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Outlast Whistleblower - Análisis PC

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Jaime Pérez / Jaime Pérez

Ya está entre nosotros la expansión del que muchos consideran el juego más terrorífico de los últimos tiempos, y con ella, un nuevo festival de sobresaltos, niveles de tensión cercanos a lo insoportable y como no, las huidas angustiosas con un individuo de dudosas intenciones pisándonos los talones por los pasillos de Mount Massive. Sí, por si os lo estabais preguntando, regresamos al manicomio que visitamos hace unos meses en Outlast.

En realidad Outlast: Whistleblower, nos invita a revivir los hechos que precedieron a nuestras andadas en el juego original, en concreto, nos pone en la piel de Waylon Park, el informático que envía el email a Miles Upshur, el protagonista de Outlast avisándole de los experimentos que la Murkoff Corporation está llevando a cabo.

La historia de esta expansión comienza justo antes de que ocurra lo que todos conocemos, es decir, que el asunto se desmadre hasta el punto de sembrar el suelo de cadáveres mutilados, aunque lo peor no son precisamente los cadáveres, sino los supervivientes que quedan deambulando por las distintas estancias del manicomio, porque nunca sabemos de qué pie cojean. Algunos simplemente son enfermos mentales completamente aterrorizados que han perdido la poca cordura que les quedaba, otros se dedican a fantasear con cocinar nuestro hígado mientras nos persiguen empuñando un cuchillo de carnicero…

En realidad Outlast: Whistleblower, nos invita a revivir los hechos que precedieron a nuestras andadas en el juego original, en concreto, nos pone en la piel de Waylon Park, el informático que envía el email a Miles Upshur, el protagonista de Outlast avisándole de los experimentos que la Murkoff Corporation está llevando a cabo.

La historia de esta expansión comienza justo antes de que ocurra lo que todos conocemos, es decir, que el asunto se desmadre hasta el punto de sembrar el suelo de cadáveres mutilados, aunque lo peor no son precisamente los cadáveres, sino los supervivientes que quedan deambulando por las distintas estancias del manicomio, porque nunca sabemos de qué pie cojean. Algunos simplemente son enfermos mentales completamente aterrorizados que han perdido la poca cordura que les quedaba, otros se dedican a fantasear con cocinar nuestro hígado mientras nos persiguen empuñando un cuchillo de carnicero…

Este planteamiento, junto con el hecho de ir equipados únicamente con una videocámara, resultará familiar a todos aquellos que jugaran al original, y les faltará razón, porque Outlast: Whistleblower es básicamente más de lo mismo, lo cual por cierto, es un arma de doble filo. Por una parte, aquellos que se quedaran con ganas de más tendrán la posibilidad de volver a “disfrutar” de los sustos, el ambiente opresivo y las momentos angustiosos marca de la casa. Por otra parte, esta expansión recicla demasiadas ideas y situaciones y se vuelve mucho más predecible, algo que afecta a la experiencia en su conjunto.

Quizás la pérdida de encanto se deba a la falta de novedades y a una continua sensación de deja vú, o quizás se deba a que en esta ocasión tenemos mucho más claro por dónde van los tiros que cuando llegamos por primera vez al manicomio. En aquel momento, tener que abrir una simple puerta suponía armarse de valor, porque no teníamos ni idea de que estaba ocurriendo exactamente o quienes eran esos extraños individuos que correteaban por los pasillos. En realidad, todo era incertidumbre algo que encajaba perfectamente, tanto con el planteamiento, como con la ambientación para generar tensión.

En Whistleblower, ese cartucho ya está agotado, y aunque pegaremos más de un salto en nuestro asiento y aumentará nuestro ritmo cardíaco durante las persecuciones, ya no sorprende. Además, hay que tener en cuenta que a pesar de tratarse de una precuela, la historia tiene más relación con el final de Outlast, es decir, con el laboratorio y los sucesos derivados de los experimentos, que aunque explicara lo que estaba pasando, era precisamente donde el juego perdía fuelle.

Aun así, que nadie se desanime, porque a pesar de todos los inconvenientes, esta expansión también ofrece algunos momentos para recordar, casi todos ellos relacionados con el caníbal, un personaje tan perturbado como aterrador, que acaba convirtiéndose en el auténtico protagonista de esta historia, porque cada vez que hace una de sus apariciones estelares, consigue demostrar que la fórmula de Outlast sigue dando muy buenos resultados.Indefensión y violencia extrema son dos conceptos que encajan muy bien si se quiere provocar miedo en el jugador.

Por lo demás, Whistleblower es una experiencia que aunque resulta intensa, sólo nos durará poco más de 2 horas por lo que puede llegar a dejar una sensación más de aperitivo que de plato principal.

Si fuiste de los que disfrutaste hace unos meses con Outlast, completar este DLC es una obligación, siempre y cuando sepas de antemano que ni sorprende tanto, ni aporta ninguna novedad de peso. Eso sí, el planteamiento sigue siendo tan bueno, que por mucho que se sepa lo que va a pasar a continuación, mantener bajos los niveles de adrenalina y los esfínteres bien apretaditos, sigue siendo una labor… complicada.

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