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ANÁLISIS

Trump ha puesto a prueba los límites de la Constitución de EEUU (y esta ha sobrevivido)

En la imagen, el presidente de EE.UU., Donald Trump. EFE/EPA/JIM LO SCALZO/Archivo

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De una manera lenta, dolorosa e inquietante, Donald Trump ha empezado a reconocer la victoria de Joe Biden en la carrera por la presidencia de EEUU. El fin de semana, su amigo Chris Christie unió su voz a la de otros jueces, asesores y políticos republicanos y dijo que retrasarlo era “una vergüenza nacional”. Este lunes, Trump aceptó a regañadientes empezar el traspaso de poderes rutinario.

Contaminada por la corrupción, el dinero y la desinformación, la democracia estadounidense ha desatado un coro de burlas en el mundo. Países cuyos dirigentes no se atreven a arriesgar el cargo en unas elecciones abiertas, y mucho menos a admitir una derrota, replican la actitud de Moscú de ridiculizar “las evidentes deficiencias del sistema electoral estadounidense”. Pekín lo está celebrando con preparativos para encarcelar a unos cuantos activistas de Hong Kong por la democracia.

Pero en realidad lo que está ocurriendo es todo lo contrario. Como señaló el difunto historiador estadounidense Arthur Schlesinger Jr, la Constitución de EEUU lleva una y otra vez hasta el borde de la desintegración a la gran coalición de pueblos diversos que forma el país, les muestra el desastre y luego les hace dar marcha atrás.

En 2016, Trump era un candidato populista que se presentaba a las elecciones con una campaña pseudorrevolucionaria en contra del establishment de Washington. Aunque obtuvo menos votos que Hillary Clinton, su contrincante, ganó la presidencia gracias al sesgo del Colegio Electoral, diseñado para proteger los intereses de los pequeños estados frente a los de los grandes. Durante su mandato aumentó la deuda del país, se comportó como un matón y un xenófobo y atacó de manera implacable a todos los centros de poder del establishment. La economía creció.

La implicación política de los estadounidenses se disparó. La participación del 67% en las elecciones presidenciales de noviembre ha sido la mayor en un siglo. La ventaja que Biden le sacó a Trump en el voto popular no fue mucho mayor que la obtenida por Clinton en 2016, solo que el voto del colegio electoral se inclinó hacia Biden. Pero Trump registró un aumento en el voto popular. De hecho, gran parte de su base le siguió apoyando y le dijo que terminara el trabajo.

Según las encuestas a pie de urna, lo que en parte contribuyó a la victoria de Biden fue un aumento en el apoyo al candidato demócrata por parte de los hombres blancos. En los hechos, lo que muchos de ellos estaban diciendo con su voto es que habían comprendido en qué consistía Trump y ahora querían librarse de él.

Lo que aún es cierto es que un grupo casi tan grande de votantes sigue avisando de que se sienten ignorados y marginados, y de que nadie debería dar la democracia por sentado. Han lanzado esa advertencia no una sino dos veces y Trump todavía puede regresar.

De todas las grandes uniones políticas surgidas de la era de los imperios, la de EEUU ha demostrado ser la más robusta (con la posible excepción de India). Rara vez estas uniones son completamente estables. Su supervivencia requiere cartas magnas capaces de dar cabida a pueblos, regiones e intereses dispares, y de una forma pacífica.

La Constitución de Estados Unidos, tan desconcertante para los extranjeros, fue diseñada en el siglo XVIII con el objetivo de juntar a una unión de estados considerada, con razón, frágil. Sin embargo, sobre ella se ha construido el país que se convertiría en la potencia dominante del mundo y que daría líderes tan diversos como George W. Bush, Barack Obama y Donald Trump. La Constitución ha sobrevivido a todos ellos.

Pocos podrían negar que Trump ha sido algo más que una aberración. Pero si lo que hizo fue poner a prueba la Constitución de EEUU hasta el punto de la destrucción, la prueba ha sido superada. Biden debería recibir ahora toda la ayuda que haga falta para recuperar la dignidad y la imagen de buena fe del país. Mientras tanto, otras uniones políticas, entre ellas la que da forma al Reino Unido, deberían mirar hacia dentro. Todos tienen un Trump al acecho. Todos tienen lecciones que aprender.

Traducido por Francisco de Zárate

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