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ENTREVISTA

Michel Kazatchkine, experto de la comisión internacional sobre la pandemia: “Hay que elevar las amenazas sanitarias al nivel de las nucleares”

Michel Kazatchkine, miembro del Panel Independiente de Preparación y Respuesta a la Pandemia

Icíar Gutiérrez

12 de mayo de 2021 21:54 h

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Hace casi un año, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los gobiernos se encontraban bajo un intenso escrutinio por la gestión de la pandemia, encargaron a un grupo independiente la tarea de explicar qué falló y, sobre todo, cómo evitar que vuelva a ocurrir. Este miércoles, el panel de expertos que ha examinado la respuesta internacional a la COVID-19 ha presentado sus conclusiones tras ocho meses de trabajo.

En su informe final, el Panel Independiente de Preparación y Respuesta a la Pandemia desgrana cuáles son los errores que desembocaron en una catástrofe “evitable”: el mundo no estaba preparado, la OMS no tuvo los poderes necesarios, y febrero de 2020 fue un “mes perdido” en el que la mayoría de países optaron por “esperar y ver”, en lugar de tomar medidas firmes.

El grupo, liderado por la expresidenta de Liberia Ellen Johnson Sirleaf y la ex primera ministra de Nueva Zelanda Helen Clark, cree que la pandemia es “el momento de Chernóbil en el siglo XXI”. No quiere que el suyo sea otro de tantos informes sobre crisis sanitarias que cogen polvo en una estantería. Pide reformas que transformen el sistema, que consideran claramente inadecuado para hacer frente a patógenos como el que causa la COVID-19.

Michel Kazatchkine (Courbevoie, Francia, 1946) es uno de los 11 expertos que componen el grupo. Lleva más de 30 años tratando el VIH/sida como médico, investigador y político, y gran parte de su trabajo dentro del panel se ha centrado en el acceso a las vacunas contra el coronavirus. Entre otras cosas, Kazatchkine ha sido director del Fondo Mundial contra el sida, la malaria y tuberculosis.

Acaban de presentar sus conclusiones tras ocho meses de trabajo. ¿Cómo han sido? ¿Qué dificultades ha encontrado?

Hemos sido un grupo de 11 miembros con dos copresidentas procedentes de todo el mundo: norteamericanos, latinoamericanos, asiáticos, africanos y europeos. Hemos abarcado mucho terreno en estos ocho meses, pero hemos contado con la ayuda de un pequeño “ejército” de expertos y académicos de todas partes contratados durante seis meses para, específicamente, recopilar, analizar los datos para nosotros y responder a las preguntas que nosotros, como panel, nos planteábamos. Nos hemos reunido seis veces en sesiones plenarias de dos días consecutivos. Entre las sesiones plenarias, nos reuníamos en subgrupos. Yo, por ejemplo, he formado parte del subgrupo sobre el acceso a las vacunas, los tratamientos y el diagnóstico.

Desde la primera reunión dijimos que queríamos que nuestro informe fuera muy concreto en las recomendaciones y muy audaz para que no parezca un informe de la ONU, diciendo que necesitamos “más dinero, más liderazgo político y más trabajo en el futuro”. 

No nos hemos encontrado demasiadas dificultades, salvo que el panorama cambia rápidamente, incluso cada día, también ahora mismo. Otra excepción también es que cuando empezamos hace ocho meses, no nos imaginábamos que la desigualdad en el acceso a las vacunas sería tan flagrante como lo es hoy. En aquel momento, COVAX [el mecanismo global de reparto equitativo] decía que entregaría las vacunas a principios de 2021.

Dejan claro que hubo fallos a la hora de proteger al mundo de la pandemia y que el sistema no es adecuado. ¿Qué errores han sido los más decisivos?

Es muy difícil decir cuál fue el más decisivo, porque hubo fallos en cada paso. Desde la información en los primeros días de 2020 hasta la declaración de la emergencia de salud pública de importancia internacional de la OMS, a la que no le siguió ninguna acción. En España, en Europa, todo el mes de febrero y quizá la primera quincena de marzo fueron totalmente perdidos. 

El director general de la OMS declara la emergencia de salud pública, que es el mayor grado de alerta que puede hacer sonar, y nadie reacciona. Es un gran fallo. En nuestro informe argumentamos que se pudo perder tiempo en el mes de enero debido en parte a la burocracia, porque el director general podría haber declarado la emergencia de salud pública una semana antes si hubiera seguido el principio de precaución. 

Pero la mayor parte de la pérdida de tiempo fue posterior. Y todos esos países que empezaron a criticar que “la OMS llegó tarde, la OMS ha sido pro-China, la OMS no hizo su trabajo” son países que forman parte del órgano de gobierno de la OMS, que son la Asamblea Mundial de la Salud y lo que se llama el Consejo Ejecutivo, que se reunió por primera vez en octubre de 2020. Fue un gran error.

