Ilham Tohti: un 'Nobel' y una cadena perpetua para el 'Mandela chino'
Un intelectual moderado de la etnia uigur, que fue condenado a cadena perpetua después de oponerse a las políticas draconianas de China en el oeste del país, una zona muy golpeada por la violencia, se ha hecho con el prestigioso premio conocido como el 'Nobel de los derechos humanos', un reconocimiento que seguramente enfurecerá a Pekín. Ilham Tohti, que es conocido como el 'Mandela de China', ha sido el ganador del premio Martin Ennals de los defensores de los derechos humanos este martes.
Este honor llega dos años después de que el académico de 46 años fuese condenado por separatismo a cadena perpetua por una Corte de Sinkiang, una gran región del oeste de China en la que se han producido continuos estallidos de violencia y enfrentamientos entre etnias.
En un comunicado, la fundación Martin Ennals ha explicado que Ilham Tohti ha pasado dos décadas intentando “fomentar el diálogo y el entendimiento” entre la mayoría china de etnia han y los miembros de la etnia minoritaria de mayoría musulmana uigur, de la que él mismo es miembro.
“Ha rechazado el separatismo y la violencia, y ha buscado la reconciliación basada en un respeto hacia la cultura uigur, la cual ha sido objeto de represión religiosa, cultural y política”, apuntan.
Pekín califica a Ilham Tohti –a quien los gobiernos occidentales y los grupos de derechos humanos ven como la voz de la moderación– como un separatista peligroso y un “académico convertido en criminal” que predica “el odio y el exterminio”.
“Su caso no tiene nada que ver con los derechos humanos”, dice Geng Shuang, un portavoz del Ministerio de Exteriores, acusando al teórico de promocionar y tomar partido en las actividades separatistas. Pero Dick Oosting, el director de la fundación Martin Ennals, rechazó esta descripción y acusó a Pekín de silenciar a un defensor pacífico de los derechos de los uigur.
“Lo que produce más vergüenza es que eliminando la voz moderada de Ilham Tohti lo que está consiguiendo el gobierno chino es preparar el terreno para los grandes extremistas que dicen querer combatir”, añade el director.
Teng Biao, un abogado de derechos humanos exiliado y amigo del investigador, dio la bienvenida al premio. “Son realmente buenas noticias”, asegura. “Esto no conducirá necesariamente a una pronta liberación o tendrá consecuencias directas pero, al menos, este tipo de premios harán que la comunidad internacional sea más consciente del caso de Ilham Tohti. Cada premio es una ayuda para los prisioneros políticos chinos y para los defensores de los derechos humanos”.
“Sabíamos que terminaría en la cárcel”
Nicholas Bequelin, el director de Amnistía Internacional en el Este de Asia, también ha comentado este galardón: “El premio es un muy necesario reconocimiento del admirable trabajo que Ilham Tohti ha realizado para intentar abordar las tensiones étnicas en Sinkiang, un asunto que sabíamos que un día podría llevar al gobierno a encarcelarlo”.
También fue preseleccionado para este premio de gran importancia –que lleva el nombre de un activista británico que fue uno de los primeros secretarios generales de Amnistía Internacional– Razan Zaitouneh, un activista sirio que desapareció en Damasco en 2013 y un grupo de activistas etíopes conocidos como the Zone 9 bloggers.
Ilham Tohti nació en Artush, una ciudad de Sinkiang cerca de la frontera con Kirguistán, Tayikistán y Pakistán en octubre de 1969. Con 16 años hizo el viaje de más de 4.300 kilómetros hasta Pekín para continuar sus estudios y, finalmente, convertirse en profesor de Economía en la Universidad de Minzu en China, una institución orientada a las minorías étnicas del país.
Un trabajo dedicado al diálogo
Como investigador, empezó a escribir a mediados de los 90 sobre las tensiones políticas y étnicas que a día de hoy continúan produciéndose en Sinkiang y en 2006 lanzó un sitio web bilingüe llamado uyghurbiz.net para debatir sobre estos temas.
Las indagaciones sobre su trabajo se intensificaron después de los disturbios étnicos mortales de 2009 en la capital de Sinkiang y también después de que Pekín declarase una “guerra popular contra el terror” en 2014 tras una serie de ataques vinculados con la región.
Teng dice que su amigo había intentado abordar las causas del derramamiento de sangre haciendo las veces de “puente para conectar a los chinos uigur con los han”. “Nunca fue un radical. Nunca recurrió a la violencia o a las ideas extremistas”, asegura.
Aún así, el abogado cree que los reproches de su amigo a las políticas étnicas de Pekín “estaban muy vigilados por la policía secreta”. A principios de 2014, el académico fue detenido en su casa de Pekín y llevado a Sinkiang. Allí, en septiembre de ese año, tuvo lugar un juicio de dos días en septiembre al que los diplomáticos occidentales tuvieron prohibido el acceso.
Teng añade que la cadena perpetua de Ilham Tohti es “completamente inhumana”, severa incluso para los cánones chinos, y muestra lo temeroso que el Partido Comunista ha llegado a estar de su influencia. “Esa es la razón por la que el gobierno chino... le odiaba tanto”. Cuenta también que la esposa y los hijos del profesor –cuyos bienes fueron confiscados tras del juicio– se encuentran ahora “en momentos difíciles”. A los familiares solo se les está permitido ver al economista durante 20 minutos cada tres meses, encuentros en los que está prohibido hablar de cuestiones relacionadas con la política o con las condiciones de la prisión.
“Sentenciando de por vida a un crítico moderado y constructivo que nunca ha abogado por la violencia o por el separatismo, Pekín pone en evidencia su miedo a que cualquier discusión sobre la situación de los uigures en China llame la atención sobre las políticas represivas que el gobierno ejerce sobre esta etnia”, explica Bequelin.
“Estas políticas han producido resultados desastrosos, incluido el incremento de la polarización y un pico de violencia en los últimos años, el gran peligro que Ilham Tohti trataba de combatir. Ya es hora de que Pekín reconozca que Ilham Tohti nunca debió ser encarcelado y de que lo libere inmediatamente”, apunta.
La decisión de galardonar a Ilham Tohti probablemente provocará una respuesta airada de Pekín. Aparentemente, el gobierno suizo y los donantes de la fundación Martin Ennals se enfrentaron a presiones por parte de las autoridades chinas después de que la activista Cao Shunli quedase finalista del mismo premio solo unos días antes de que muriese bajo custodia en 2014.
Teng, que huyó de China hace dos años por miedo a ser encarcelado, espera que este premio signifique que la comunidad internacional no “olvida poco a poco” a los defensores de los derechos humanos como Ilham Tohti. Pero la dureza de la represión que se ha desplegado bajo la presidencia de Xi Jinping ha hecho que mantener el registro de todas sus víctimas sea cada vez más difícil.
“El gobierno chino ha arrestado a muchos activistas pro derechos humanos, investigadores y abogados. Es muy difícil acordarse de todas esas personas”, concluye Teng.
Traducido por Cristina Armunia Berges