Coronavirus y pobreza se unen en el conflicto palestino: así lo ve un gazatí desde Logroño

Coronavirus y pobreza se unen en el conflicto palestino: así lo ve un gazatí desde Logroño

Rioja2

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La pandemia del coronavirus ha parado todo el mundo en algún momento de este 2020. Sin entender de fronteras, el virus ha obligado a confinarnos en casa y a parar en buena medida nuestra vida habitual. Lo ha parado todo menos el conflicto palestino, pues Gaza ha seguido recibiendo bombardeos, en Cisjordania se han seguido demoliendo edificios y la violencia no ha abandonado Palestina.

Sin embargo, Fares, que hasta que llegó a España no supo qué era la paz, define la situación actual con la palabra “calma”. “Ahora no son ataques día a día, como por ejemplo en 2014, se mantiene el control de las zonas y de vez en cuando hay bombardeos, pero están en calma”, asegura este palestino que lleva varios años viviendo en Logroño y para el que la violencia era rutina.

Aunque lograron que la primera ola del virus no atacara intensamente Palestina, desde finales de agosto los contagios comenzaron a crecer y ahora “es un desastre”. Fares, quien tiene toda la familia en Gaza, conoce de cerca lo que es enfrentarse al virus en primera línea pues tiene allí un hermano médico y una hermana enfermera. “Hay pocos recursos sanitarios, muchos problemas para el abastecimiento de medicamentos y los hospitales no tienen capacidad suficiente para hacer frente a la situación”, explica.

Hay mascarillas, pero frenar el virus es complicado en un lugar donde las aglomeraciones son el día a día: “no hay distancia de seguridad porque no hay distancia”.

Durante varias semanas, los centros educativos, los comercios y muchos negocios tuvieron que cerrar. Ahora se ha establecido un toque de queda entre las 17.00 y las 6.00 horas y se ha retomado la educación para los alumnos de secundaria, mientras los más pequeños siguen las clases a través de plataformas digitales.

Una ardua tarea en un lugar donde el tiempo que cada hogar tiene electricidad va cambiando. “Normalmente hay ocho horas de luz y a cada zona le toca tener en un momento distinto, va cambiando como siguiendo un calendario, y luego la cortan”, señala Fares. Además, muchas veces no hay Internet o no funciona bien y muchas familias tampoco tienen los dipositivos necesarios.

“Los trabajos están varados”, la mayoría de los trabajadores son jornaleros que si no trabajan, no comen. “Además, el Gobierno palestino no puede pagar las nóminas y los trabajadores públicos están cobrando el 40 o el 50 por ciento de su sueldo desde hace muchos meses”, subraya Fares.

“No hay administraciones que ayuden, sí que algunas empresas realizan donaciones y la UNRWA (Agencia de la ONU para refugiados palestinos) cada tres meses más o menos dan paquetes de comida”, enumera dejando claro que esto no soluciona la situación de necesidad a la que se enfrentan los palestinos: “la gente allí es muy pobre, viven al día”.

“La gente tiene miedo al virus pero quiere vivir, sobrevivir”. Y es que en Palestina la pandemia del coronavirus solo ha potenciado la pandemia de la pobreza, la verdadera preocupación de sus habitantes: “lo que de verdad importa a la gente es saber cómo pueden dar de comer a sus hijos”.

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