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Piratas del Caribe en la vida real: crecen un 163% los ataques en la zona

Un grupo de menores juega a piratas en un barco pesquero en Cumana, estado de Sucre, Venezuela.

Francisco de Zárate

Los piratas están muy bien en las películas, pero en la realidad es otra cosa. Y si no, que se lo pregunten a los tripulantes de las 71 embarcaciones que en 2017 denunciaron ataques de piratas en Latinoamérica y el Caribe. O a los pescadores de Guyana que en abril de este año sobrevivieron a un abordaje en aguas de Surinam. Según contaron a la agencia Reuters y al periódico The Washington Post, los piratas los rociaron con aceite caliente, los atacaron con machetes y tiraron a muchos de sus compañeros al agua con pesos en los pies, para que no pudieran contar lo que habían visto. O por pura crueldad. De los veinte tripulantes que componían una flota de cuatro pesqueros, sólo cinco volvieron a tierra.

Como bien saben en la ONG estadounidense One Earth Future, los piratas del Caribe es algo más que una exitosa serie de películas. En su informe Oceans Beyond Piracy consignaron un notable aumento de 163% en el número de ataques piratas denunciados en 2017 en el Caribe y Sudamérica. Las aguas de Surinam están entre las más peligrosas, pero las de Venezuela, dicen, son las que se han vuelto especialmente alarmantes. El motivo, la precariedad económica que sufre el país.

Sean Roebuck es uno de los marineros que han alterado sus rutinas por la peligrosidad de las aguas. La costa venezolana está a dos horas de viaje en barco desde su país, Trinidad y Tobago, donde administra varios barcos para salir de pesca con los turistas. Dice que ha dejado de salir a alta mar con la embarcación de mayor eslora. “Salgo cerca de la costa con la embarcación más pequeña porque es rápida y me da la confianza de que puedo escapar con velocidad”, explica por teléfono a eldiario.es. Según Roebuck, uno de sus conocidos estaba pescando en las aguas entre Trinidad y Venezuela cuando vio cómo se acercaba lentamente otra embarcación, “con la proa un poco más elevada como tienen los pesqueros venezolanos”. “Sacó las redes del agua para irse y ahí comenzó la cacería, eran piratas, por suerte mi amigo navegó más rápido que ellos”, cuenta.

Otros compatriotas de Roebuck no han tenido tanta suerte y han sido desvalijados, en el mejor de los casos, por piratas que viajan en lanchas con varios motores de 200 caballos y tienen a la ciudad venezolana de Güiria (Sucre) como la nueva isla de Tortuga. La mayoría de los piratas usa máscaras y navega con cajas llenas de hielo para conservar el pescado robado, según un reportaje de Bloomberg. “Cuando también quieren quedarse con los barcos, disparan contra los pescadores o les obligan a tirarse al agua antes de huir a toda velocidad; decenas de pescadores locales han sido asesinados en los últimos dos años, llevando al periódico Newsday de Trinidad a bautizar la zona como el 'golfo de no retorno'”.

La crisis económica venezolana explica parte, pero no toda la piratería en la zona. Como dice el británico que lideró las fuerzas europeas contra la piratería somalí, Gerry Northwood, el Caribe siempre ha sido un mar para navegar con prudencia fuera de las vías más usadas: “La costa venezolana probablemente sea hoy más peligrosa que el resto por las dificultades económicas que vive el país, pero muchos de los Estados insulares del Caribe han visto cómo en los últimos años aumentaba la criminalidad por el tráfico de drogas. Cuando hay un flujo de drogas también lo hay de armas y eso ha creado un ambiente mucho más peligroso”.

De acuerdo con los datos de Oceans Beyond Piracy, los barcos más expuestos a la piratería en el Caribe son los yates particulares (el 60% de los ataques denunciados en 2017), seguidos por los petroleros (23%). Los pesqueros casi no aparecen en las estadísticas. En opinión de Northwood, que hoy dirige la empresa de seguridad marítima MAST, se debe a que los pescadores del Caribe denuncian menos. “Si no tienes fe en la capacidad de la policía para protegerte y ayudarte, lo más probable es que tampoco tengas mucho interés en informar del incidente; pero puede ser incluso peor, que desconfíes de una posible connivencia entre la policía y los criminales”.

Las personas que viven en sus veleros conocen los riesgos. Una mujer escocesa que durante varios años vivió en el Caribe a bordo de su barco (y prefiere no ser identificada por su nombre), recuerda las aproximadamente 100 embarcaciones que había en el puerto deportivo de Isla Margarita (Venezuela) en el año 2003. “La isla tenía entonces zonas no excepcionalmente seguras pero en el puerto no había nada que temer. Cuando volvimos un año después, la gente de los barcos ya estaba turnándose para vigilar por las noches. Diez años después, sólo quedaban dos barcos”. Recuerda el caso de una pareja que navegó entre Trinidad y la venezolana Isla Margarita, “una decisión que la mayoría consideró estúpida”. “Los piratas los abordaron, les robaron y amenazaron con cortar los dedos por los anillos de boda”.

¿El fin de la piratería?

Pese a que dirige una empresa que entre otros servicios ofrece incorporar tripulantes armados al barco como una forma de protegerse contra los piratas, Northwood apuesta por respuestas no violentas y de raíz, como informar a los consumidores de droga europeos y estadounidenses sobre las consecuencias que tiene el tráfico de narcóticos en el Caribe. Pero en el corto plazo no desestima la solución de responder con mayor protección para los buques.

En otras zonas la estrategia ha demostrado tener éxito. Según la Agencia Marítima Internacional (IMB, por sus siglas en inglés), el esfuerzo de las autoridades indonesias por mejorar la seguridad de los puertos y las rutas marítimas contribuyó a reducir en más de la mitad los ataques pirata entre el primer semestre de 2015 y el mismo período de 2016. Algo similar ocurrió en aguas de Somalia, que pasaron de 145 ataques en 2011 a 8 casos en el primer semestre de 2013, después de que los buques de guerra europeos comenzaran a patrullar el área.

Pero que hayan mejorado no significa que se hayan convertido en un paraíso libre de piratas. En 2017, Indonesia seguía liderando los rankings como el país con más piratería del mundo: 43 ataques, según los datos de la IMB. Nigeria quedó en segundo lugar (33) mientras que en las aguas cercanas a Somalia, incluyendo las del Golfo de Adén, se registraron 8 casos. Para desgracia de los amantes del mar y las personas que trabajan en él, aún falta mucho para que la piratería sea sólo un género de la ficción.

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