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“Me fui del Inem llorando”

Rioja2

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“Cuatro horas para diez minutos”, este es el tiempo que estuvo Sonia en las oficinas de empleo de la capital riojana. Lo peor: “bastante humillante es haber perdido tu trabajo y pedir el paro como para que encima te humillen más en el INEM”. Así de rotunda se muestra esta joven días después de haber acudido a las oficinas de empleo para hacer dos trámites: la demanda de empleo y la solicitud de prestación por desempleo

Llegó a las 11:00 horas de la mañana y salió más allá de las 15:00 horas de la tarde. Es la primera vez que solicita el paro, lleva 518 días trabajados y su relato parece el argumento de una película de terror de los años 80, aunque todos sabemos que la realidad supera la ficción.

Para inscribirse en las listas del paro únicamente tardó 15 minutos y el trato fue “normal”, pero el problema se desencadenó con la solicitud de la prestación, ocupación con la que se entretuvo el resto del tiempo. “Para inscribirte en el paro el trámite es muy corto”, señala, “le dices la última empresa en la que has trabajado y a qué te dedicabas, te dan la tarjeta que tienes que sellar periódicamente y listo, el problema viene después”. A sabiendas de que el problema llegaba después, advertida incluso por su profesora de inglés de nacionalidad australiana, solicitó primero el número para obtener la prestación.

UN AMBIENTE DESOLADOR

Sonia añade que la oficina estaba llena de gente y que el ambiente es desolador, mujeres embarazadas, niños revoloteando, gente borracha y hasta un 'yonki' que no se mantenía en pie y gritaba que no podía pagar su alquiler... Volvemos a la película de los 80, un retrato “almodovariano”. A este ambiente se suma que la mayoría de las personas que esperan lo hacen de pie, en la entrada, o en el vestíbulo... Relata Sonia que la gente aprovecha para leer el periódico mientras comen pipas. Ella misma tuvo tiempo para dar una y dos vueltas a la manzana, ver las tiendas de la zona, leer hasta dos veces el periódico y hasta comerse un pincho. Y por fin, a las 14:00 horas de la tarde, consiguió sentarse dentro de la oficina.

A PARTIR DE LAS 14:30 HORAS LA GENTE SE PUSO NERVIOSA

“A partir de las 14.30 -recuerda Sonia- cuando quedábamos 20 personas esperando nuestro turno, la gente empezó a impacientarse y a hablar entre ellos, algo que no sucedía dos horas atrás”. Y fue a partir de las 14:40 horas cuando los números que hasta ahora pasaban lento pero pasaban, dejaron de hacerlo. En ese momento un señor se acercó a un despacho cerrado para conseguir información sobre cuándo iban a ser atendidos.

El señor preguntó a la trabajadora si sabía decirles cuándo se iba a continuar con la lista de números. La mujer primero le remitió a otros compañeros y seguidamente le dijo de forma impertinente: “mire usted, la bola de cristal me la he dejado en casa”. Sonia lo tiene claro, dejan de pasar números a esta hora porque los funcionarios no quieren atender a más gente y así salir a su hora, por este motivo esta mujer estaba en el despacho en vez de en su puesto de trabajo.

Y efectivamente, a las 14:55 horas de la tarde comenzó el desfile de trabajadores ante la mirada atónita de los que todavía esperaban sin saber a ciencia cierta a qué hora iban a ser atendidos. “Se supone -indica Sonia- que con la ampliación de horario la oficina permanecerá abierta hasta las 17:00 horas de la tarde pero se van todos los funcionarios y se queda 1 sola persona para atender a todos”.

“NI VOLUNTAD DE COOPERACIÓN, NI VOCACIÓN DE SERVICIO”

A las 15:05 horas de la tarde Sonia fue atendida, pero el clímax de su paso por la oficina de empleo no tenía indicios de un 'happy end'. Cuando se sentó frente a la trabajadora asignada le entregó los papeles pertinentes mientras la empleada le advirtía que ante los contratos temporales había que comprimir las horas. Sonia no le entedía y se lo dijo. El trato impertinente iba en aumento, hasta que Sonia le volvió a decir: “ no le estoy entendiendo nada, ¿qué es lo que tengo que hacer ahora?”, la trabajadora le contestó: “tú ahora recoges todos estos papeles, te vas a tu casa, te sientas en el sofá y esperas...”

Y Sonia respondió: “¿espero a qué?” a lo que la trabajadora sentenció: “¿a que te llegue una carta”. La última palabra la tenía entonces Sonia: “muchas gracias por su amabilidad”. La conclusión a la que ha llegado Sonia tras esta experiencia es clave: “si me trataron a mí así, que soy logroñesa de pura cepa, y hablo el castellano perfectamente, ¿qué va a entender entonces una persona de otra nacionalidad?”.

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