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Opinión - Ir al grano. Por Rosa María Artal

¿Cómo seducir al votante de la conservadora Bullrich para evitar una victoria del ultra Milei en la segunda vuelta en Argentina?

Javier Milei y Patricia Bullrich.

Sebastián Lacunza

Buenos Aires —

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La conquista de los 6,2 millones de votos de Juntos por el Cambio, sobre unos 27 millones de votos emitidos (77,6% de participación), presenta incógnitas tanto para Sergio Massa como Javier Milei. A Massa, para empezar, porque esa bolsa de electores prefirió a una candidata cuya propuesta central fue “terminar con el kirchnerismo”. El lema habrá sido tosco, Patricia Bullrich lo habrá enarbolado con mala pericia, pero su significado fue inequívoco.

Escoltada por la cúpula de la coalición conservadora, Bullrich habló en Costa Salguero, un predio sobre el río, con tono sombrío. Pasó a la ofensiva y reivindicó “valores que quizás han quedado dormidos”. Dio alguna señal sobre su preferencia para la segunda vuelta, el 19 de noviembre: “Nunca vamos a ser cómplices del populismo en la Argentina. Ni nunca vamos a ser cómplices de las mafias que destruyeron este país. Desde el lugar que me toque, no me voy a rendir nunca”. Es su opinión, pero difícilmente será acompañada por todos sus compañeros de coalición.

Aunque las coincidencias ideológicas de la propia Bullrich y Macri con Milei fueron explícitas hasta el primer semestre del año, más recientemente la ofensiva del ultra alcanzó ribetes insultantes e hirientes. La exministra de Seguridad tuvo su base electoral entre los adultos mayores, mientras que el extremista recabó más votos en la otra punta etaria, los adolescentes y los jóvenes. Hay allí algunos muros culturales que no serán fáciles de sortear para Milei.

La diferencia entre La Libertad Avanza y Juntos por el Cambio también es socioeconómica en ciertos distritos, en especial, el área metropolitana de Buenos Aires. Bullrich fue la más votada en barrios de clase media alta y alta, mientras que Milei compitió en el terreno peronista en zonas de trabajadores y de clase media baja y baja.

Esa distancia en el tipo de votante de Milei y Bullrich es mucho menos clara en provincias como Santa Fe, Córdoba y Mendoza —tres de las cinco más pobladas de Argentina—, donde el avance del economista parece haber sido principalmente a costa de la coalición conservadora.

Massa puede tejer por debajo y por arriba con dirigentes de la Unión Cívica Radical, a varios de los cuales conoce bien de alianzas pasadas. El odio profesado por Milei por Raúl Alfonsín e Hipólito Yrigoyen, dos de los máximos próceres radicales, será difícil de olvidar por una parte del electorado que se siente antikirchnerista, pero no de derecha.

En ese punto, Massa cuenta con la ventaja de que está lejos de ser un kirchnerista de pura cepa. El candidato de Unión por la Patria hizo gala de su eclecticismo ideológico y nunca se inscribió en la deriva de izquierda de Cristina Fernández de Kirchner y de otros sectores progresistas que se identificaron con ella. Incluso, entre 2008 y 2017, fue un duro opositor a ese sector.

Dado el perfil duro de Milei y de Bullrich, a Massa se le facilitó la tarea en esta campaña para capitalizar el “voto útil” contra las derechas, en detrimento de la trotskista Bregman.

La ambigüedad que le valió a Massa la desconfianza de diversos sectores políticos, esta vez, ante una segunda vuelta complicada, le puede jugar a favor.

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