Madre hay más de una (y ninguna de ellas es mejor que las demás)
La transgresión nunca fue bienvenida en un mundo en el que no se valora la diversidad. Ser diferente de cómo se supone que tienes que ser, pensar diferente de cómo se supone que tienes que pensar, sentirte ante determinados hechos vitales como se supone que deberías sentirte y un largo etcétera.
En los últimos días se ha generado una polémica interesante a raíz de las palabras de la periodista Samanta Villar sobre la maternidad. Palabras que, por otro lado son la voz de muchas mujeres que callan por evitarse juicios. A la vista de la respuesta social que está teniendo la cuestión, está claro de por qué existe el silencio sobre el tema.
Hay tantas formas de ser madre como madres hay en el mundo. Para algunas mujeres es la meta mas alta de sus vidas, su vivencia ante la maternidad es profundamente positiva. No tienen objetivos más prioritarios y si los tenían los modifican. Para otras, a pesar de querer a sus hijas e hijos, esta vivencia supone un obstáculo para metas y prioridades importantes en su ser y en su “sentirse” mujer.
Vivimos en un mundo hipócrita en el que si alguien nos cuenta que existe un ser que no duerme ni tres horas al día, no tiene tiempo para comer, no puede descansar ni un minuto durante meses y está agotado físicamente no dudaríamos en reconocer que su calidad de vida está afectada. Son datos objetivos, claros y contundentes pero, ¿Qué sucede cuando alguien comenta que se encuentra así por un bebé? Entonces esa mala calidad de vida no puede airearse. Si lo haces, un aluvión de juicios y críticas caerán sobre tus espaldas (como si tuvieras poco peso encima).
La respuesta que se está suscitando ante las palabras de la periodista está siendo dura. Una lapidación verbal que, tristemente, en un porcentaje altísimo proviene de mujeres, muchas de ellas madres. Se leen juicios como “No estaba preparada para ser madre”, “Menuda irresponsable”, “Es una egoísta”, “Si se queja tanto para qué ha tenido hijos”, “Esto ya viene con el contrato de ser madre”, etc. Mensajes que entre líneas dicen: “cállate la boca, que de esto no se habla, en la maternidad todo tiene que ser perfecto porque el simple hecho de tener a tus hijos conlleva calidad de vida y plenitud existencial”. Y por respuestas como estas, muchas madres callan y se fustigan por sentirse agotadas y mirar hacia atrás recordando tiempos mejores con añoranza. No estamos acostumbrados a expresar lo que sentimos cuando se trata de emociones negativas. Lo negativo molesta. No está bien visto.
La abnegación es a la maternidad como el dolor lo es al amor. Pues bien, ambos son mitos y ni el amor tiene que doler ni la maternidad implica una falta de deseos por parte de esas madres que antes que madres son mujeres que sienten, piensan, desean, tienen intereses y necesidades.
Antes de seguir juzgando quizá deberíamos plantearnos que quizá no existe una sola forma de vivir y sentir la maternidad. Puede que lo que tu sientas no es lo que todas las demás personas tengan que sentir. Necesitamos aprender a respetar, a entender que el mundo de la piruleta no existe y que está bien hablar de ello. Aquello de lo que no se habla no existe, así que la transgresión es necesaria para que se rompa el modelo de maternidad único, aceptado, perfecto y abnegado.
Lo que necesitan las madres no es que se las juzgue ni por sus actos ni por sus palabras, sino que se las escuche.
Ruth Arriero de Paz (Sexóloga)
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