Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Ser campeón olímpico con una pierna de madera o una mano amputada (antes de los Juegos Paralímpicos)

Karoly Takacs, dos oros en tiro en Londres 1948 y  y Helsinki 1952.

Javier Martín Galindo

1

La ilusión de Karoly Takacs de disputar unos Juegos Olímpicos pareció esfumarse el día que una granada le explotó en la mano. Hasta ese momento, el militar húngaro era uno de los mejores tiradores del país en la modalidad de pistola rápida. Un par de años antes del incidente, en 1936, había intentado participar en los Juegos Olímpicos de Berlín, pero se topó con la rigidez del sistema de selección de Hungría. Solo los militares con rango de oficial tenían permitido acudir a las Olimpiadas en la disciplina de tiro olímpico. Takacs era un simple sargento.

Justo después de los Juegos de Berlín, el Comité Olímpico Húngaro abolió esta restricción. Una gran noticia para Takacs, que fijó entonces su objetivo en los siguientes Juegos Olímpicos, fechados para 1940. Todo se desmoronó cuando, realizando unas maniobras militares en 1938, una granada defectuosa explotó de forma imprevista, destrozándole la mano derecha y los sueños olímpicos.

Aprender a disparar de nuevo

Karoly Takacs estuvo un mes en el hospital, recuperándose de las heridas y preso del abatimiento. Sin su mano derecha, la buena, la que utilizaba para agarrar el arma y disparar, su carrera deportiva estaba finiquitada. Al salir del sanatorio, fue su entrenador Laszlo Torok el que le dio la clave que cambiaría su futuro: “Puedes aprender a disparar con la mano izquierda”. Parecía una locura, pero Karoly se puso a ello. No tenía nada que perder. Poco a poco, en secreto, fue perfeccionando el estilo y su destreza con la zurda fue mejorando. 

Un año después del accidente, se presentó en el Campeonato de Hungría de tiro. Todos sus contrincantes se alegraron de volverlo a ver y le mostraron su simpatía y solidaridad. Suponían que estaba allí para presenciar el concurso y mostrar su aliento a sus antiguos compañeros y rivales. “No he venido a mirar, he venido a competir”, dijo Takacs para asombro de todos. Llevaba tiempo sin dejarse ver y nadie sabía a lo que había dedicado los últimos meses, pero no tardaron mucho en descubrirlo. Para sorpresa de todos, Karoly Takacs cogió el arma con la mano izquierda y mostró una precisión prodigiosa. Venció a todos sus contrincantes. En un año escaso, había aprendido a disparar de nuevo. Con la mano derecha, no tenía rival en Hungría; con la izquierda, tampoco.

La rendija de los Juegos Olímpicos se volvía a abrir para Takacs, pero entonces otro imponderable vino a cruzarse entre el olimpismo y él. El 1 de septiembre de 1939, Alemania invadía Polonia, dando origen a la Segunda Guerra Mundial. Como consecuencia de la contienda, el COI se vio obligado a cancelar la cita olímpica, que se tendría que haber celebrado en Helsinki en el verano de 1940. Primero fueron las restrictivas normas del ejército de su país. Más tarde, un accidente que lo mutiló y amenazó con alejarlo del deporte para siempre. Finalmente, nada menos que una guerra mundial. Parecía que en el destino de Karoly Takacs no estaba escrito disputar unos Juegos.

“Estoy aquí para aprender”

Pero Takacs no se rindió. Si había superado la amputación de la mano que usaba para disparar, podría sobreponerse a cualquier obstáculo. Siguió ganando campeonatos nacionales, ya totalmente habituado a disparar con la izquierda. Los años pasaron, la guerra terminó y el COI decidió retomar los Juegos en 1948. El deportista húngaro tenía ya 38 años, una edad demasiado avanzada para luchar contra los nuevos fenómenos de la disciplina. Entre unas cosas y otras, los mejores años de su carrera deportiva se habían esfumado. No obstante, Takacs participó en las pruebas de su país y se ganó el billete para los Juegos. 12 años después de la decepción de Berlín, Karoly por fin iba a vivir la experiencia olímpica en Londres.

A pesar de las victorias en su país, no parecía sensato considerar al deportista húngaro como aspirante a medalla. El gran favorito en la disciplina era el argentino Carlos Enrique Díaz Saez Valiente, quien preguntó a Takacs para qué había acudido a Londres. “He venido a aprender”, respondió el húngaro. La competición demostró otra cosa. Viejo y mutilado, Takacs derrotó a Carlos Enrique Díaz y al resto de rivales, estableciendo un nuevo récord del mundo. A la postre, fue el argentino quien aprendió algo en los Juegos de Londres.

El tirador húngaro ya tenía su oro, pero su sed olímpica no se había saciado. Cuatro años después, volvió a los Juegos de Helsinki y repitió medalla de oro. Se convirtió en el primer hombre en ganar dos títulos olímpicos en la disciplina. Todavía tuvo tiempo para competir en Melbourne 56. Tenía ya 46 años y acabó en octavo lugar. Al terminar sus terceros Juegos, se retiró para dedicarse a entrenar. La historia entre Takacs y el olimpismo empezó como un amor imposible y terminó siendo un idilio de largo aliento.

Seis medallas con una pierna de madera

Karoly Takacs no era el primer campeón olímpico que había tenido que sobreponerse a la amputación de un miembro. Hay que remontarse a los albores del olimpismo moderno para descubrir la historia de George Eyser. Estadounidense de origen alemán, Eyser trabajaba como contable en San Luis (Missouri) a principios del siglo XX. Después de perder una pierna en un accidente de tren, Eyser empezó a practicar gimnasia con el objetivo de fortalecer la parte superior de su cuerpo. 

Cuando se enteró de la celebración de los Juegos Olímpicos de 1904 en su ciudad, San Luis, se propuso participar en el evento. Con una prótesis de madera, bastante sofisticada para la época, Eyser participó en diez disciplinas gimnásticas y consiguió seis medallas. Se colgó tres oros en barras paralelas, salto de potro y escalada de cuerda, una peculiar especialidad que desapareció del programa olímpico en 1932. También pescó dos platas (caballo con arcos y concurso individual) y un bronce (barra fija), todo ello en el mismo día. Solo el también gimnasta Anton Heida consiguió tantos metales como él en aquellos Juegos de San Luis.

En 1960 el neurólogo británico Ludwig Guttman fundó los Juegos Paralímpicos con el objetivo de ayudar a sus pacientes a reintegrarse en la sociedad. Guttman estaba convencido de que el deporte era una terapia idónea para ellos, tanto física como mentalmente. Takacs y Eyger seguramente podrían dar fe de ello. Ninguno llegó a tiempo para participar en la competición concebida por Guttman, pero ambos lucharon contra sus limitaciones y vencieron obstáculos que parecían insalvables para triunfar en sus respectivos deportes. Se rebelaron contra un futuro que parecía escrito.

Etiquetas
stats