También son contundentes con la falta de preparación a pesar de las advertencias previas.

Por supuesto, el otro fracaso es que los países no estaban preparados. Lo interesante es que es válido tanto para los países ricos como para los pobres, para los que habían obtenido una alta puntuación en la evaluación de la preparación y los que obtuvieron una baja puntuación.

Y luego están las desigualdades dentro de la población: entre ricos y pobres, los que tienen acceso a las herramientas digitales y los que no, los que están empleados y los que están en la economía paralela, los que tienen una red de seguridad social y los que no. Eso marcó de verdad el impacto socioeconómico de la epidemia. Ha sido muy trágica en cuanto a las muertes y el sufrimiento, y aún continúa, pero ha sido un gran desastre socioeconómico. Así que si pensamos en el futuro, esto significa que prepararse para una epidemia no consiste solo en tener reservas de mascarillas, sino también en trabajar en la red de protección social.

¿Cuál diría entonces que es la principal lección de más de un año de pandemia?

La lección es el liderazgo. Los países con un liderazgo que escucha a la ciencia, que habla con los ciudadanos, se compromete con las comunidades y que dice que está dispuesto a gastar dinero porque quiere proteger a su sociedad son los que lo están haciendo más o menos bien. Los políticos que niegan la ciencia (Donald Trump, Jair Bolsonaro...), los que no dialogan con los ciudadanos y vienen con las decisiones de arriba abajo son los que lo están haciendo mal. Es evidente que todas estas cuestiones de liderazgo son una lección para los líderes en el futuro.

La OMS ha sido cuestionada por su gestión de la pandemia. ¿Son fundadas estas críticas? 

Sí y no. No digo que la OMS lo haya hecho todo bien. La OMS llegó tarde, en nuestro informe decimos que debería haber declarado la emergencia de salud pública al menos una semana antes. El doctor Tedros exageró con China, sin duda. La OMS no ha sido clara en algunas de sus recomendaciones, incluyendo las mascarillas. Aquí, en Europa, en marzo estábamos discutiendo sobre las mascarillas. Así que hay cosas que la OMS no ha hecho bien. Además, la OMS desempeña un papel importante en los países, asesorando a los gobiernos sobre lo que deben hacer. Y en algunos países, sus funciones no se han desempeñado bien. 

Por otra parte, la OMS todavía no ha planteado una estrategia para el mundo. ¿Hacia dónde queremos ir? Es decir, estamos aplicando medidas de salud pública, estamos vacunando a la población... ¿pero qué es lo que queremos que ocurra al final? ¿La eliminación? ¿Algún tipo de mitigación? Por eso, una de nuestras recomendaciones es que la OMS presente una hoja de ruta que indique hacia dónde queremos ir, y puede ser diferente de una región a otra. 

Sin embargo, por otro lado, la OMS ha elaborado más de 1.000 recomendaciones y orientaciones, y ese es su papel. En octubre de 2020 presentó un plan importante de investigación y desarrollo sobre el tipo de vacuna que necesita el mundo. Y, por supuesto, la imagen de la OMS es una imagen de liderazgo e independencia, que se ha podido criticar en los medios de comunicación occidentales. Pero la gente que vive en países más alejados de la agitación de Occidente cree y ha confiado en la OMS.

Queremos reformas de la OMS, queremos que esté libre de política y que tenga más autoridad. Queremos que sea solo una agencia científica. Y si logramos eso, todo el mundo confiará.

¿Cómo se debería fortalecer la OMS?

Recomendamos algunas cosas. Una es que se haga independiente en su financiación. En este momento, la mayor parte de la financiación está asignada. Por ejemplo, España o Francia pueden decir: “Te doy 40 millones de euros para trabajar en una vacuna contra la polio en Pakistán”. Pero hay muy poco dinero no destinado a fines específicos. Por tanto, la OMS puede estar bajo la influencia de sus donantes, incluidos los privados, como la Fundación Gates. Lo que decimos es que no debería haber ningún tipo de financiación asignada. Todo el dinero tiene que ir a un presupuesto, sin ninguna restricción.

Los Estados miembros deberían aportar dos tercios de ese presupuesto como contribuciones obligatorias. Y luego, el tercio restante quedaría abierto a una conferencia de reposición a la que los gobiernos donantes, y también el sector privado, podrían ir y contribuir, pero, de nuevo, siempre que no esté asignado. 

También recomendamos que el director general tenga un solo mandato y no pueda ser reelegido. Su mandato podría ampliarse a siete años en lugar de cinco, pero no puede ser reelegido porque, de lo contrario, un año antes de las elecciones, algunas de sus decisiones pueden estar fuertemente influenciadas por la necesidad de construir su base para la reelección.

