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Videojuegos y sonrisas: una terapia contra el cáncer infantil

Juegaterapia

Daniel Moreno

Hay muchas y muy buenas causas. Por lo general, todos encontramos alguna que acabamos haciendo propia por un motivo determinado. Quizás por empatía, por cercanía o por pura y sana convicción. Y dado que en Juegoreviews escribimos sobre videojuegos, es fácil entender que estás líneas que estáis leyendo correspondan al segundo reportaje que realizamos sobre Juegaterapia, una fundación sin ánimo de lucro dedicada a ofrecer a los niños enfermos de cáncer una vía de escape, un lugar en el que refugiarse para poder seguir siendo niños. Y todo ello con los videojuegos por bandera; una idea que suena tan atrevida como indudablemente atractiva.

Aquel primer artículo lo publicamos hará cosa de un año con la intención de dar a conocer en líneas generales la labor realizada por esta fundación. Pero para esta ocasión, queríamos ir más lejos, tratando de ver en primera persona la labor realizada por Juegaterapia en un hospital de renombre como el 12 de Octubre de Madrid, por lo que no dudamos en citarnos con Juan Carlos López, su responsable de voluntariado.

Personalmente, entrar en un hospital siempre me ha dado cierto reparo, quizás porque he tenido la suerte de no tener que pasar más de unas horas en ninguno de ellos. Pero esta vez es diferente, el edificio Materno-Infantil del hospital madrileño desprende cierta aura tranquilizadora, y esa sensación va creciendo según me acerco a la sala multimedia de Juegaterapia en la octava planta. Allí me recibe amablemente Juan Carlos, invitándome a tomar asiento en una estancia de grandes ventanas, con un televisor de tamaño considerable con alguna que otra consola a sus pies, y una maravillosa máquina recreativa de Bandai Namco que alberga títulos clásicos en sus tripas del calibre de Pac-Man.

Creando un espacio para que los niños puedan seguir siendo niños.

Creemos en la desconexión del niño con las consolas”. Esa es casi la primera frase de Juan Carlos, su síntesis sobre la labor social de Juegaterapia. Continúa afirmando que “la Fundación nació de la forma más inconcreta posible”, de un gesto como regalarle una videoconsola a un niño en tratamiento con quimioterapia y observar esa reacción única, mezcla de ilusión y agradecimiento. “Con qué cosa más sencilla, con algo que tenemos aparcado por casa, se puede hacer feliz a un niño”. Mónica Esteban, presidenta de la fundación, repitió la jugada pidiendo juegos y consolas a sus compañeros de oficina. Se hizo con diez o doce, “porque las consolas antiguas representan todo un síndrome de Diógenes, las vamos dejando para volver a enchufarlas algún día, pero al final no volvemos a jugar nunca con ellas”.

¿Qué pueden aportar los videojuegos a un niño enfermo de cáncer? La posibilidad de sumergirse en su mundo, de abstraerse de todo con mayor fuerza que la lograda por una serie de televisión, un libro o un juguete tradicional por un motivo muy simple, porque debido a su formato interactivo “tienes que tener tan conectados todos los sentidos, tienes que estar tan metido dentro del juego, que no te queda espacio para nada más”. Juan Carlos pone un claro ejemplo, la madre que quiere que su hijo se coma el bocadillo mientras éste juega. Él no atiende hasta que llega la amenaza, el típico ‘o comes o te quito la maquinita’. Con las medicinas y los diferentes tratamientos, ocurre algo similar.

Muchos conocemos, por tener algún amigo o familiar cercano que lo ha sufrido, lo sumamente agresivos que pueden llegar a ser algunos tratamientos contra el cáncer como la quimioterapia. Y los niños, al igual que olvidan ciertas cosas en cuestión de segundos, también guardan una gran memoria cuando algo les ha sentado mal, cuando la quimio, cualquier medicamento o práctica médica les genera dolor o les provoca una mala reacción. Es por ello que, a veces, con sólo saber que se acerca la hora del tratamiento, con sólo ver cómo les conectan un tubo, comienzan las náuseas, adelantándose a los efectos negativos provocados por los fármacos.

