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Ofelia Fernández: “El cruce generacional es de lo mejor que tiene ahora el feminismo”

Ofelia Fernández, durante la entrevista. FOTO: HANNAH MUELA

Ana Requena Aguilar

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No hace falta mucho tiempo, apenas unos minutos, para darse cuenta de que estar delante de Ofelia Fernández es asistir a uno de esos carismas políticos extraordinarios. La diputada más joven de Argentina derrocha discurso, contenido y entusiasmo, todo al mismo tiempo y todo el rato. Fernández tiene 19 años y en las últimas elecciones, celebradas el 27 de octubre de 2019, fue elegida diputada del Frente de Todos (el partido ganador de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner) en la Ciudad de Buenos Aires.

Su militancia se remonta más allá, a los doce años, cuando era una líder estudiantil que, entre otras cosas, luchaba contra el acoso en su colegio. Todo cambió en el verano de 2018, cuando Fernández intervino en el Congreso durante las sesiones previas a la votación de la Ley del Aborto, que finalmente no salió adelante por un estrecho margen. El potente discurso de aquella joven puso sobre ella todos los focos y desde entonces su relevancia no ha hecho más que crecer. Estos días ha estado en Madrid para participar en los diálogos feministas organizados por la eurodiputada de Unidas Podemos María Eugenia Palop.

¿Cuáles son los costes que paga una mujer joven y feminista que sale a la esfera pública y entra en política?

No sé cómo me siento, es muy raro para mí porque todo este proceso de exposición se concentró en dos años, muy poco tiempo para este ritmo y este aumento constante. Cuando en 2018, después de hablar en el Congreso, iba a dar una charla sobre el aborto, me organizaron un escrache unos religiosos. Salían con carteles tachándome la cara. Pasamos de eso a que todas las semanas soy tendencia en Twitter por alguna razón que inventan. Se meten también con mi familia. Cualquier cosa que haga o que no haga, que diga o que no diga es un motivo para pincharme y tratar de desestabilizarme. Intento que no me afecte. Es el conservadurismo de no permitir que una piba llegue a los lugares a los que llega diciendo las cosas que dice, porque si tuviera la misma edad pero sirviera a sus intereses y fuera servil y angelical y de derechas no sería un gran problema. El problema es serlo desde la identidad política que construyo desde la irreverencia.

Ese discurso a favor de la legalización del aborto durante el debate de la ley y que le lanzó al reconocimiento público, ¿qué recuperaría de él, cómo lo recuerda, volvería a decir lo mismo ahora que el proyecto puede salir adelante con el nuevo gobierno?

Fue muy fundacional para mí. Si cuando sea la nueva discusión yo tengo que hablar pienso, ¿y qué voy a decir ahora? De alguna manera yo me ocupé mucho de armar ese discurso, de poder representar bien la problemática del sector al que yo pertenezco. Traté de trascender el aborto en sí, fue desde un lugar muy educativo, desde qué herramientas nos dan, qué cosas les preocupan y qué no. Hablé de cómo desde pequeñas, cuando nos dan clases de nuestro sistema reproductivo, sacan a los varones, y a ellos no les forman en nada. Una educación sexual para enseñarnos solo cómo se pone un forro [condón], como si solo se tratara de eso. Quería mostrar que hay muchos planos desde donde no nos educan y un montón de problemáticas de abuso y relaciones violentas en las que no intervienen, pero sí lo hacen para comunicarnos cómo y cuándo tenemos que maternar. Hoy en día, agregaría que nada cambió. No les preocupa en absoluto la vida de las mujeres y por eso vamos a redoblar la apuesta.

¿Cree que este año y medio desde la votación ha servido para movilizar más a la sociedad argentina? ¿O la correlación de fuerzas entre quienes quieren legalizar el aborto y quienes se resisten sigue siendo parecida?

Creo que hasta ellos estuvieron mejor para canalizar los resultados de la votación. Yo, de hecho, en mi discurso lo hice: arranqué hablando del aborto que ya es legal, el que es por causales, y en cómo es una barbaridad pensar en que una niña que es violada y queda embaraza está en condiciones de desarrollar su maternidad desde ahí, como una cosa que es obvia y está legislada desde hace cien años. En los canales de televisión siempre había algún periodista antiderechos que me preguntaba 'bueno, pero eso ya es legal' y, sin embargo, el verano después del rechazo de la ley nos encontramos con un editorial hablando de las niñas madres y de que eran madrazas e instalaron la discusión de que el aborto por causales también tenía que ser anulado. Nos vimos teniendo que dar una discusión que está saldada incluso legalmente. Es lo que hace el reaccionario con más eficacia, alterar la agenda. Si en tan poco tiempo ganamos tanta masividad, podemos ganar más para que esta conquista sea aún más potente en términos históricos.

