La tierra quemada tras el incendio

Rioja2

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Un partido desastroso. Un gol visitante cuando mejor jugaba el CF. Una valla que se cae y a punto estuvo de provocar una tragedia. Un penalti a favor de los locales en el último minuto, que Salcedo tira al centro de la portería, como los perdedores. Y un gol del propio Salcedo siete minutos más tarde para marcar el empate a uno. Así se escribe la grandeza y la miseria del fútbol, cualidades ambas que aparecen a menudo en este deporte pero que se suelen citar con asiduidad cuando llegan los momentos finales de los torneos.

Salcedo se convirtió en el villano (junto a Vilches) y en el héroe de un partido que el Palencia mereció ganar. Los vistantes dispusieron de muchísimas más ocasiones de gol que los jugadores del CF, que saltaron al campo atenazados por la tensión y se pasaron ochenta minutos sin poderse sacudir el fantasma del descenso. Si en anteriores partidos no marcaban goles, en esta ocasión ni siquiera creaban oportunidades.

Por contra, hasta de seis ocasiones claras de gol dispuso el Palencia antes del minuto 74, cuando Rafa Sáez decidió aprovechar las debilidades defensivas que el rival dejaba en busca del gol para dar entrada a Pablos Ríos y Paixao. Ambos revolucionaron el juego de su equipo: le dieron mordiente, le acercaron al área rival y colocaron al Palencia contra las cuerdas.

Pero en el minuto 85, cuando mejor estaban los blanquirrojos, Vilches erró en la salida y aún estaba colocándose en la portería en el instante en que Calvillo probó fortuna desde fuera del área. El disparo no era ni fuerte ni especialmente peligroso y parecía que el meta local lo detendría sin problemas.

Pero no. El balón se le escurrió de entre las manos y entró en la portería del CF entre el delirio de la numerosa afición visitante (ocho autobuses palentinos aparcaban fuera del estadio). Una alegría desmesurada que pudo acabar en tragedia cuando las vallas que separan el terreno del juego de la grada en la zona de detrás del banquillo local cedieron y dejaron caer a todos los aficionados que se apoyaban en ellas.

El partido se reanudó, aún con el susto. Y, en una confusa jugada, cuando todo el campo estaba más pendiente de los heridos que del juego, el colegiado señaló penalti a favor del CF.

Hasta tres jugadores se acercaron al punto de penalti con intención de lanzarlo, aunque con miedo obvio. El tembleque podía a los locales y los jugadores miraron al banquillo como quien ruega consejo a Dios. Rafa Sáez señaló bien clarito, con sus diez dedos, al elegido. El número diez, Salcedo, debía encargarse de transformar la pena máxima. La que debía decidir si el CF era ya carne de Tercera o aún podía mantener una leve esperanza.

El penalti del perdedor, le llaman. Al centro y con poca convicción. Al muñeco. Así los tiran los jugadores cuya cabeza está más presionada. Salcedo lo disparó así y Dani Roiz puso el cuerpo para desviar la pelota, que acabó en córner. La afición palentina estallaba de nuevo, con alegría: su equipo certificaba la salvación casi matemática.

Pero el CF sacó entonces lo que tanto le ha faltado en esta campaña: la casta, la garra, el orgullo. Una falta al borde del área del Palencia puso la última oportunidad. Pegó en la barrera, se fue al cielo, bajó al campo y alguien la rechazo de nuevo, acercándola a la portería de Dani Roiz. Y de por allí salió Salcedo, rabioso, para poner la cabeza y lograr el empate. Fin.

¿Queda algo después de semejante tormenta de fútbol y del incendio de emociones? Sí: la tierra baldía y quemada; un resultado que no vale a nadie y menos al CF, ganador moral del encuentro, pero poco más. Quedan dos equipos que se lo jugarán todo a una carta en la última jornada.Y la satisfacción de haber presenciado algo único.

FICHA TÉCNICA

LCF: Vilches, Garai, Feito, Marcos, Rial, Alberdi, Tornero, Ederra (Pablo Ríos), Nacho Franco, Salcedo y Vellisca (Paixao).

Palencia: Dani Roiz, Luis Cuencua, Serrano, Asensio (Pallares, 57), Alejandro, Armendariz, Fernando (Besada, 46), Rubén Pérez, Nacho Calvillo, Álvaro Corral y Aitor.

Árbitro: Ruiz Bada. Amonestó a Cuenca por el Palencia y a los visitantes Feito y Garai.

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