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The Guardian en español

La nación Cherokee quiere la representación en el Congreso de EEUU que le prometieron hace 200 años

Barack Obama habla con Kim Teehee en 2012, cuando era asesora de políticas para asuntos nativo americanos

Adam Gabbatt

Nueva York —

En 1835, el Tratado de New Echota desterró a miles de cherokee. Forzados a seguir el infame Sendero de Lágrimas de las naciones indias, tuvieron que renunciar a sus tierras ancestrales del sureste para dirigirse al actual estado de Oklahoma. Pero oculta en el tratado, había una pequeña concesión para el pueblo cherokee: la promesa de que podrían nombrar a un delegado en la Cámara de Representantes. Al menos un poco de voz en el Gobierno que los había obligado a abandonar su tierra.

La idea de enviar un delegado a Washington fue olvidada en los dos siglos siguientes, mientras los cherokee luchaban por hacerse un lugar en Oklahoma y superar el trauma de haber sido forzados fuera de su hogar en un país que además sufriría una cruel guerra civil. Hasta ahora: el jefe de la nación cherokee Chuck Hoskin ha nombrado recientemente a Kimberly Teehee como delegada de la nación en el Congreso, aceptando una oferta del Gobierno federal que estaba a punto de cumplir 200 años.

“Mi sensación es que en este momento el Congreso sabe más sobre los temas relativos a los nativos americanos”, afirma Teehee. “Tenemos a cuatro miembros del Congreso, personas que son ciudadanas de tribus reconocidas por el Gobierno, encargándose de nuestros temas y defendiendo nuestros temas. Hay un caucus nativo americano bipartidista en el Congreso, con el objetivo de educar a los miembros del Congreso sobre los temas de los nativos”.

Es la primera vez en la historia que la nación cherokee envía un delegado al Congreso. Aunque confían en que la Cámara cumplirá con lo acordado en New Echota, habrá que esperar antes de que Teehee pueda, si todo sale bien, asumir su cargo.

Si lo hace, podrá defender los derechos de los casi 380.000 ciudadanos que componen la nación cherokee, en unos 18.000 kilómetros cuadrados de Oklahoma. Los cherokee eligen a su propio gobierno pero dependen del dinero del Gobierno federal. Según Hoskin, en 2019 la nación ha mejorado su bienestar con relación a las décadas anteriores y eso ha sido determinante en la decisión de buscar más representación. “La nación cherokee está con fuerza, tanto política como económica, con el bienestar de nuestros ciudadanos en aumento”, afirma.

En su opinión, “este es el momento de hacer valer esa disposición del tratado” para lograr más de lo que han logrado en las últimas décadas: “De alguna manera estamos poniéndonos fuera del Congreso y defendiendo nuestras reivindicaciones para que el gobierno de EEUU cumpla con sus obligaciones, [cuando ahora podríamos estar] dentro del Congreso haciendo lo que nuestros antepasados estipularon cuando negociaron ese acuerdo”.

La nación cherokee se autogobierna, administrando sus propias escuelas, hospitales y programas de infraestructura, pero depende de las subvenciones del Gobierno. Es un dinero que viene de la “financiación discrecional” contemplada en el presupuesto, una partida que puede aumentar o disminuir en función de la negociación entre el Congreso y el presidente, o del estado de la economía. “Dependiendo de la dinámica política, en cualquier año puede haber una contracción del gasto discrecional en este país”, explicó Hoskin.

Terminar con eso es uno de los objetivos clave para la nación y para Teehee. Hasta ahora, su manera de introducir legislación ha sido acercándose a representantes del Congreso que simpatizan con la causa. Si la nación cherokee tuviera un delegado propio, podría presentar sus propios proyectos de ley para ser votados en el Congreso.

Seǵun el profesor Lindsay Robertson, presidente de la cátedra Nación Chickasaw en derecho nativo americano de la Universidad de Oklahoma, no se debe subestimar el impacto de tener un delegado en la Cámara de Representantes: “Podría ser enormemente beneficioso, tendría derecho a pertenecer a los comités, podría votar en ellos, introducir legislación y hablar en la Cámara de Representantes. Además de eso, está la ventaja de simplemente estar en el lugar. El hecho de que los cherokee tengan todo el tiempo a un delegado en los pasillos del Congreso, que bien podría optar por servir como representante de la nación india, de los derechos de los indígenas en general, podría ser enormemente beneficioso para todas las tribus, no sólo para los cherokee”.

Hoskin confía en que hecho de tener un delegado en el Congreso ayude a todos los indígenas americanos de Estados Unidos, “aunque el delegado del Congreso de la nación cherokee sea el primero y principal defensor de la nación cherokee”.

Según afirma, otras tribus le habían felicitado por sus avances. “En 2019, creo que los líderes tribales están reconociendo las ventajas de la solidaridad, que logramos más cosas juntos que separados”, indica. “Por lo tanto, me he ocupado de decírselo a los líderes tribales, así como de comunicarlo en las entrevistas: mi expectativa es que Kim Teehee tenga siempre la puerta abierta para los líderes de toda la nación india; sin duda, algunos de los temas en los que trabajará serán temas que preocupan no sólo a la nación cherokee sino a los gobiernos de las tribus de todo el país”.

La cuestión ahora es si los políticos de Washington van a permitir o no que Teehee asuma su cargo. La Cámara de Representantes podría decidir unilateralmente que la potestad de nombrar a un delegado cherokee es suya. Los representantes también podrían considerar que el Senado, y tal vez hasta el presidente, tienen que dar su visto bueno.

Teehee es optimista respecto a su nombramiento pero sabe que será un proceso largo. Mientras tanto, dijo, presionará al Congreso para que conceda a la nación cherokee el derecho prometido en 1835. “Quiero ir paso a paso, no quiero adelantarme a los acontecimientos, pero también quiero que el debate, el análisis y el proceso sigan avanzando; espero que no se estanque y que todos sigamos motivados”, señala. “Llevamos casi 200 años y podemos esperar un poco más; pero sí quiero que se haga”.

Traducido por Francisco de Zárate

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