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Las primeras incursiones terrestres en Gaza, un nuevo paso en la guerra de Israel contra Hamás

Una unidad de la artillería israelí desplegada cerca de la frontera con la Franja de Gaza.

Francesca Cicardi

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Después de casi tres semanas de una feroz campaña de bombardeos sobre Gaza, desde la madrugada del jueves las tropas israelíes se han adentrado cada noche en la Franja por tierra, a bordo de tanques y vehículos blindados, con el apoyo de medios aéreos, camuflados en la oscuridad. Hasta el viernes las operaciones duraron pocas horas y concluyeron sin bajas en las filas del Ejército israelí, que estaría ensayando una incursión terrestre a gran escala en el enclave palestino, alrededor del cual ha desplegado un gran número de soldados y carros de combate.

La incursión del jueves, en la parte norte de la Franja, fue la de mayor alcance hasta ese momento, según un portavoz militar, Richard Hecht, quien aseguró que los tanques y la infantería destruyeron infraestructura y armamento del grupo palestino Hamás, y “numerosas células terroristas” durante su fugaz operación, efectuada “en preparación de las siguientes fases de combate”. Mientras que la incursión del viernes tuvo su foco en la zona de Shuyaiya (centro de Gaza) y en ella fueron golpeados “operativos terroristas de Hamás”, “lanzaderas antitanque” y “centros de operaciones y de control” del movimiento islamista que controla la Franja y con el que Israel quiere acabar.

Además, el portavoz del Ejército israelí, Daniel Hagari, informó de que sus fuerzas aéreas y terrestres estaban intensificando sus ataques en la Franja, en paralelo a los bombardeos sobre el enclave. La intensificación de los bombardeos está teniendo graves consecuencias para la población civil palestina, que suma ya más de 7.300 fallecidos, según las autoridades de Gaza. “Estamos preparados en todos los frentes para preservar la seguridad de Israel”, ha afirmado el portavoz principal del Ejército de Israel, Daniel Hagari, que cada día ofrece los datos y cifras de las operaciones castrenses –al menos, aquellos que el Ejército quiere que se conozcan–. Los bombardeos de la noche del viernes llegaron acompañados de un apagón total de internet y las comunicaciones en Gaza, lo que, como alertó la Media Luna Roja, ha dejado a los servicios de emergencias sin capacidad de coordinarse ni de atender peticiones de ayuda.

Fase intermedia de la guerra

Según el codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) Jesús Núñez, esta es “una fase intermedia” de la ofensiva, previa a la invasión general terrestre, que cree que se producirá con mucha seguridad. El objetivo de las últimas incursiones terrestres de Israel es “ensayar lo que se llaman acciones combinadas, básicamente de unidades acorazadas y mecanizadas con apoyo aéreo y de drones”, tratando de evitar combates. “Es entrar y salir de inmediato”, afirma el militar retirado.

Israel también busca transmitir “el peligro, la amenaza” a Hamás y otros grupos armados palestinos de la Franja, y un mensaje a “su propia opinión pública”, que, según una encuesta publicada por el periódico israelí Maariv y citada por la agencia de noticias Reuters, estaría mayoritariamente a favor de retrasar una ofensiva por tierra. Preguntados por una ofensiva terrestre a gran escala, el 49% dijo que “sería mejor esperar” y el 22% se mostró indeciso, y sólo el 29% de los encuestados estuvo de acuerdo frente al 65% que apoyaba esa ofensiva en una encuesta del 10 de octubre, tres días después del estallido del conflicto.

Núñez señala que los preparativos militares para esa ofensiva están listos: “El despliegue, las tropas, los hospitales de campaña, todo ya está montado, ahora es una decisión meramente política de Israel, que tiene en cuenta no sólo a su opinión pública –pensando en la vida de los rehenes y pensando en la muerte de sus soldados–, sino también el contexto internacional”.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, negó este miércoles que haya pedido a Israel que posponga su incursión terrestre en Gaza hasta la liberación de los rehenes secuestrados por los milicianos palestinos, en concreto los estadounidenses o los israelíes con doble nacionalidad.

En una rueda de prensa en Washington, el mandatario quiso aclarar que no le pidió al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, posponer la intervención –porque esa es una “decisión” de Israel–, pero le dijo que si era “posible sacar a esa gente sana y salva” antes de la invasión terrestre, porque “eso es lo que debe hacer”. Biden contestaba de esa forma a las informaciones aparecidas en la prensa estadounidense que –citando a fuentes del Gobierno– sostenía que la Casa Blanca había pedido ese retraso.

Precisamente, la invasión preocupa sobre todo a los familiares de los rehenes, que el Ejército israelí ha cifrado en 229, de los cuales más de la mitad tendrían pasaporte extranjero, de unas 25 nacionalidades diferentes, incluidos 18 tailandeses, según las autoridades de ese país –y un español, confirmado, hasta el momento–.

Los parientes de los secuestrados durante el ataque sorpresa de Hamás del 7 de octubre, en el que fallecieron unas 1.400 personas, temen por la vida de sus seres queridos, expuestos a los bombardeos israelíes sobre Gaza, en los que habrían muerto 50 de ellos, según han anunciado las Brigadas de Al Qassam, brazo armado de Hamás, que afirma tener en sus manos a 200 personas, mientras que el grupo Yihad Islámica tendría otras 50.

