¿Qué variedades de uva se cultivaban en La Rioja hace 2000 años?
La Fundación Vivanco para la Cultura del Vino investigará el ADN de antiguas semillas de vid, para averiguar qué variedades se cultivaban en Rioja hace 2000 años. El proceso se desarrollará en el Manchester Institute of Biotechnology de la Universidad de Manchester, gracias a restos biológicos sacados de la excavación arqueológica del yacimiento del Cerro de San Bartolomé de la Noguera.
Se trata de un enclave situado en el municipio de Tudelilla, en La Rioja Oriental, descubierto de manera casual en el centro de los viñedos de la familia Vivanco en este terruño histórico de Rioja y con un recorrido histórico de más de 2000 años.
El estudio se hará con semillas de vid (las que mejor se conservan, frecuentemente en distintos estados de carbonización), extraídas de una parte de este yacimiento declarado Bien de Interés Cultural (BIC), por ser considerado zona arqueológica de excepcional valor dentro del Patrimonio Cultural de La Rioja.
Esta excavación confirma que, ya desde el año I a C, en época del Imperio Romano, el Cerro de San Bartolomé albergaba una intensa actividad agrícola y vitivinícola. Además, este altozano de arcilla y grava conserva en su subsuelo los restos arqueológicos no sólo de una explotación agraria romana, sino de una comunidad monástica altomedieval (la ermita y necrópolis de San Bartolomé) y de una granja cisterciense.
La gran pregunta clave en febrero de 2018 es si los restos que ahora estudia el equipo técnico de este centro de referencia internacional, especializado en el estudio de ADN antiguo de restos vegetales, podrá extraer el suficiente ADN de las semillas trasladadas desde Tudelilla (La Rioja) hasta Inglaterra. El enigma quedará resuelto en, aproximadamente, dos meses.
En caso afirmativo, se aportarían respuestas aún en hipótesis. Entre ellas, los materiales utilizados durante siglos anteriores en el yacimiento arqueológico de estudio, es decir, las variedades de vid relacionadas con poblaciones orientales presentes en época romana y que, a finales de la Edad Media, estarían más vinculadas con grupos genéticos de variedades occidentales.
Este ADN también nos hablaría de las migraciones que se desarrollaron desde la caída del Imperio Romano y de las dos posibles fuentes de importación de variedades de vid durante la Edad Media: una a través del camino de Santiago, un viaje europeo de Este a Oeste; y, la segunda, la vinculada al movimiento desde el norte de África, con la invasión musulmana del Sur al Norte de la Península.
Dos grupos genéticos que han dado lugar a las variedades actuales y que, quizá, hayan ido desplazando a variedades más antiguas que habrían importado griegos, fenicios y romanos, o a otras variedades posiblemente resultantes de la propia domesticación de esquejes silvestres. Esta fase que ahora comienza, la extracción de ADN en cantidad suficiente, aportaría luz no sólo sobre la procedencia de las vides y las relaciones genéticas con variedades cultivadas en la actualidad, sino otras características tales como el color de las uvas, el tipo de variedad, el tamaño de la baya y del racimo, etc.
Las siguientes fases
El primer paso se centra en la extracción de ADN antiguo y la caracterización de su origen biológico. El ADN es una molécula muy estable y los restos arqueológicos suelen contener trazas de ADN de calidad variable, dependiendo de su historia y conservación. Los tejidos vegetales deshidratados son mejores fuentes de ADN antiguo, sin embargo, también se ha podido extraer ADN de muestras carbonizadas, estado en el que se encuentran las semillas de vid del Cerro de San Bartolomé de la Noguera. La extracción de ADN de estos materiales es muy compleja, por la combinación del ácido desoxirribonucleico con otras moléculas, por la contaminación del ADN del espécimen de interés con el de otros organismos del suelo u organismos saprofitos (los que obtienen energía de materia orgánica muerta) y también por la posible contaminación con ADN actual de la misma especie.
Por todo ello, extraer el ADN de estos restos es esencial para continuar el siguiente paso de la investigación: de ahí el traslado de las semillas al reconocido laboratorio de Terry Brown en la Universidad de Manchester, donde también tomarán como referencia algunas muestras procedentes de otros yacimientos en diferentes estados de conservación y datación histórica (entre otras, semillas de zonas como Valencia, Madrid, Huelva o Egipto). Los resultados se interrelacionarán con la vasta bibliografía disponible y con más de 3000 genotipos de vid documentados en el Instituto de las Ciencias de la Vid y del Vino.
El segundo paso se centraría en el análisis de ADN cloroplástico, dado que este ADN es el que se conserva con mayor facilidad. El genoma del cloroplasto de la vid presenta variaciones en la secuencia que muestran una cierta estructura geográfica, lo que es útil para identificar la procedencia de diferentes variedades.
Para ello se analizarán marcadores moleculares de tipo SNP (variación en la secuencia de ADN) para determinar el tipo de cloroplasto (o haplogrupo) al que pertenecen y poder así inferir el origen geográfico de las vides: si se cultivaban cepas procedentes de la Península Ibérica o habían llegado hasta aquí vides procedentes de distintas regiones circunmediterráneas Concretamente, se conocen cuatro haplogrupos mayoritarios en la vid.
El haplogrupo A es característico de vides silvestres y cultivadas en el occidente europeo; el haplogrupo B, típico de las vides de la región caucásica y transcaucásica; el haplogrupo C, propio de las vides de mesa orientales y el D, muy frecuente en las vides de origen balcánico. Por último, el análisis se centraría en el ADN nuclear. También en el caso de obtener ADN antiguo de cantidad y calidad suficiente, se tratará de enriquecer en secuencias nucleares que permitan la identificación genética, mediante el análisis comparativo con la base de datos de 3000 variedades independientes anteriormente citadas, o al menos la identificación de algunos de sus caracteres morfológicos (color, aroma moscatel, tamaño de racimo y de la baya).
Un estudio necesario para arrojar luces a las hipótesis y a los claroscuros que acompañan a una investigación arqueológica, de por sí larga y compleja, y que demostraría la implantación de la viticultura en La Rioja en los últimos dos mil años, su evolución y las raíces de nuestra cultura agrícola. Un análisis biológico directamente relacionado con un tema de máxima actualidad: los cambios climatológicos. En Manchester, en definitiva, el equipo técnico especializado que ahora estudia las semillas de vid, constituye un paso vital para reconocer el pasado y profundizar en parte de la historia de la humanidad a través del vino.
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