder moderado, calmo. La ciudadanía busca ese perfil después de 12 años de gobiernos que, más allá de sus aciertos y errores, fueron muy intensos”, explica Juan Germano, fundador de la consultora política Isonomía.

El discurso del enfrentamiento que ha marcado la gestión de Cristina Fernández parece esfumarse lentamente. Scioli hace gala de su carácter conciliador, mientras Macri y Massa machacan ideas poco agresivas: mejorar la gestión, concentrarse en los problemas que preocupan actualmente a la gente. Aun así, Argentina está muy lejos de una política marcada por el diálogo y el pacto. Mientras el peronismo asume que los kirchneristas se atrincherarán en la provincia de Buenos Aires –hoy feudo de Scioli pero que podría gobernar el actual jefe de Gabinete de la presidenta– para forjar un poder alternativo al de la Casa Rosada, los líderes opositores, que en las primarias sumaron casi el 50% de los votos, no han sido capaces de pactar una candidatura conjunta.

“Sea como sea, seguramente veremos un Parlamento con mayor participación en las discusiones públicas, ya que el reparto de escaños en la Cámara de diputados tendrá variaciones interesantes”, apunta Germano.

La economía asusta

Después de una década de crecimiento sostenido en América Latina, el FMI anticipa retrocesos en toda la región. Para Argentina el pronóstico indica un 0,7% negativo. Y hay cierto consenso entre los analistas de que es necesario un cambio en la política económica, pero eso no necesariamente coincide con las perspectivas de la ciudadanía que ha visto mejorar su situación en los últimos años. “Este gap entre supuesto remedio necesario y las expectativas sociales ha convertido el tema económico en tabú en la campaña”, analiza Germano.

“Las etapas de crecimiento sostenido empujadas por la demanda doméstica y la inversión estatal generan una fuerte presión sobre la balanza de pagos y se caracterizan por la inflación. Esto, a su vez, incentiva la fuga de capitales y el atesoramiento en dólares, amenazando el nivel de las reservas y determinando así continuas devaluaciones del peso (lo cual retroalimenta a la inflación)”, resume el profesor Roberto Lampa. En su artículo Argentina, después de la anomalía K, este investigador del Conicet cree que todos los equipos económicos que podrían llegar a la Casa Rosada comparten la receta de ajuste más devaluación. La cuestión es en qué medida y a qué velocidad se aplicaría.

Este juego de los candidatos de no decir nada –y quizá también de no querer saber de los votantes– puede marcar al próximo Gobierno “una luna de miel mucho más corta de lo habitual, ya que probablemente deba tomar medidas impopulares que son inesperadas para buena parte de la sociedad”, sostiene Germano.

La batalla con los 'buitres'

El gobierno de Cristina Fernández ha librado una batalla pública e internacional contra los fondos buitre que reclaman el pago del valor nominal de bonos emitidos por Argentina tras la crisis de 2001. Aunque no afecta a las pretensiones de NML Capital, que siguen en los tribunales norteamericanos, el Gobierno kirchnerista se ha apuntado un buen tanto diplomático. Ha conseguido que la ONU apruebe una serie de recomendaciones para negociar la deuda soberana de los países. Y entre ellas, la de que se extienda a todos los acreedores la quita que se acuerde con la mayoría. Sin embargo, esto no soluciona el problema. Y la solución del próximo presidente parece alejarse de la línea marcada por la gestión Kirchner. Incluso Scioli apela a un acuerdo con los holdouts.

La política social

“Yo te digo lo que no voy a hacer: no voy a quitarle la ayuda a nadie, no voy a deshacer lo que se ha hecho bien”. Las palabras de Mauricio Macri en el spot de campaña que más se emite estos días deja claro que incluso la oposición prefiere no alejarse de las políticas de inclusión social del kirchnerismo. La cuestión en todo caso será cómo mantenerlas con menos dólares en la caja. Informes como el de Oxfam advierten de que millones de personas que salieron de la pobreza en América Latina en la última década podrían volver a ella en un ciclo económico adverso marcado por la desaceleración de China y la bajada de precios en las materias primas.

Los derechos humanos

Otro de los asuntos dominantes de la etapa kirchnerista, el de los derechos humanos y la lucha por recuperar la memoria histórica, no ha ocupado en esta campaña un rol relevante. “Hay cierto consenso en que la política del Gobierno respecto a los derechos humanos fue buena, por lo que la oposición tiene pocos incentivos para hablar del tema y el oficialismo lo toma como un comodity propio”, explica el consultor de Isonomía.

No está claro si el impulso político que llevó a la reapertura de las causas por delitos cometidos durante la dictadura se mantendrá. Ni si la ampliación de derechos –por ejemplo en materia de identidad sexual– de la gestión Kirchner servirá de base a debates pendientes. No parece que vaya a suceder.

En el único debate que ha habido antes de las elecciones –el primero de la historia argentina y al que Scioli no asistió– estos temas casi no aparecieron. Sólo Nicolás del Caño, del Frente de Izquierda (3,3% de los votos en las primarias) habló del derecho al aborto, y Margarita Stolbizer, de Progresistas (3,5%) mencionó específicamente las políticas de igualdad y la Ley de Protección Integral de las Mujeres, aprobada en 2009 pero que sigue sin presupuesto. Son temas que no parecen relevantes en el discurso de los principales candidatos, a pesar de que en este país una mujer es asesinada cada 30 horas y de que la ciudadanía ha salido en masa a la calle a respaldar movimientos como Ni Una Menos.

Será una elección muy igualada –las últimas encuestas casi calcan los resultados de las PASO –Scioli 38%, Macri 30%, Massa 21%– así que lo que manda es la cautela. Lejos de hablar de políticas concretas, el discurso general parece enfocarse a seducir votantes de todos los sectores y no molestar a nadie. Incluso Mauricio Macri, que es identificado como la opción más conservadora y no viene del peronismo como Massa, ha inaugurado estos días una estatua de Perón y ha ensalzado su figura junto a dirigentes históricos del movimiento. El kirchnerismo se va. El peronismo permanece.

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