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Análisis Captain Toad: Treasure Tracker

Captain Toad: Treasure Tracker

Jaime Pérez

Para entender la razón de ser de Captain Toad Treasure Tracker tenemos que echar la vista atrás y retomar uno de los grandes títulos que han visto la luz en Wii U: Super Mario 3D World, que aparte de ofrecernos otra genial aventura del bigotudo fontanero, contaba con un pequeño tesoro en forma de niveles protagonizados por Toad, uno de los personajes secundarios por excelencia de la franquicia.

Aquellos niveles fueron una incorporación sin demasiado protagonismo, un pequeño añadido que se dejó caer como si nada, pero que no pasó desapercibido para muchos jugadores, que vieron un auténtico filón gracias a su original planteamiento.

Captain Toad Treasure Tracker básicamente recupera aquella fugaz idea para convertirla en un juego independiente, exprimiendo todas sus posibilidades y ofreciendo una propuesta única, divertida y con ese encanto que sólo la Gran N sabe imprimir en sus juegos.

El concepto no puede ser más sencillo: guiar a Toad (o Toadette según el caso) por unos niveles tridimensionales con el único objetivo de llegar hasta una estrella situada en un punto estratégico del escenario. Por supuesto, realizar esta tarea tiene sus matices, porque a diferencia de Mario, nuestros nuevos protagonistas carecen de una habilidad tan básica como la de saltar, por lo que cualquier mínimo obstáculo nos obliga a planificar nuestra ruta para llegar a ese lugar aparentemente inaccesible que tenemos delante de nuestras propias narices.

Todo consiste en encontrar la forma de acceder a tal punto, activar tal interruptor o mecanismo, e ir abriéndonos paso por el nivel evitando ciertos peligros en forma de enemigos, trampas o plataformas móviles. Para ello, tendremos que recurrir a menudo a la cámara, que es la que nos permite observar el escenario desde distintas perspectivas y localizar zonas o accesos que pueden no estar visibles a primera vista.

Se trata de un juego que mezcla de forma especialmente elegante las plataformas con la resolución de puzles, y aunque puede no destacar especialmente en cualquiera de las dos facetas de forma individual, al combinarlas se consigue un resultado excepcional y una experiencia sorprendentemente divertida.

Buena parte del mérito se lo lleva el diseño de los niveles, unas pequeñas piezas de artesanía digital capaces de hacernos esbozar continuas sonrisas sólo con observar su estructura y sus pequeños detalles. Casi todos los niveles están claramente inspirados en el look Super Mario, con sus tuberías, sus plataformas, sus monedas y sus adorables enemigos. La belleza estética, a pesar de su minimalismo es incuestionable, y no serán pocas las veces que nos detengamos a observar cada destello de calidad que se sucede, siempre que la perspectiva que tengamos en ese momento nos lo permita.

Pero donde realmente brillan los niveles Captain Toad Treasure Tracker es en la forma de resolver los pequeños desafíos que se nos van revelando a medida que alcanzamos determinados puntos clave del escenario. No se trata de un juego especialmente difícil, de hecho, hemos podido completar el juego sin apenas “atascarnos” en ningún punto concreto más de unos pocos minutos, sin embargo, la forma de dar con la solución de algunos de sus puzles es toda una lección de ingenio.

En ocasiones tendremos simplemente que encontrar una entrada oculta tras un objeto que sólo podremos ver desde un ángulo concreto, pero en otras, tendremos que manipular nuestro entorno para despejar el camino. Para ello, contaremos con una serie de mecanismos que nos permiten rotar o desplazar objetos utilizando la pantalla táctil del gamepad, objetos que nos permiten romper algunos materiales, o ciertos ítems con los que “clonar” a nuestro protagonista para realizar dos tareas simultáneas.

A pesar de la escasa dificultad, conseguir completar cada nivel provoca una más que agradable sensación de satisfacción, y es que el gran atractivo del juego no se basa únicamente en ir del punto A al punto B para conseguir la dichosa estrella, sino en conseguir una serie de objetivos que nos permiten desbloquear nuevos niveles en el futuro.

Aunque podemos ir al grano y completar cada nivel consiguiendo la estrella, los niveles avanzados nos exigen haber encontrado un determinado número de diamantes que suelen estar escondidos en lugares no tan evidentes. Estos diamantes nos obligan a explorar cada rincón del escenario y preguntarnos para qué sirve exactamente esa plataforma aparentemente inútil o ese elemento “sospechoso” que parece invitarnos a que lo ignoremos.

También contaremos con un desafío adicional en cada uno de los 79 niveles, como encontrar un champiñón dorado, recorrer una ruta sin llamar la atención de los enemigos, conseguir todas las monedas o terminar un nivel utilizando un número limitado de recursos disponibles. Completar el juego al 100% no sólo es una forma especialmente divertida de alargar la vida útil del juego, sino que nos ofrece ese nivel de desafío que podemos llegar a echar en falta si vamos al grano.

Captain Toad Treasure Tracker es en resumidas cuentas una obra memorable, muy original y una nueva muestra de la capacidad de Nintendo para sacar petróleo de una propuesta accesible para cualquiera a base de encanto y buen saber hacer.

No hace falta tener predilección por los juegos de plataformas, ni ser un apasionado de la resolución de puzles. Se trata de un juego que se deja querer, una obra tratada con mucho mimo a la que sólo le ha faltado una pizca de dificultad para convertirse en un auténtico referente para el futuro.

Lo mejor:

  • El diseño de los niveles es una auténtica delicia
  • Resolver cada nivel es una experiencia plenamente satisfactoria
  • Desborda ingenio por los cuatro costados
  • La estética colorista y simpática made in Nintendo, imposible resistirse a sus encantos
  • Completar el juego al 100% puede ofrecer muchas horas de diversión

Lo peor:

  • Se echa en falta un mayor nivel de desafío a lo largo de toda la aventura
  • La cámara a veces puede resultar molesta por los giroscopios del gamepad
  • Un par de episodios más no le habrían hecho ningún daño
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