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Boric comienza su segundo año en el poder mostrando su lado más pragmático

Fotografía de archivo del presidente de Chile, Gabriel Boric

Meritxell Freixas

Santiago de Chile —

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El segundo año de mandato del presidente chileno, Gabriel Boric, comienza en una nueva pantalla. El 10 de marzo anunció un rediseño de su gabinete ministerial que reforzó a los partidos de la coalición de la centro-izquierda tradicional Socialismo Democrático, en detrimento de su propio conglomerado, Apruebo Dignidad, conformado por el bloque Frente Amplio y el Partido Comunista de Chile. “Lo que me motiva para hacer estos cambios no son las presiones políticas ni las compensaciones menores, sino mejorar nuestra capacidad de respuesta y la gestión ante las urgencias de nuestra patria”, dijo.

Se trata del segundo cambio de gabinete que Boric impulsa en un año (el primero fue tras el rechazo de la propuesta de nueva Constitución que el Ejecutivo apoyaba) y consolida su giro hacia el centro y la moderación. “El presidente ha debido adaptar su equipo para ir adecuándose a la realidad política y general del país. El diseño original se modificó”, dice la académica de la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile Mireya Dávila.

El profesor de la Escuela de Gobierno de la Pontificia Universidad Católica de Chile Diego Díaz precisa que la nueva coalición de Gobierno “genera mayores niveles de gobernabilidad”. Según él, el presidente “ha sido valiente al tomar esta postura porque tiene el costo de tener que moderar su discurso y programa, lo que puede leerse como una traición”.

El exlíder estudiantil, de 37 años, goza de escasa aprobación en Chile. Según la encuesta Cadem, que lo mide semana a semana, en enero el apoyo presidencial alcanzó el 25%, sin embargo, ahora está en un 35%. En este primer año ha habido “errores no forzados”, dice Jeanne Simon, que han “dominado la agenda mediática por sobre de los logros y que han demostrado que el Gobierno no está anticipando las reacciones más probables a sus acciones”, añade. Para Díaz, “ha faltado capacidad de gestión”. En su opinión, la coalición gubernamental “por su juventud y fragilidad institucional, no tenía cuadros con experiencia de Gobierno”.

¿Continuidad o transformación?

Muchos analistas y expertos consideran que el Gobierno de Boric, tal y como estaba pensado inicialmente, terminó cuando llegó el primer ajuste ministerial, en el que relevó a carteras de relevancia como Interior y la Secretaría General de Presidencia, que teje las relaciones con el Parlamento. Con la nueva reestructuración, el presidente mantuvo la paridad de género (12 hombres y 12 mujeres) y salvó también el núcleo duro del gobierno. Sin embargo, modificó algunos ministerios estratégicos como Relaciones Exteriores y amplió el número de ministros y subsecretarios vinculados al bacheletismo. “Hemos equilibrado la alianza política que le da sustento al Gobierno, sobre todo proyectándola para adelante”, explicó Boric tras la renovación.

Sin embargo, existe la percepción de que, en La Moneda, cada vez queda menos del Frente Amplio y más de lo que fue la administración de Michelle Bachelet. “Boric tendrá que definir si se convierte en la continuidad de la expresidenta o si se mantiene enfocado en una transformación estructural como la planteada a su electorado en la primera vuelta”, dice la politóloga de la Universidad de Concepción, Jeanne Simon. 

De la misma forma que hubo un Boric de primera vuelta —anclado a un discurso de izquierda— y otro de la segunda —mucho más moderado—, ahora hay un Boric del primer período de mandato y otro del segundo, que ha tenido que tomar decisiones incómodas para su electorado, como militarizar la zona del conflicto entre el pueblo mapuche y el Estado chileno, siguiendo al conservador Sebastián Piñera, su antecesor; o endurecer el discurso contra la migración irregular. “En sus primeros meses, el Gobierno tuvo una postura ambigua frente a temas que preocupan mucho a la mayoría, como el orden público, la crisis de violencia en La Araucanía y la migración sin control en la frontera norte”, expone Díaz. Según este, “le llevó algunos meses entender que debía hacerse cargo de esos problemas en todas sus dimensiones, incluso la represiva, ocupando la fuerza legítima del Estado para crear orden cuando es necesario”. 

Su mayor apuesta hasta ahora han sido los 13 indultos concedidos a 12 presos del estallido social de 2019 y a un exmiembro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. La decisión, que fue una promesa de campaña, ha sido para algunos uno de los peores episodios de su mandato porque abrió una crisis en el Ejecutivo que le costó el cargo a la entonces ministra de Justicia, Marcela Ríos. La repercusión de los indultos se arrastra hasta hoy, porque la última palabra pasó a manos del Tribunal Constitucional, que el martes respaldó la decisión de Boric. Sin embargo, para las bases de su espacio político significa cumplir con su palabra y con quienes se movilizaron en 2019 hasta conseguir abrir un proceso constituyente. 

Las reformas, principales desafíos

La fragmentación política en el Congreso no ayuda al mandatario a aplicar su programa. Por delante tiene desafíos tan relevantes como acompañar el segundo intento de proceso constituyente o concretar las reformas estructurales y básicas para su administración en materia de salud, pensiones y tributos. Precisamente, el proyecto de reforma tributaria fue rechazado por el Parlamento recientemente en un duro golpe para el Ejecutivo, que quiere sostener buena parte de los cambios con una nueva forma de recaudar impuestos. “La negociación de estas reformas implica renunciar al contenido ‘transformador’ que el Gobierno quería darle y sacrificar el programa original”, apunta Díaz. 

Para Simon, además de estos proyectos, hay otros retos imprescindibles como el orden público y la seguridad, en un momento en que la percepción de inseguridad registra cifras récord y que se encuentra entre una de las principales preocupaciones de la población. Dávila, por su parte, añade otros temas, como la gestión de la economía en un escenario delicado por el alza de la inflación, la relación entre coaliciones de gobierno o el control de la agenda.

La nueva etapa se proyecta intensa, con acontecimientos de alta connotación política y social como las elecciones de consejeros constitucionales, la conmemoración de los 50 años del golpe Estado, la celebración de los Juegos Panamericanos y el plebiscito constitucional. “No es tiempo de diagnósticos, pero sí de elaboración política y de estrategia”, dijo Boric tras la primera reunión con su nuevo gabinete. A partir de ahora, tiene por delante un año clave para demostrarlas. 

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