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The Guardian en español

Polémica por los murales de un instituto en EEUU que muestran imágenes violentas de la época colonial

Mural de la vida de George Washington en un instituto de San Francisco.

Walter Thompson

San Francisco —

Depende a quién se pregunte, el mural de 150 metros de alto y ancho del Instituto George Washington en San Francisco es una representación acertada de la historia de Estados Unidos, una visión descarnada de la violencia que sufrieron las minorías oprimidas o ambas cosas.

En los murales de la era del New Deal (desde 1933 hasta 1938) que decoran las escaleras y el vestíbulo del centro educativo, el artista Victor Arnautoff, emigrante ruso, representó la vida de George Washington en trece escenas. Desde entonces, durante medio siglo las quejas de los estudiantes se han centrado en dos escenas en particular. Hasta que, en abril, un comité constituido expresamente para abordar esta situación recomendó que la obra de arte se archivara y retirara de las paredes del instituto.

En una de las escenas, el primer presidente de Estados Unidos está sobre un y señala hacia el oeste. A la altura de su brazo, se pueden ver cuatro colonos blancos cargados con rifles y pisando el cadáver de un nativo americano cuyo rostro mira en dirección contraria al espectador. A los pies del muerto, otro indígena está sentado delante de una hoguera del campamento y comparte una pipa con un hombre blanco armado.

En la escena del mural de la pared opuesta, el dueño de la plantación de Mount Vernon se reúne con un hombre blanco que hace gestos a algunos de los esclavos de Washington: un hombre negro sin zapatos desgranando maíz, tres mujeres negras encorvadas y sin rostro que recogen algodón a lo lejos y otro hombre negro que corta madera para un grupo de hombres blancos que fabrican barriles.

Tras la recomendación del comité, el Distrito Escolar Unificado de San Francisco (SFUSD, por sus siglas en inglés) emitió un comunicado en el que indica que le contradecía. “La mayoría de los miembros del comité indicaron que la razón principal para mantener el mural en el instituto se centra más en el legado del artista que en lo que puede aportar a los estudiantes”, indicó.

La decisión final le correspondería al consejo de educación de la ciudad. Sin embargo, como la escuela fue fundada en el marco del programa Work Progress Administración, la principal agencia construida durante el New Deal para generar empleo que creó equipamientos federales durante la Gran Depresión, la Administración de Servicios Generales podría tener la última palabra. Conforme a la ley, a este organismo gestiona el fondo de arte, porque es la propietaria de todas las obras que se encargaron durante ese periodo.

Situado en lo alto de una colina en un barrio residencial con vistas a los edificios del centro de la ciudad, el Instituto George Washington fue construido en 1936.

La experiencia de pasar por la entrada principal del edificio no ha cambiado en 83 años: al atravesar la puerta de entrada, vigilada por las esculturas en bajorrelieve de Edison, Shakespeare y Washington, los estudiantes suben la escalinata principal flanqueada por los murales. Cuando se inauguraron los frescos en 1936, el diario 'San Francisco Chronicle' aprobó la obra sin reservas. En su crónica, el crítico de arte del periódico indicó que “Arnautoff se remonta a los hechos de la época colonial, con todo su conflicto, idealismo y feroz realidad”.

La situación ha cambiado desde entonces. La ciudad ha quedado dividida por la desigualdad económica y la segregación racial. Pese a ello, las leyes y las tradiciones culturales han creado sistemas y espacios en los que las minorías pueden hacerse oír, aunque no siempre se las escucha.

Con sus murales Arnautoff quiso desmitificar la figura de Washington, pero Max Bormann, un estudiante del instituto a punto de graduarse considera que ha llegado el momento de quitarlos de las paredes del centro educativo. “Su intención importa pero lo cierto es que el resultado final no causa el efecto deseado”, señala Bormann, de 18 años. “Si miras la obra y no conoces cómo se hizo, lo único que ves es gente blanca que tiene esclavos y no te llega la historia que hay detrás”, afirma.

Paloma Flores, miembro de la tribu del río Pitt de California y coordinadora del programa de educación indígena del distrito, reconoce que la imagen del indio muerto le resultó “hiriente” la primera vez que fue al instituto. “Sé cómo encajarlo”, indica: “pero, ¿por qué asumir que los jóvenes van a saber interpretar esta obra? Los murales de este instituto son perturbadores y tienen consecuencias nefastas”.

En 2016, el mismo año en que una organización benéfica local propuso que la escuela fuera catalogada como lugar de interés histórico, un estudiante nativo americano confesó que los murales le producían una gran inquietud. Durante tres años, según documentos obtenidos por The Guardian, el consejo asesor de padres de los indios americanos del SFUSD transmitió a la junta de educación que los estudiantes nativos americanos lidiaban con “una sensación de invisibilidad y tergiversación”.

El año pasado, el SFUSD reunió a un grupo de “reflexión y acción” para revisar el trabajo artístico de Arnautoff, encontrar formas de mejorar su “impacto social y emocional” y sugerir un plan de acción, según se desprende de los documentos del distrito que describen el trabajo del grupo. El comité estaba compuesto por directores de escuela, estudiantes, padres, artistas y otros miembros de la comunidad, que llegaron a reunirse hasta en cuatro ocasiones antes de recomendar la retirada de los murales.