Según Juan Carlos, los videojuegos son capaces de retrasar este proceso, de conseguir que la reacción negativa de cualquier tratamiento se ajuste más a la realidad. Cierto es que hay pocos estudios al respecto, pero incluso los médicos, siendo testigos de este efecto, valoran la iniciativa al entender que todo aquello que les permita hacer su trabajo reforzando el ánimo del paciente es, por fuerza, más que positivo: “tenemos casos reales de niños que antes de que llegue la medicación ya están vomitando pero que, si están jugando a la consola, esto no ocurre”.

Está científicamente demostrado que jugar a videojuegos, como otras tantas actividades, genera endorfinas. Su efecto nos provoca sensación de bienestar y alivia molestias y dolores. “Con los videojuegos no vas atendiendo a las señales. Estás dentro, tú eres en ese momento Bob Esponja, una princesa o eres Batman”. De esta forma jugar pasa de ser una mera forma de ocio a parte misma de la terapia, o al menos de la liberación del niño.

Por supuesto, aún tengo mis dudas sobre cómo son capaces de difundir desde Juegaterapia los beneficios para un niño con cáncer de jugar a la consola, de cómo se puede ‘vender’ a la sociedad y a las diferentes instituciones algo que puede sonar tan controvertido como ‘ayudar con videojuegos’. ¿Apoyan los hospitales públicos esta iniciativa? ¿Lo ven con buenos ojos los padres? La respuesta a ambas cuestiones es clara: los hospitales no sólo lo ven bien, si no que facilitan enormemente la labor al servir de nexo fundamental entre el enfermo y la Fundación. Por el lado de los padres, Juan Carlos habla de dos casos distintos que por norma acaban coincidiendo.

A los padres que siguen su labor desde fuera, les basta con echar un vistazo a las redes sociales para cambiar de opinión al poder comprobar la reacción de los niños al efecto Juegaterapia: “Al principio, una parte de los padres lo ven bien, otros lo ven regular. Seguro que también hay una parte que lo ve mal. Pero cuando ves a un chaval pelón que va zurrado durante unos cuantos meses de quimioterapia, y le ves postrado en una cama con una sonrisa que se le mojan los pendientes… creo que a partir de ahí todo lo que quieras juzgar es aleatorio y sobra”.

Desde el punto de vista de las familias afectadas, hay que tener en cuenta que, de media, un cáncer puede llevar a un niño a estar entrando y saliendo de un hospital durante tres años, con estancias de hasta 30 días o más dentro de cuatro paredes. Sin hacer vida de niño, con tan sólo el contacto de los profesionales médicos y de unos padres que están con la cabeza en las analíticas, en hablar con el médico, en cuánto tiempo podrán aguantar así mientras los problemas cotidianos de la vida –facturas, trabajo, etc. – golpean inclementemente sus puertas.

Cuando el hijo cae enfermo es tal la hecatombe que cae en la familia que todo lo que tenías previsto en la vida desaparece. Lo único que quieres es que tu hijo sea feliz, porque el tren que le viene por delante le va a arroyar todas las semanas”. Es en este punto donde según Juan Carlos los perjuicios de cualquier padre hacia los videojuegos desaparecen. Porque “puedes poner a un niño encerrado entre cuatro paredes a ver la tele dos horas y a hacer puzles otras dos, pero al final acabará harto”. Y debido a las condiciones necesarias de aislamiento, hay periodos en los que ni siquiera pueden estar en contacto con nadie que baje de la media de los treinta y pico años de edad. “¿Qué hay de malo entonces en aliviarle dos horas al día con la consola?”.

