Kilómetro Cero

Las tiendas sobre ruedas en La Rioja más envejecida: mucho más que la compra en la puerta de casa

Ester Fernández García

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Cada vez son más los pueblos de La Rioja que no tienen tienda mientras su población envejecida no puede desplazarse a otras localidades para hacer la compra. Por eso, son varios los camiones que recorren el medio rural para que sus vecinos y vecinas puedan llenar la despensa casi en la puerta de casa, al tiempo que disfrutan del momento de la semana para charlar y sentirse activas. En los últimos años, este servicio se ha vuelto indispensable pero en una tierra donde la clientela cada vez es más escasa su futuro está en peligro.

Hace ya unos 27 años, que José Mari Hernáez compró un camión para recorrer los pueblos del entorno de Nájera, donde tenía una tienda de alimentación. “En ese momento empezaban a surgir las grandes superficies comerciales y pensaron que si la gente se marchaba a comprar allí, podían intentar ir a los pueblos para retener un poco a la clientela”, recuerdan sus hijas Ana y Sara, que ahora regentan la tienda y llevan este supermercado sobre ruedas.

Sara Hernáez calcula que cada semana hará unos 250 kilómetros para instalar la tienda en 28 pueblos. Los lunes se acerca a Sorzano, Sojuela, Daroca de Rioja, Hornos de Moncalvillo, Sotés y Ventosa; los martes se puede comprar en Camprovín, Bobadilla, Pedroso, Villaverde y Matute; el miércoles llega a Alesón, Manjarrés, Santa Coloma y Bezares; los jueves hay supermercado en Hervías, Zarratón, San Torcuato y Bañares y los viernes, San Millán de la Cogolla, Cañas y Canillas.

Pero más allá de la necesidad que cubren las hermanas Hernáez en todos estos pueblos, su tienda tiene un componente social. “A veces es el único momento de la semana que tienen de reunión, de hablar con alguien y de sentirse activas”, dice Sara. “Cuando empezamos había pueblos que nunca habían tenido tienda, así que tenemos una clientela muy agradecida, sobre todo las personas más mayores lo valoran mucho”, explica su hermana Ana.

El trato es tan cercano que son como familia, “me han visto hasta casarme”, cuenta Ana Hernáez entre risas. Y de nuevo, ellas no son solo dependientas de una tienda: “El día que no salen te extrañas, las llamas al timbre o por teléfono por si necesitan algo, ellas te regalan dulces caseros o te invitan al café. Tenemos todas las casas abiertas por si necesitamos algo”.

Temen el futuro de este negocio porque, además de la pérdida de población, el envejecimiento provoca que cada vez más los hijos lleven la compra as sus padres desde la ciudad o que los jóvenes que llegan lo utilizan solo como dormitorio y no dejan dinero en el comercio de cercanía. Aunque la media de edad de su clientela supera los 75 años, cuentan con optimismo que tienen algunos clientes jóvenes: “en Sojuela unos ocho jóvenes se han emancipado en la casa rural y salen a comprar y en Camprovín hay jóvenes que vienen a hacer programas de Erasmus Rural y también nos compran”.

Una pescadería sobre ruedas que recorre más de 1000 kilómetros a la semana

“Lo que te puedes ahorrar por un lado en una gran superficie, lo vas a perder cuando te quiten la tienda en el pueblo”, dice Celes, una vecina de Azofra en la Pescadería Susana, que además de la tienda en San Vicente de la Sonsierra tiene una sobre ruedas que recorre una veintena de pueblos de La Rioja desde hace más de 25 años. Y es que sus propietarios, Juan y Susana, coinciden en la dificultad del futuro de estos servicios “porque las cuentas no salen”.

Cuando empezaron a llegar a Azofra, por ejemplo, iban tres días a la semana y todavía había colegio. Hoy en día, ya solo van los sábado. Los pueblos se van quedando sin habitantes y las familias van mermando: “Quien te compraba antes para cuatro, ahora para uno o dos y casa que cierra, ya no se habita”, dicen los dueños de esta pescadería que recorre unos 1.000 kilómetros desde La Rioja Baja hasta la Alta.

También se iniciaron con el surgimiento de los centros comerciales en Logroño, donde tenían la pescadería. Así que decidieron instalarse en el medio rural e ir dando servicio a los pueblos que se empezaban a quedar sin pescadería. Aunque reconocen que es difícil, valoran el trato cercano, “como de familia”, lo definen igual que las hermanas Hernáez y saben que la clientela también da importancia a su esfuerzo. “Hay clientas que vienen a comprar aunque sea un poco y te dicen que para que sigamos viniendo”.

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