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The Guardian en español

La ciencia está perdiendo la batalla contra los intereses políticos del gobierno de Trump

El presidente Trump, en su escritorio del Despacho Oval

Emily Holden

Washington —

La Administración Trump está recortando programas que, según los científicos, han demostrado su eficacia en la protección de la salud de los estadounidenses. Entre los planes afectados figuran medidas contra la contaminación y políticas que previenen el embarazo adolescente y hacen más saludables las comidas escolares. Las consecuencias de los recortes podrían sentirse durante años.

Según expertos que han trabajado en estos temas durante gobiernos demócratas y también republicanos, es normal que alguna vez se priorice la política sobre la ciencia. Pero también dicen que ningún presidente lo hizo de una manera tan descarada como Trump, con efectos que podrían extenderse durante mucho tiempo.

“Nunca he visto nada tan indignante, viniendo desde arriba, con el propio presidente negando la ciencia y manipulando el sistema para favorecer intereses particulares”, dijo Richard Carmona. Exdirector general de Salud Pública, Carmona denunció ante el Congreso de Estados Unidos las presiones sufridas durante el Gobierno de George W. Bush para disfrazar o borrar datos referentes a la salud pública.

La negación del cambio climático por parte de Trump ha acaparado tanta atención que las muchas otras formas en que sus agencias se oponen a las evidencias científicas pasan desapercibidas. En diciembre, el Ministerio de Agricultura relajó los baremos que deben cumplir los colegios para dar a sus alumnos más cereales integrales, y menos sal y leches saborizadas sin grasa.

Las autoridades del Ministerio se quejaban de que los colegios tenían dificultades para implementar esos baremos porque los estudiantes estaban optando por no comerse los alimentos saludables. Pero una investigación demostró que los cambios en la alimentación no habían disuadido a los estudiantes de comerse el almuerzo y tampoco habían aumentado la cantidad de comida desperdiciada.

Otro estudio estimó la eficacia de los nuevos baremos para una alimentación más saludable: en diez años podían haber evitado 1,8 millones de casos de obesidad infantil. Según Karen Perry Stillerman, analista de políticas alimentarias de la Unión de Científicos Preocupados, “está bastante claro que estos baremos funcionan y que, si se les da tiempo, funcionarán aún mejor”.

Los planes de abstinencia no funcionan

La Administración Trump también está reduciendo un programa de subvenciones basado en evidencias científicas para evitar el embarazo adolescente. En contra de todas las investigaciones que la desaconsejan por poco eficaz, su Gobierno favorece la alternativa de la abstinencia sexual sin programas complementarios. Según un análisis llevado a cabo en 2007 sobre cuatro programas nacionales de abstinencia, ninguno de ellos tuvo impacto en la actividad sexual ni en los índices de sexo entre adolescentes sin protección.

Para Sara Flowers, vicepresidenta de educación de Planned Parenthood (el plan de prevención de embarazos que está sufriendo los actuales recortes), la mayoría de los programas que se venían financiando hasta ahora demostró un cambio de comportamiento juvenil en, al menos, una de estas cinco categorías: retrasar las relaciones sexuales, reducir el número de parejas sexuales, aumentar el uso de anticonceptivos, reducir la tasa de infecciones de transmisión sexual o reducir la tasa de embarazos. “Lo cierto es que el Gobierno no está basándose en la ciencia; lo cierto es que el gobierno está basándose en la ideología, y eso es muy diferente”, dijo. “Este [programa] ha sido rigurosamente investigado, analizado y probado por expertos”.

La Administración Trump también ha cuestionado erróneamente la eficacia de los anticonceptivos y ampliado las exenciones para los empleadores que no quieren cubrir estos métodos en el seguro de sus trabajadores.

El cambio climático y la ciencia medioambiental también ocupan un lugar en el frente de la batalla que la Administración Trump libra contra la ciencia. Se están reduciendo las normas que regulan la contaminación producida por los coches y el funcionamiento de las centrales eléctricas, así como las que protegen la vida silvestre y las que restringen el uso de pesticidas.

La Administración Trump ha ignorado sistemáticamente a los científicos especializados en clima que advierten por los efectos nocivos que el aumento de las temperaturas y un clima más extremo tendrán sobre la vida de los seres humanos y la economía estadounidense. En un informe sobre posibles inundaciones en los parques nacionales debidas al aumento del nivel del mar, el Ministerio de Interior intentó inicialmente suprimir todas las referencias al cambio climático provocado por el hombre.

Según el asesor científico de Barack Obama, John Holdren, “el hecho de que haya cargos políticos haciendo avanzar su programa en contra de las evidencias científicas no es nuevo, pero los niveles que ha alcanzado en la Administración Trump son completamente inauditos”.

Pesticidas y enfermedades

En una de sus primeras decisiones relevantes, la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) dejó de prohibir el pesticida clorpirifós, que ha provocado enfermedades en trabajadores agrícolas y está vinculado con problemas de salud infantil y retrasos en el desarrollo de los niños. Basándose en las evidencias científicas que demuestran su peligrosidad, la Justicia ordenó a la EPA que prohíba la sustancia, pero la agencia ha presentado un recurso de apelación.

Las autoridades de la EPA también han introducido cambios fundamentales en la forma en que el gobierno nacional valora la investigación ambiental y sanitaria. Su ex responsable, Scott Pruitt, prohibió a los científicos subvencionados por la EPA que formaran parte de los comités de asesoramiento científico para las políticas medioambientales. A cambio, ha aumentado la influencia que sobre esos comités ejercen los lobbies industriales y los Estados.

La agencia también pretende limitar qué tipo de investigaciones considera como válidas, exigiendo que los estudios tomados en cuenta para las regulaciones publiquen datos confidenciales de sus participantes.

Es difícil rastrear todos los cambios que está introduciendo la EPA, dijo a The Guardian un empleado de los Demócratas en el comité científico del Congreso de Diputados que se ha fijado el objetivo de investigar los recortes científicos de la Administración Trump.

Según John Bachmann, que trabajó como asesor en contaminación atmosférica para la polémica Anne Gorsuch Burford (nombrada durante la presidencia de Ronald Reagan, fue la primera mujer en dirigir la EPA), su jefa recortó los presupuestos y relajó los controles pero nunca dejó de asistir a las sesiones informativas con evidencias contrastadas por científicos. “Ese fue el período que más podría compararse”, dijo Bachmann. “Comparado con lo que estamos viendo ahora, no era nada”.

Traducido por Francisco de Zárate

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