Flores, como nativa americana, ha participado en el proceso de decisión. “Aprendí mucho sobre el punto de vista del artista, ¿pero cómo vamos a especular sobre la intención o perspectiva de alguien que ya no está?”, y se respondía, “Es una conjetura, e incluso si lo hizo con la mejor de las intenciones, lo cierto es que su obra puede hacer daño”. Algunos estudiantes prefieren no mirar el mural o evitan la entrada principal del instituto.

Sin embargo, Gray Brechin quiere salvar los murales. El autor e historiador fundó el Living New Deal, una organización sin ánimo de lucro que quiere preservar el arte y las obras públicas creadas por la asociación de Works Progress. Ha unido fuerzas con la asociación de antiguos alumnos del instituto, el único de los once miembros del grupo de trabajo que votó a favor de preservar el mural.

Brechin valora que la recomendación de documentar y retirar la obra de arte podría utilizarse como precedente para lidiar con otros casos de arte que genera polémica. De hecho, cree que todos los murales que se encargaron a principios de los años treinta podrían verse afectados por la misma situación, empezando por una serie de murales en el Instituto Mission, en los que se ve cómo misioneros españoles enseñan a los “indios novatos”, como lo indica el título de la obra.

“Y aquí entramos en el clásico terreno resbaladizo”, señala. “Si estos murales pueden ser destruidos, entonces ninguna obra de arte que alguien encuentre ofensiva va a estar a salvo. Y estamos hablando de una gran cantidad de obras”, reflexiona. Brechin ha propuesto celebrar una conferencia sobre arte polémico en el auditorio del instituto. “Creo que es necesario debatir y reflexionar en torno a qué debemos hacer con unas obras de arte que están siendo atacadas”, declara.

Nora Lapin se graduó en el instituto en 1960 y piensa que el debate debe ser abordado con educación y no con la destrucción de la obra. “Lo que necesitamos es una placa junto a los murales que contextualice la obra y explique que Arnautoff es un artista importante”, considera. “La situación que plasmó en el mural es un hecho histórico”, recuerda. A diferencia de lo que algunos han afirmado, Lapin no cree que los murales creen un ambiente tóxico. “La escuela también ha tenido estudiantes negros que nunca se han quejado”, cuenta y puntualiza que en los años cincuenta el centro educativo era “una escuela extremadamente diversa”.

En 1968, la Unión de Estudiantes Negros del instituto pidió al SFUSD que corrigiera lo que en su opinión eran inexactitudes históricas. Tras una negociación, llegaron al acuerdo de que se colgarían de las paredes placas permanentes con información complementaria. Pero se desconoce si alguna de estas placas llegó a colgarse. Cuando en 1974 los estudiantes volvieron a quejarse, el distrito le encargó al muralista negro Dewey Crumpler una obra de arte que pusiera en contexto los murales y destacara aspectos positivos de la cultura asiática, hispana, afroamericana e indígena.

Mediante el uso de pinturas acrílicas de alegres colores, “la herencia multiétnica” de Crumpler, un conjunto de tres obras, todavía cuelga de las paredes del vestíbulo principal, aunque ocupa algo menos de un cuarto del espacio que los frescos de Arnautoff. La composición demográfica del centro educativo ha cambiado desde la época de Lapin: cuando ella se graduó, el 10% de los alumnos eran negros y en la actualidad, solo el 5%.

De los 2100 estudiantes matriculados en el instituto George Washington en el curso académico 2016-2017, seis se consideran nativos y 77 son afroamericanos. Los estudiantes asiáticos representan el 64% del alumnado, seguidos por los estudiantes hispanos, que representan un poco más del 17% del alumnado. Apenas un poco más del 8% de los estudiantes son blancos.

“Si algo sé es que el instituto ya no tiene el mismo nivel educativo de antes. Ninguna escuela lo tiene porque a los profesores no se les paga lo suficiente”, denuncia Lapin y señala que la mayoría de sus vecinos lleva a sus hijos a escuelas privadas: “Así que los alumnos de estas escuelas no son los más sofisticados. ¿Entiendes lo que quiero decir? Es un tipo de alumnado muy distinto al de mi época”, resalta.

Muchos aspectos de la historia de Estados Unidos son traumáticos, reconoce Lapin. “Y creo que el problema es que estos chicos desconocen la historia. Nadie les ha explicado que en Estados Unidos hubo esclavos y se mató a muchos nativos”, expone.

Flores considera que el impacto negativo de estas imágenes sobrepasa el valor histórico y artístico del mural. “No se puede justificar que se someta a estos chicos a imágenes violentas solo porque algunas personas creen que es importante proteger una obra de arte que fue creada en un contexto en el que no se daba importancia a la salud mental de los menores o a la conciencia cultural”, afirma y señala que el distrito ofrece formación en torno a cuestiones de etnicidad y que, además, los directores de los institutos están evaluando la forma de actualizar su currículo de estudios sociales.

“Tenemos que explicarles la verdad en lugar de ocultarla y seguir ofreciendo una visión romántica del proceso de colonización del país, perpetuando ciertas mentiras”, concluye. Sin embargo, es consciente de que hasta que cambien los libros de texto, “tenemos excelentes ejemplos en nuestras escuelas en los que la historia se enseña en distintos cursos y de forma más veraz”.

A Brechin le gustaría que al mirar el mural los estudiantes recordaran que Arnautoff quiso presentar al primer presidente de Estados Unidos de una manera realista. “En mi opinión, los estudiantes del instituto George Washington ven una escena violenta en su forma más metafórica”, indica y reconoce que quizá él se oponga a la retirada del mural “porque soy blanco y un privilegiado”.

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