El padre de una rehén, secuestrada hace ya tres semanas en un kibutz a tan sólo 3 kilómetros de Gaza, cuenta a elDiario.es que no ha sabido nada de ella y que está preocupado, pero también lo está por “las consecuencias que traerá no terminar el trabajo” que, indica, ha empezado el Ejército en Gaza, con el objetivo último de acabar con las capacidades militares de Hamás. “Dejemos que el Ejército decida lo que debe hacer y cuándo”, agrega, y evita expresar con palabras los riesgos que una operación terrestre conllevaría para su hija y los demás rehenes.

El periódico israelí Haaretz ha recogido el testimonio de la madre de un rehén israelí-estadounidense de 23 años, que alerta del daño que pueden sufrir los rehenes pero también los “civiles gazatíes inocentes”. “Tenemos que ser muy cuidadosos para no causarles un daño que no podemos deshacer y creo que hay tiempo para planificar esto de una forma que nuestros soldados no se vean enredados en una situación que nos va a traer mucho más dolor, peligro y pérdida de vidas”, declara Rachel Goldberg.

Una “tela de araña” subterránea

Una de las cuatro rehenes que han sido puestas en libertad hasta el momento, la israelí de 85 años Yocheved Lifschitz, relató tras su regreso de la Franja de Gaza que los milicianos la habían llevado en una moto a través de varios campos hasta que llegaron a “la entrada de los túneles”, donde dijo haber estado retenida las poco más de dos semanas que duró su cautiverio. La anciana describió la red subterránea de Hamás como “una tela de araña” con “muchos, muchos túneles”, y aseguró que caminó “kilómetros” a través de ellos, lo que confiere una idea del laberinto en el que se encuentran los rehenes y lo que supondría para los soldados intentar rescatarlos en el subsuelo.

Se cree que Hamás ha construido en los pasados años una red de túneles de cientos de kilómetros por debajo de la superficie de Gaza (poco más de 360 kilómetros cuadrados), que está constantemente vigilada por Israel, desde tierra, mar y aire. Gracias a ese escondite subterráneo, los milicianos han podido desarrollar sus planes y mejorar sus capacidades bélicas sin que Israel pudiera observarlos ni evitarlo –por ejemplo, con bombardeos selectivos, con los que ha asesinado a varios cabecillas del grupo en el pasado–.

Fuentes de seguridad israelíes, citadas por Reuters, han dicho que la dura campaña de bombardeos de Israel no ha causado mucho daño a la infraestructura de túneles, a través de los cuales Hamás ha podido lanzar un ataque contra Israel desde la costa, esta misma semana. Precisamente, a través de algunos de esos túneles se infiltraron los milicianos que irrumpieron en territorio israelí por tierra y mar el día 7 de octubre, pero la gran mayoría lo hizo tras derribar la valla fronteriza que separa la Franja del sur de Israel y de las comunidades judías de los alrededores, que fueron masacradas por los milicianos, y de donde secuestraron a la mayoría de los rehenes.

“Hamás y la Yihad Islámica no han empleado todos sus medios en el ataque del 7 de octubre, calculan que va a haber una respuesta israelí, por tanto están preparándose para ese momento. Conocen el terreno muy bien, tienen infraestructura, tienen efectivos humanos, tienen medios de todo tipo: cohetes, misiles, misiles anti-carro... No le van a poner las cosas fáciles a Israel”, asegura Núñez.

“Aunque Israel tenga una ventaja tecnológica muy clara, cuando entren en combate en las localidades y calle por calle, esa ventaja se reduce”, agrega el experto del IECAH. “Hamás está preparado para provocar el máximo castigo que pueda a Israel”, concluye.

Esa ventaja tecnológica la viene demostrando Israel, también en la guerra de propaganda, fundamental en la actual contienda. Este viernes, el Ejército mostró vídeos con recreaciones en 3D del supuesto escondite que Hamás tiene en el subsuelo del hospital Al Shifa, el más grande de la Franja y actualmente abarrotado de pacientes y de desplazados que han buscado refugio en sus instalaciones ante los constantes bombardeos de Isarel sobre Gaza. Los militares afirmaron que el “grupo terrorista” ha instalado un sofisticado centro de mando y control en túneles y salas subterráneas, ubicadas debajo del complejo hospitalario, de acuerdo con información de la inteligencia israelí, si bien no mostraron ninguna imagen real que lo avalara.

El jefe de la oficina de prensa del grupo islamista, Salama Marouf, replicó lo siguiente: “Los aviones de guerra y drones israelíes han estado sobrevolando nuestras cabezas durante (los pasados) 20 días y durante años anteriormente, pero no han logrado proporcionar una sola prueba que demuestre que esta instalación tiene túneles y un centro de mando en el subsuelo”. Aunque la tecnología de Israel para detectar los túneles –que pueden llegar a estar a 80 metros de profundidad– se ha demostrado insuficiente hasta el día de hoy.

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