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Análisis

Arabia Saudí elige a sus amigos bajo sus propias condiciones y Biden no es uno de ellos

El presidente de EEUU, Joe Biden, y el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán, se saludan en Yeda.

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Mohamed bin Salmán lo vio venir. El enfado en Washington era evidente y creciente desde que la semana pasada acordase en la reunión de la OPEP+ reducir la oferta mundial de petróleo. 

Por primera vez en la época moderna de las relaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudí no hubo ninguna prisa por aliviar las tensiones o disimular las diferencias. Fue el nacimiento de una nueva realpolitik en la que el nacionalismo saudí no prestó atención a un aliado histórico y, en cambio, se alineó con lo que Riad considera el nuevo orden mundial. 

Estados Unidos ha sido especialmente duro. “El Ministerio de Exteriores saudí puede intentar desviar y dar vueltas, pero los hechos son simples. El mundo está apoyando a Ucrania en la lucha contra la agresión rusa. EEUU ha jugado un papel fundamental en crear esta coalición y ha estado en contacto con el liderazgo saudí en este sentido. En las últimas semanas, los saudíes nos han expresado su intención de reducir la producción de petróleo, lo que saben que aumentaría los ingresos rusos y reduciría el impacto de las sanciones”, declaró John Kirby, portavoz del Departamento de Estado. “Como ha dicho el presidente, estamos revaluando nuestra relación con Arabia Saudí a la luz de estas acciones”. Antes, Arabia Saudí había publicado un comunicado negando que su decisión implique un apoyo a Rusia ni que sea una medida política contra EEUU.

La decisión de la OPEP+ (el cartel de producción de petróleo liderado por Arabia Saudita que incluye a Rusia) fue la señal más clara de que las relaciones entre Washington y Riad han alcanzado su punto más bajo y, lo que es más importante, que la situación no preocupa demasiado al líder árabe de facto. Durante los meses previos a la visita de Joe Biden a Yeda en julio, y sobre todo en los tres meses posteriores, las redes sociales saudíes hablaban de la “arrogancia” que exhibía el príncipe Mohamed y, por extensión, Arabia Saudí. El heredero al trono, de 37 años, había aprovechado el tiempo para mostrar cómo sería y qué imagen daría un reinado bajo su control. 

Riad ya no sería una teocracia al estilo 'Los Picapiedra' que rehúye del progreso y se esconde detrás del paraguas de la seguridad de Estados Unidos, insistió, sino una rica potencia media por derecho propio que elige a sus aliados bajo sus propias condiciones. Y Biden, que ha descrito al príncipe como un paria al que evitaría durante su mandato, no es uno de ellos. 

El petróleo, la mayor herramienta en su cesta de ofertas, ya no es un premio que se reparte entre aliados a precio amigo, sino un instrumento para utilizar como arma al servicio de los intereses saudíes. La nueva postura ha destruido los acuerdos que habían cimentado las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Arabia Saudí, en particular el pacto informal que garantizaba la seguridad del reino a cambio de mantener abierto el grifo del petróleo y, cuando fuera necesario, bajos los precios de los depósitos. 

Esta nueva postura por sí misma ya es lo suficientemente incómoda para un gobierno estadounidense que daba por descontado que Riad le cubriría las espaldas cuando fuera necesario. Sin embargo, en el contexto de la guerra de Rusia contra Ucrania ha emergido una nueva dinámica geopolítica. Al cortar la producción para mantener los precios altos, Arabia Saudí se ha aliado con Rusia y, al hacerlo, apoya de manera indirecta el esfuerzo bélico de Vladímir Putin, justo cuando el líder ruso sufre una caída en picado

Riad ha respondido diciendo que la decisión de reducir la producción en dos millones de barriles al día ha sido puramente comercial y ha sugerido que necesita un precio de alrededor de 100 dólares para sostener las enormes inversiones que ha hecho para financiar programas económicos y culturales. El aumento en el precio del barril tiene cierto sentido comercial, pero el análisis riesgo/beneficio del príncipe heredero claramente ha cambiado. 

En casi cualquier momento de los últimos 70 años, Riad se lo habría pensado dos veces antes de realizar una jugada así. Al menos habría tratado de explicar sus necesidades a Washington antes de hacerlo. Esta vez estaba claro que la percepción sería de un mensaje de apoyo a Putin y una retirada del apoyo a Biden, quien ahora se enfrenta a la posibilidad de una subida de precios en las gasolineras justo cuando se acercan las elecciones de mitad de mandato en noviembre. 

Los más críticos con el príncipe Bin Salmán en Washington, en particular los demócratas, lo acusan de interferir de manera directa en unas elecciones estadounidenses, una acusación de mucho peso. Sea o no sea cierto, Biden se ha tomado este evidente desaire de manera personal y ahora amenaza con reescribir la relación de una manera que Riad podría considerar incómoda, incluyendo el cese de la venta de armas. 

El giro de Bin Salmán

Arabia Saudí ha tenido acceso continuo durante décadas al armamento de última generación de Estados Unidos y su seguridad se ha mantenido gracias a la tecnología y las tropas sobre el terreno de Estados Unidos desde hace 30 años. El enfado de Biden y los demócratas parece poner esto en peligro. 

Por ahora, Bin Salmán se aferra a la postura de que Riad elige a sus propios amigos en base a sus propios intereses. En Putin, él ve a una figura a su semejanza: descaradamente autoritario, abiertamente nacionalista, egoísta, hostil a los derechos humanos y a la espera del regreso de Donald Trump. 

El líder ruso difícilmente se enfrentará al príncipe saudí por las detenciones o medidas represivas, al igual que el líder de China, Xi Jinping, otro firme aliado árabe que parece estar en el mercado del petróleo sin importar el precio. Las posibilidades de un Trump reelecto que emerja como crítico son igual de pequeñas. 

Este lunes en Moscú, el presidente de Emiratos Árabes Unidos, Mohamed Bin Zayed, aliado de Arabia Saudí, fue recibido como un amigo por Putin, quien le dio un abrigo para protegerse del frío invernal, en una clara exhibición de calidez personal entre ambos. El príncipe Bin Salmán también ha disfrutado del apoyo público de Putin, pero un viaje a Moscú parece demasiado lejano, incluso si estalla el conflicto con Washington. 

En una posible señal de conciliación, Arabia Saudí ha votado a favor de censurar a Rusia en la Asamblea General de la ONU por haberse anexionado territorios ucranianos. Pero esa jugada hará poco para apaciguar el enfado de Estados Unidos, que parece listos para escalar la crisis aún más. 

Traducción de Patricio Orellana

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