¿Será ley en 2020?

Sí, me la juego por eso. Que el pronunciamiento del presidente sea a favor del aborto ayuda, pero también creo que nosotras venimos de la furia de la última votación dispuestas a desarrollar una campaña más fuerte todavía. Entre nuestra convicción y la voluntad política que faltó la última vez saldrá una ley de aborto en 2020.

Otro de los puntos que ha ilusionado allí al feminismo ha sido la creación del Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad, incluso la creación de oficinas de género en otros ministerios. Pero eso contrasta con imágenes del gabinete en que solo hay hombres. ¿Cómo se vive esa contradicción? ¿Cómo combatirla?

Yo en este momento soy oficialista, pero creo firmemente que el movimiento feminista tiene que ser opositor. En el momento en que yo estoy en una movilización feminista, en que estoy en un encuentro plurinacional de mujeres, lesbianas, travestis y trans, en cualquiera de esos espacios, soy opositora, porque nuestra realidad no cambia.

A ninguna de las que estamos ocupando lugares en este Gobierno, creyendo en este Gobierno o diciéndole al feminismo que tenía que votar acá porque había que votar contra Macri porque eso significaba recortes en nuestras vidas y retrocesos, no nos quita que ahora cuando llegamos a la Casa Rosada en realidad no hayamos llegado porque no hayamos conseguido la realidad que buscamos. El feminismo tendrá que ser opositor en ese sentido, así que soy oficialista y opositora al mismo tiempo. Eso no quita para que entienda que va a haber grandes conquistas sociales en función de un gobierno que tenga voluntad política. Creo que incluso habrá que reconocer que esas conquistas no son solo gracias a Alberto, sino también gracias al movimiento y a quien lo puso en agenda. Dentro de eso, claro que hay fotos por las que yo siento asco.

Como diputada de la ciudad de Buenos Aires se ha bajado el salario, ¿por qué y en cuánta cantidad lo ha hecho?

Me he reducido mi salario en dos tercios. Esa parte irá a mi organización, el Frente Patria Grande, para permitir construir mayor correlación de fuerzas, que permita en algún momento alterar eso para todos y destinar ese presupuesto para otras cosas. Si lo donara y un espacio dependiera de mi donación, en el momento en que yo pierdo mi banca, el espacio pierde su rutina de financiación y yo no creo en el asistencialismo. Además, con qué criterio elijo a un solo comedor, por ejemplo. Lo pienso más como un antídoto de una para no entrar en la lógica del sistema político y no profesionalizarse, sino ser fiel y saber que una llega ahí con sus convicciones y no las va a perder por formar parte de un estatus económico y político.

Aunque habla de no profesionalizarse, ¿se imagina dando más pasos adelante?, ¿siendo, por ejemplo, diputada del Congreso nacional con 25 años?

Lo que me pasa es que siempre que proyecté algo en mi vida, pasó cualquier otra cosa: pensé en terminar el colegio y estudiar sociología y de repente me encontré siendo legisladora a los 19 años. Por ahora estoy haciendo esto, lo haré con mucha dedicación, creo que va a valer la pena ocupar espacios para transformarlos, trataré de confrontar con esas instituciones, intentar seguir hablándole a quien le hablo y no cambiar para tratar de caer bien a la cámara.

Justo hoy en Madrid hablamos de cómo el feminismo es uno de los movimientos más potentes actualmente y de cómo precisamente Argentina y España son referentes, hemos vivido en los dos sitios procesos muy fuertes y tenemos algunos puntos en común. Por ejemplo, que la lucha es intergeneracional, aunque eso también pueda generar tensiones o desacuerdos. ¿Cómo es allí ese compartir entre diferentes generaciones?

Creo que ese cruce generacional es de lo mejor que tiene ahora el feminismo. Muchas actividades se planifican para que sea así, es muy interesante, hay algo en el ser mujeres y en hacer política, estamos acostumbradas a ser las no reconocidas, las relegadas, y tenemos otra pedagogía de la escucha y no nos cuesta tanto reconocer a la otra, aunque obviamente también sucede y hay quienes militan desde el ego. Pero hay algo muy fuerte en que quienes militaron en la adversidad te escuchan y te dan un lugar de liderazgo. Es como que estuvieron en toda esta construcción y este es el resultado. El concepto 'la revolución de las hijas' no responde a otra cosa más que esto, a poner en valor el proceso, por eso hijas, hijas de un legado de adversidad, de hostilidad, pero a la vez es nuestra revolución. Somos hijas y también sujeto de la revolución.

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