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The Guardian en español

El escándalo de memes rusos en Facebook perjudica tanto a progresistas como a la derecha

Anuncio contra Clinton publicado en Facebook y pagado desde Rusia en las elecciones de EEUU.

Thomas Frank

Diciembre es el mes de la revisión de las noticias más interesantes del año, y una de mis preferidas es la historia de los anuncios rusos en Facebook, que llegó a los titulares hace unos meses.

Los anuncios en cuestión eran memes publicados en 2016 en cuentas de Facebook con nombres de apariencia estadounidense, hechos por un ejército de trolls en San Petersburgo, Rusia. Circularon miles de estos memes y al parecer también intentaron viralizarlos en Instagram y Twitter. Entre las tres redes sociales, alcanzaron a más de 100 millones de personas.

Estos memes fueron noticia durante un tiempo porque mostraban cómo fue la interferencia rusa en las elecciones estadounidenses de 2016, con ejemplos claros y a todo color. Con el tiempo, la noticia desapareció de los medios de comunicación, en parte porque fue desbancada por otras noticias, pero también –en mi opinión– porque la historia incomodaba a ambos lados de nuestro atrofiado debate político.

Mirad un momento algunos de los memes que formaron parte de esta operación de bandera falsa, que fueron publicados en páginas de Facebook con nombres como “Ser patriota”, “Fronteras seguras” o “Ejército de Jesús”. No se parecen en nada a la elaborada y científicamente probada publicidad política que escandalizaba a la generación de nuestros padres. Esto era publicidad de bajo presupuesto: fea y estúpida, declaraciones intimidatorias escritas con colores fuertes sobre fotos de recurso.  

Los memes estaban mal escritos, llenos de faltas de ortografía, y la gramática era penosa. Su interpretación de la historia estadounidenses era horrorosa. Y sobre ellos se cernía el temor paranoico de que los poderosos estaban planeando destruir nuestra realidad de las formas más estrafalarias: entregando nuestro país a los inmigrantes sin papeles, castigando a los trabajadores, tomando medidas severas contra los patriotas y los cristianos, poniendo en práctica la sharia (ley islámica) en nuestro país.

Es decir, estos memes rusos en Facebook decían exactamente lo que la derecha estadounidense ha susurrado durante décadas. Los detalles han ido cambiando a lo largo de los años, pero el pánico que evocan es exactamente el mismo que el que provocó la derecha cuando descubrió que podía juntar dinero generando miedo respecto a la entrega del Canal de Panamá o las conspiraciones comunistas en Nicaragua.    

Mi meme preferido, sin dudas, es el que muestra a Jesús echando un pulso con el diablo para definir las elecciones (para dejarlo más claro, el meme pone “Hillary es el diablo”). El meme pide a la gente que “ayude a ganar a Jesús” dándole un “me gusta”. Es un golpe bajo barato, piadoso y blasfemo a la vez. En otras palabras, es perfecto.

Durante 70 años, los conservadores criticaron a los demócratas y a los progresistas por ser muy blandos con el comunismo, cuando no directamente agentes de los poderes enemigos. ¿Qué pasa hoy? Parece que los fervientes defensores de la rectitud estadounidense han sido reclutados y engañados por propagandistas rusos.

Los trolls de San Petersburgo han imitado la ideología republicana en cada detalle paranoide: el sureño orgulloso e insolente, el coleccionista de armas de fuego, el francotirador con corazón de oro, el intolerante defensor de la policía local. Esto da a entender (o quizás es lo que querían dar a entender) que ahora son los superpatriotas los “verdaderos estadounidenses” de derecha los que tienen que vivir bajo la sospecha de ser juguetes de una potencia extranjera.

Es alucinante. Y aun así, los progresistas –que aprovechan cualquier cosa que pueda perjudicar a la derecha– no se interesaron por esto. ¿Por qué?

Una explicación es que los trolls rusos también intentaron imitar el pensamiento de activistas progresistas como los grupos de derechos civiles o LGBT. Es aún más incómodo ver cómo la noticia de los memes rusos en Facebook golpeó el corazón de la ideología demócrata. Para muchos demócratas, las redes sociales como Facebook y Twitter sólo pueden ser comprendidas de una forma: como mecanismo de liberación de la humanidad. Dan poder a los débiles. Facilitan la democracia, como en la Primavera Árabe. Ayudan a difundir los valores estadounidenses por el mundo.

No debemos criticar a las redes sociales por este episodio, decía una columna de opinión en el progresista New York Times poco después de que saliera a la luz lo de los memes rusos, porque “Facebook y Twitter son sólo un espejo que nos refleja a nosotros mismos”.

Es el mismo argumento que han utilizado durante décadas los defensores de las industrias culturales: que los discursos comerciales son básicamente el vox populi por otros medios, que los que hacen películas, publicidad y algoritmos no tienen la culpa de nada, que si no nos gusta lo que nos muestran, es porque nos muestran a nosotros mismos.

Un hermoso sermón de inocencia empresarial. Lamentablemente, la verdad va en dirección contraria. Las redes sociales no son árbitros neutrales que trabajan desinteresadamente por satisfacer las necesidades de la sociedad. Como ahora resulta demasiado obvio, las plataformas de redes sociales son monopolios que nos manipulan de muchas formas distintas, seleccionan qué noticias vemos, nos dirigen hacia lo que quieren que consumamos.

Las entidades corporativas que están detrás de estos mecanismos tienen un enorme poder en Washington, donde –además– llenan de dinero las campañas electorales demócratas y mantienen las puertas giratorias andando para aquellos en los que confían. Los que no se someten, sufren las consecuencias.

La presencia de propaganda política oculta en las redes sociales deja en evidencia lo que estos monopolios han hecho posible. Y por eso doy a los memes rusos en Facebook el premio de noticia importante que ha pasado desapercibida en 2017. Tenía el potencial de destruir las fantasías de libertad de ambos lados a la vez.

Traducido por Lucía Balducci

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