Y en tercer lugar, recomendamos crear un comité permanente del Consejo Ejecutivo, un pequeño comité de miembros que estén constantemente “a bordo” para las emergencias, de modo que, si algo sucede, no esperen seis meses antes de reunirse. Es decir, que el mismo día en que se declara una emergencia, puedan dar respaldo a cualquier decisión que tome la OMS. Son grandes reformas de la OMS y habrá muchos debates al respecto.

En el informe no señalan a países concretos por su actuación. Hace unos meses, en el informe preliminar, dijeron que las autoridades chinas "podrían haber aplicado medidas de salud pública más contundentes en enero”. ¿Cómo valoran la respuesta de China?

En nuestro informe decimos también que no estamos aquí para culpar y avergonzar a nadie. Estamos aquí para aprender, y luego sacar lecciones, y luego dar recomendaciones. Pero claramente, China, en el plano positivo, identificó la enfermedad muy rápidamente, en pocos días. Descubrió que se trataba de una nueva enfermedad, secuenció el genoma el 2 de enero y lo hizo público el 11 de enero, es decir, muy pronto.

Luego dudó sobre la transmisión entre personas, y tardó hasta el 20 de enero, cuando declaró que había una transmisión entre humanos. Eso podría haber sido más rápido, pero no es fácil. Por ejemplo, la primera sospecha de transmisión de persona a persona se produjo porque una pareja fue hospitalizada, marido y mujer. Pero no tenían el mismo nombre y no estaban hospitalizados en la misma ala del hospital. Así que fue muy difícil rastrearlos, estas son cosas que pasan. 

También, China publicó cifras que fueron subestimadas en términos de muertes y número de pacientes infectados, e impuso un confinamiento muy duro en la provincia de Hubei. Pero al final, actuó rápidamente y con mucha decisión. Y si miras las fotos ahora, todo el mundo está bailando, bebiendo y teniendo una vida feliz en Wuhan, lo que no ocurre en Europa. 

¿Qué piensa de la respuesta de los países europeos?

Lo que ocurrió en Europa es que no hicimos nada hasta el 15 de marzo. Cuando se produjo primero la tragedia en Italia, mirábamos como si eso no pudiera ocurrir en nuestro país. Así que en el momento en que nuestros países decidieron actuar, ya había muchos pacientes. Tuvimos que luchar para tener mascarillas y pusimos en marcha políticas de pruebas, rastreo y aislamiento a la que nuestros países casi no estaban acostumbrados, y el aislamiento estaba muy mal gestionado. 

Pero también era demasiado tarde para que fuera eficaz, así que solo mitigamos, confinamos y disminuimos las infecciones. Luego desconfinamos y las infecciones volvieron a crecer, y luego otra ola, y otra. Y todavía no sabemos qué pasará en el futuro. Las vacunas probablemente harán su función, pero, ¿qué porcentaje alcanzaremos? No lo sé. Y tampoco sé si surgirán nuevas variantes que puedan escapar a las vacunas. Hay mucha incertidumbre. Por eso sería útil que Europa estuviera más unida de lo que está, porque los países han estado cerrando fronteras y decretando confinamientos sin ni siquiera avisar al vecino, lo cual es ridículo, porque entre Barcelona y Perpiñán no hay frontera, por ejemplo. Todo eso es lamentable, una especie de cacofonía.

Hacen mucho hincapié en la desigualdad actual en el acceso a las vacunas, y la necesidad de redistribuirlas inmediatamente. ¿Qué opinan de la exención de las patentes apoyada la semana pasada por EEUU para aumentar la producción?

Lo primero que hay que hacer es redistribuir el excedente de vacunas. Los países ricos tienen 4.300 millones de vacunas y su población es de 1.160 millones de personas. Hay que redistribuirlas, porque tenemos muy pocas oportunidades de aumentar la producción hoy en día, la producción está casi al límite. Por eso pedimos que se redistribuyan 1.000 millones de dosis para septiembre, y también 2.000 millones de dosis para 2022. 

En cuanto a la exención, el movimiento de Estados Unidos es un movimiento político. No cambiará nada a corto plazo. Pero es un movimiento muy importante a medio plazo. Lo que tenemos que hacer ahora es aumentar la capacidad de producción: necesitamos abrir nuevas instalaciones, en Europa, en América Latina, en África. Necesitamos tal vez una en Europa del Este. Y necesitamos más en Asia. 

Si pensamos en las vacunas ARNm, las más flexibles para adaptarse a las variantes, necesitaremos de 12 a 18 meses para establecer estas instalaciones. Así que en esos 12 a 18 meses tenemos que negociar las licencias voluntarias y la transferencia de tecnología, que creemos que sería lo más fácil, porque la transferencia de tecnología es muy importante para las vacunas.