Si ya resulta difícil para una persona adulta afrontar una situación en la que tu vida cotidiana desaparece, me pregunto cómo son capaces los niños de afrontar algo así, cómo pueden salir de ésta sin dejar de ser niños. “Por una situación injusta de la vida, están encarcelados. Ayer estaban jugando al fútbol, montando en bici. Un día tienen unos picos de fiebre, no saben lo que es, les hacen unas pruebas y sale leucemia. Finalmente, acaban saliendo con una mentalidad mucho más abierta”.

“Los niños son más listos que nosotros”Los niños son más listos que nosotros. Me parece una sentencia de Juan Carlos para enmarcar, puesto que es difícil ponerla en duda. “A un niño normal, le bajas al parque, está media hora, le compras unas palomitas y se las deja sin comer. Estos niños no. Disfrutan y agradecen todo mucho más. Quizás en tres años no han podido ir al cine o a un centro comercial porque sus defensas no lo tolerarían. No son como nosotros, no se están aburriendo de la vida. Saben vivir muy bien, con una percepción asombrosa desde que están en la cama misma del hospital”.Saben vivir muy bien

Volviendo a la labor pura y dura de la fundación, le pregunto por las dificultades a la hora de sacar adelante un equipo de voluntarios en el 12 de Octubre. No es necesario que te apasionen los videojuegos, aunque indudablemente éstos ejercen como un reclamo capaz incluso de atraer a la sala multimedia a varios de los médicos y profesionales del hospital durante su pausa del bocadillo. Por ello, no es raro que con cada llamamiento a través de las redes sociales reciban no pocas respuestas de gente que quiere colaborar de una forma u otra. “No sé si es por el proyecto o por el entusiasmo, pero nos apoya y apadrina mucha gente. Somos una fundación joven nacida de las redes sociales. La gente cuando nos conoce se engancha, porque es algo diferente. Siempre hemos tratado de hacer algo diferente hacia los demás”.

El atractivo que desprende su actividad se palpa desde fuera de la sala de Juegaterpia, sobre todo cuando las consolas están encendidas y con sólo asomarte puedes ver como niños y niñas, pese a la monocromía de sus batas de hospital, pese a los goteros y las vías, son capaces de saltar y gritar, emitiendo un entusiasmo vírico, capaz de contagiar a todos los presentes. Por supuesto, los voluntarios juegan con ellos, y como bien dice Juan Carlos, “eso de que están malitos y que por eso van a ganar es mentira, ¡aquí vienen a jugar y si pierden, pierden!”¡aquí vienen a jugar y si pierden, pierden!. El pique está servido, y queda claro que con ese pique, jugando en compañía, todo niño se crece.

Realizar competiciones y torneítos no resulta fácil. Los niños que hoy están en el hospital bien pueden no estar mañana al tener permiso para volver a casa. Además, organizar algo que vaya más allá de la hora o dos horas no es viable, dado que muchos de ellos entre comidas, cenas, meriendas, medicinas, revisiones y pruebas, no tienen tanto tiempo libre. Tampoco pueden jugar online contra sus amigos del cole, porque en el hospital no hay WiFi, algo especialmente doloroso para los más mayores. “Para las tablets –muy demandadas– nos vendría muy bien, lo que pasa es que ninguna compañía se arranca. Los adolescentes son los que más se aprovechan de ello, por temas como WhatsApp, redes sociales…”.

En cuanto a la relación de Juegaterapia con las compañías del videojuego, no es la primera vez que recogemos alguna noticia apuntando alguna u otra forma de colaboración por parte de firmas como Sony y Microsoft. “Dicho de forma bonita, somos el vertedero de estas compañías. Si hacen una feria, tras usar las consolas piensan primero en nosotros. Si tienen algo no dudan en mandárnoslo. Después de todo, somos mendigos bien vestidos, y nosotros tampoco dudamos en pedir lo que haga falta”. Como ejemplo de colaboración reciente tenemos los 39.036 euros donados por Playstation España tras subastar las famosas ‘Playstation 4 Edición 20 Aniversario’.

