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El presidente progresista de Chile lidera el pulso contra Daniel Ortega y la vieja izquierda en América Latina

El presidente de Chile, Gabriel Boric, en un acto en la Moneda celebrado este martes.

Meritxell Freixas

Santiago de Chile —

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Uno de los pocos discursos que el presidente Gabriel Boric ha logrado mantener intacto –con palabras y acciones– durante los 13 meses que lleva de mandato es la defensa acérrima de los derechos humanos, sin dudar en posicionarse contra los gobiernos que los violen, sean del color político que sean.

“Chile promoverá siempre el respeto de los derechos humanos, en todo lugar y sin importar el color del gobierno que los vulnere”, dijo el 11 de marzo de 2022, tras pisar por primera vez el palacio de La Moneda como mandatario. A pesar de las polémicas que desata su posición tanto dentro como fuera del país, toma cada oportunidad que se le presenta para insistir en el tema.

Boric aprovecha foros y cumbres internacionales para llamar la atención del presidente nicaragüense, Daniel Ortega, y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, que desde 2018, cuando estallaron las masivas protestas en su contra, han reprimido con dureza a manifestantes y disidentes políticos. Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), más de 355 personas fueron asesinadas durante las movilizaciones y hay miles de exiliados.

En la XXVIII Cumbre Iberoamericana celebrada en República Dominicana hace un par de semanas, Boric instó a no “callarse” ante la “dictadura familiar” nicaragüense. En enero, en el marco de su intervención en la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), emplazada en Buenos Aires, exigió la liberación de los opositores “detenidos de forma indigna” en Nicaragua. Antes, en septiembre, en la Asamblea General de Naciones Unidas, había pedido que “en ningún lugar del mundo, tener distintas ideas del Gobierno de turno pueda terminar en persecución o vulneración de derechos humanos”.

A mediados de febrero, Ortega retiró la nacionalidad a 94 ciudadanos, entre ellos escritores, activistas, políticos o religiosos, a quien acusó de “traición a la patria” y etiquetó de “prófugos de la justicia”. Antes lo había hecho con otros 222 presos políticos liberados y expulsados a Estados Unidos.

“No sabe el dictador que la patria se lleva en el corazón y en los actos, y no se priva por decreto”, escribió entonces Boric en sus redes después de que la Cancillería chilena también condenara con dureza la decisión de Ortega, abriera las puertas de Chile a los afectados y les ofreciera la nacionalidad chilena. Una oferta que recogió la escritora y poeta Gioconda Belli, una de las expulsadas, que vive desde hace tres años exiliada en Madrid: “Si hay otro país que siento con todo mi corazón como cercano es Chile”, dijo. También España, Argentina y Colombia ofrecieron la nacionalidad a los nicaragüenses.

El Gobierno chileno opera solo”

La defensa radical y explícita de los derechos humanos y el repudio de los regímenes latinoamericanos conocidos a menudo como 'vieja izquierda', como Nicaragua, Venezuela y Cuba –aunque criticados con menos dureza–, es una de las principales diferencias entre Boric y sus homólogos progresistas de la región.

“Hay una diferencia importante en el tono de Alberto Fernández, en Argentina; López Obrador, en México; y Petro, en Colombia, porque no condenan y no tienen la misma posición que Boric respecto a la deriva autoritaria de países como Nicaragua, Venezuela y Cuba”, dice la directora de la Escuela Gobierno y Gestión Pública de la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile, Lorena Oyarzún. “El Gobierno chileno opera solo; los otros países de la región no critican con contundencia las vulneraciones de derechos humanos en países amigos o aliados o bien permanecen en silencio”, añade el experto en Relaciones Internacionales de la Universidad Alberto Hurtado Octavio González. Según él, hay actitudes “timoratas” en el Gobierno mexicano y colombiano.

Un silencio que ha sido enmendado en público por Boric, al cuestionar el “doble estándar” de los gobiernos latinoamericanos que se consideran progresistas: “Me molesta cuando eres de la izquierda y condenas la violación de los derechos humanos en Yemen o El Salvador, pero no puedes hablar de Venezuela o Nicaragua”, dijo durante un acto en la Universidad de Columbia, en Estados Unidos.

Hace pocos días el presidente chileno reconoció que la relación con su homólogo venezolano, Nicolás Maduro, “no es fácil”. Maduro tampoco ha ahorrado reproches en público en contra del exlíder estudiantil: desde afirmar que hay “más de 2.000 presos políticos jóvenes”, hasta calificar a su gobierno de “repudiado y rechazado”. Aunque el caso de Cuba es el más tibio de los tres, Boric ha lanzado dardos en contra de su presidente: “Me pongo del lado del pueblo cubano que está protestando en contra de Díaz Canel”, sostuvo en un debate de primarias presidenciales en julio de 2021, cuando la isla se oponía a la gestión de la pandemia y la escasez de alimentos. “No hay que elegir entre condenar el bloqueo y condenar las violaciones a los derechos humanos”, añadió.

Uno de los pilares de su discurso ha sido la exministra de Relaciones Exteriores Antonia Urrejola, quien como integrante de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) observó de cerca las violaciones a los derechos humanos cometidos en el país centroamericano y su deterioro democrático. El nuevo canciller, Alberto Van Klaveren, que asumió tras el cambio de gabinete del mes pasado, se ha mostrado menos contundente que su antecesora en esta materia: “En general, Chile no es partidario de señalar con el dedo a países en materia de derechos humanos, salvo algunas excepciones como el caso de Nicaragua”, dijo el domingo.

Imagen internacional fortalecida”

Salir de la zona de confort y apuntar a los autoritarismos de la izquierda latinoamericana le ha valido a Boric el aplauso y reconocimiento de varios países del mundo, que observan con interés el surgimiento de su liderazgo. Sin embargo, a nivel interno, le ha costado críticas de sus socios de gobierno del Partido Comunista (PC), que se sienten incómodos con el tono del mandatario chileno.

“Hay temas que dividen a la misma coalición gubernamental porque el [bloque de izquierda] Frente Amplio o Convergencia Social, el partido del presidente, reprueban las violaciones a los derechos humanos de estos regímenes sin pelos en la lengua, pero eso es más difícil de hacer para el PC”, apunta Oyarzún.

Por su parte, Octavio González, comenta que la imagen internacional de Boric “se ha visto fortalecida por la defensa que ha hecho de la democracia en distintos países porque habla de consistencia y contundencia”. En su opinión, “cuando los gobiernos tienen una popularidad baja, recurren a la política exterior para compensar o levantar su imagen interna”.

Más allá de cómo sea recordado en Chile, en el exterior pasará a la historia por haberse atrevido a señalar en público y sin tapujos, por primera vez, a los gobiernos que tendrían que haberse convertido de facto en sus aliados regionales en un momento de máximo auge del progresismo latinoamericano.

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