Sin embargo, también decimos que, en caso de que haya resistencia, la OMC debería imponer una exención en materia de propiedad intelectual. Pero eso no es suficiente, porque incluso con una exención, sin transferencia de tecnología para una vacuna ARNm que ensambla 100 pequeños componentes y elementos diferentes, no puedes llegar muy lejos. Es como si leyeras en un libro de cocina cómo cocinar paella valenciana. No es lo mismo si vas a Valencia, cocinas con alguien y aprendes exactamente cómo hacerlo.

Recomiendan crear un Consejo Mundial sobre Amenazas para la Salud. ¿Cuál sería su papel y en qué consistiría su trabajo?

Necesitamos alguna autoridad, porque tenemos que elevar las amenazas sanitarias al nivel de otras amenazas, como las nucleares o la del cambio climático. En el ámbito nuclear, puede haber inspecciones de países, y queremos conseguir lo mismo con la amenaza sanitaria. Hemos pensado mucho en si esa autoridad debería estar en la OMS, pero la pandemia no ha sido solo un acontecimiento sanitario, sino también un acontecimiento socioeconómico. Así que necesitamos algo a un nivel político mayor que el de la salud. Pensamos también en el Consejo de Seguridad de la ONU, con un subcomité de salud. Pero si se quiere negociar el futuro de las vacunas, y si se quiere hablar con los ciudadanos, también necesitamos que estén la sociedad civil y el sector privado.

Decidimos crear este consejo, sugerimos que tenga 21 personas, en su mayoría gobiernos, pero también representantes del ámbito no gubernamental. Sería respaldado por la Asamblea General de la ONU, y eso le daría la legitimidad política, porque sería aceptado por los 194 países de la ONU.

El consejo tendría básicamente dos funciones principales. En primer lugar, supervisaría el progreso de la preparación y la respuesta en el mundo, e informaría a la Asamblea General de la ONU y a la Asamblea Mundial de la Salud en Ginebra. En segundo lugar, proponemos un nuevo mecanismo de financiación para la preparación, al que los países aportarían entre 5.000 y 10.000 millones al año. El consejo se encargaría de asignar ese dinero a las entidades multilaterales regionales o mundiales existentes.

Piden una serie de reformas, pero en el pasado ha habido peticiones similares y no han sido escuchadas. ¿Será ahora diferente?

Nuestras recomendaciones son un paquete completo, no se puede elegir una o dos, hay que comprar el paquete (risas). Son muy concretas. Espero que el coste de estas reformas sea ridículo en comparación con el coste de la pandemia. Los políticos ahora están preocupados por la salud, así que hay una oportunidad que no hemos tenido antes. El ébola era una epidemia de África, el SARS era una epidemia de Asia, incluso el VIH se convirtió rápidamente en una epidemia del sur. Lo de ahora es una epidemia que ha sido una catástrofe en el norte y en el sur. Si eso no es un detonante suficiente, me pregunto qué podría serlo.

Si no es ahora, ¿cuándo? Ahora es cuando los políticos deben actuar. Nuestra esperanza es que tengamos líderes destacados que digan: “Compañeros, esta vez tenemos que hacerlo”. Y que todos se sienten a la mesa. No un multilateralismo del mundo occidental. Un multilateralismo inclusivo, con China, Rusia, India, América Latina, África. Un multilateralismo sincero, no uno en el que la gente se sienta a la mesa pero el poder está sólo en manos de unos pocos.

¿Cuál es el riesgo si el sistema no cambia?

En primer lugar, el riesgo es que no podamos hacer frente a la pandemia actual, que está lejos de terminar. También, el riesgo es que la próxima pandemia podría ser mañana, y no sabemos qué puede ser. ¿Tal vez un mosquito por el cambio climático? ¿Tal vez algo en el agua? No lo sé. Pero la próxima pandemia podría ser una catástrofe como lo ha sido esta. 

A finales de marzo, una veintena de jefes de Estado y de Gobierno apoyaron la propuesta de crear un Tratado contra las Pandemias. ¿Qué opina?

Recomendamos que los países negocien lo que se llama una convención marco en la OMS, porque la OMS tiene el poder de negociar tratados. Hemos dudado de si se debería negociar en la Asamblea General de la ONU, pero esto es una cuestión de salud, principalmente, y el formato de un convenio marco es muy útil y muy flexible, porque puedes negociar algunas cosas en unos meses, otras cosas difíciles en unos años.

El primer tratado de ese tipo, el Convenio Marco de la OMS para el Control del Tabaco, ha tardado más de diez años en ser negociado y aprobado, pero es muy sólido. La realidad es que la gente sabe más sobre el tabaco y fuma menos a nivel global. Así que es un éxito, y es lo que nos gustaría, que se den las negociaciones, incluyendo por ejemplo una nueva plataforma de vacunas, que cambiaría la perspectiva y funcionaría de verdad para producir bienes públicos globales. 

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