En busca del valle encantado

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La jornada del domingo se inclina hacia la zona de los cameros y la Sierra de Cebollera, tierra de pastores que practicaban la trashumancia y que ha dejado un legado artesanal intachable, especialmente el de las almazuelas. Es por ello que cada pequeño pueblo de la zona camerana guarda entre sus rincones una enorme tradición ganadera, gastronómica y artesanal.

En la Sierra Cebollera existen dos localidades como son Lumbreras y Villoslada de Cameros, que mantienen el encanto de los pueblos de siglos anteriores. Ambos están rodeados de montañas, pero es especial el camino de Villoslada por el Sendero de la Virgen y el Sendero de las Cascadas -en donde se encuentran las cascadas del Puente Ra que permiten el acceso a la Ermita de Lomos de Orio en la que se celebran dos romerías al año.

Pero además en esta zona de Villoslada se encuentran dos centros de interpretación que dan a conocer mejor el entorno que conforma todo el paisaje. En primer lugar se encuentra el Centro de Interpretación del Parque Natural. A través de éste se accederá a información sobre la flora y la fauna que rodea al entorno. También se podrá conocer toda la historia de la transhumancia de la zona a través del Centro de Interpretación de la Transhumancia en la que se dará a conocer la práctica ganadera de la zona.

Siguiendo la ruta camerana también se puede visitar Ortigosa y sus cuevas, que se encuentran en el monte del Encinedo, que mostrarán el encanto de los paísajes subterráneos formados por estalactitas, estalagmitas y otras formaciones calizas durante la hora que dura el recorrido.

La hora de la comida conviene, si el tiempo lo permite, pasarla al aire libre en las inmediaciones del Pantano de El Rasillo. Además en esta zona se podrán practicar diferentes actividades deportivas como piragüísmo, windsurf, vela, natación, rapel, tirolinas, senderismo o tiro con arco, entre otras.

Una sugerencia para el regreso hacia la capital riojana es desviarse en el camino hacia la zona del Camero Viejo, descubriendo pequeños pueblos casi deshabitados y bordeando las curvas de la carretera para dejarse dominar por el poder visual del paisaje, especialmente en el cañón que forma el Río Leza, conocida como la Garganta del Leza.

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