Mucho más que ayudar con videojuegos.

Juegaterapia está demostrando ser capaz de ir mucho más allá del tema videojuegos, contando con diferentes iniciativas que les han permitido hacerse un hueco de renombre entre las fundaciones y asociaciones más reconocidas del momento. Una de ellas es el “Jardín de mi hospi”, espacios que construyen sobre la azotea de diferentes hospitales como La Paz, el 12 de Octubre y La Fe de Valencia para que los niños y niñas hospitalizados puedan jugar al aire libre. Al igual que ocurre con la sala multimedia del 12 de Octubre o con el gimnasio del Gregorio Marañón, ideado para ayudar en el largo proceso de rehabilitación de las leucemias, lo importante es tratar de ofrecer “algún tipo de espacio donde los niños se sientan niños, porque ese paréntesis de apenas una o dos horas en el que lo disfrutan puede ser para ellos lo mismo que para ti o para mí son unas vacaciones”.

También realizan mercadillos con las consolas recibidas que por una causa concreta no pueden enviar a los hospitales. Juan Carlos reconoce que en ciertas ocasiones se topan con auténticas piezas de museo, joyas que en plataformas como eBay pueden encontrarse a precios desorbitados. Pero, aunque bien es cierto que alguna que otra consola retro ha ido a parar a manos de algún chaval para su disfrute, exprimiéndola como si no hubiera un mañana, por norma lo único que pueden hacer con ellas es venderlas para obtener más fondos. Las consolas que sí pueden ser enviadas a los niños las distribuye Envialia, empresa que colabora de forma altruista.

Otra forma de colaborar son los ‘Baby Pelones’, una colección de muñecos y muñecas en homenaje a los niños enfermos, vestidos con pañuelos diseñados por famosos y por María, una de las niñas que lucha día a día contra el cáncer. Por lo visto se han convertido en todo un éxito al superar las 20.000 unidades vendidas durante su primer mes a la venta. Sobra decir que la cantidad íntegra recaudada va a parar a las actividades y proyectos de Juegaterapia.

Es fácil: no seas Diógenes con tus videojuegos.

En definitiva, nos encontramos ante una de esas causas por las que creemos merece la pena parase a mirar, tratando de analizar el alcance que puede tener algo tan simple como el hecho de donar una consola o una tablet que ya no usamos para que otros puedan jugar con ellas. Yo mismo pude comprobar como esa misma Wii que mis hermanos tienen tirada por casa, sepultada bajo otros tantos juguetes y trastos que no usan, puede servirle a dos niñas como gimnasio improvisado, permitiéndoles descargar toda su energía contenida contra un saco virtual. Juegan con ella al golf, al tenis, al béisbol… actividades supuestamente incompatibles con las cuatro paredes de un hospital, hasta el punto de que cuesta distinguir si realmente están enfermas dada su vitalidad. Uno acaba por preguntarse si en su misma situación sería capaz de luchar contra un cáncer como hacen ellas, y sinceramente creo que no, que para eso hay que ser un niño, hay que ser infinitamente más inteligente que cualquier adulto.

Finalmente me despido de Juan Carlos no sin aceptar, un tanto acomplejado, su sincero agradecimiento: “nuestra red es limitada. Sois vosotros, los medios, los que nos hacéis engordar con vuestra labor de difusión”. Remarco lo de acomplejado porque no resulta fácil interiorizar un agradecimiento de alguien como él, sabiendo lo que junto a todos sus compañeros hacen bajo el nombre de Juegaterapia. Más aún cuando me han impulsado a recordar lo fácil que es ayudar y lo relativamente poco que lo hacemos la mayoría de los mortales.

Si tú también quieres colaborar, no tienes más que enviar esa consola o tableta que no usas. No permitas que tus videojuegos cojan polvo en tu estantería; deja que den lo mejor de sí en manos de un niño. El envío es completamente gratuito. Pincha aquí.

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