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Sobre este blog

Líbero es un proyecto independiente de los grandes grupos editoriales. Se trata del producto diseñado por un grupo de periodistas que un día tuvieron un sueño: una revista de fútbol que trate la afición por este deporte sin gritar, con buen gusto y con profundidad.

“Entre los deportistas de élite no abunda el compromiso político si no es adelantando por la derecha”

El cantante Nacho Vegas antes de un concierto en Santiago de Compostela. Foto: Denís Galocha

Carlos Prieto

Madrid —
  • Nacho Vegas (Gijón, 1974), cantautor indie, icono underground y aficionado al fútbol. Aficionado del Sporting desde su infancia. Entonces uno no iba al Molinón a sufrir, sino a flipar: el Sporting fue subcampeón de Liga (1978/79) y de Copa (1981 y 1982). Hasta rivalizaba con el Real Madrid: un 25 de noviembre de 1979 el Molinón inventó aquello del ‘¡Así, así, así gana el Madrid!’ tras la expulsión de su crack argentino Enzo Ferrero.

En el colegio optó por el voleibol… ¿No le gustaba el fútbol? ¿Qué tenía el voleibol que no tuviera el fútbol?

Es que solo había voleibol... Vinieron unos chicos de la federación preguntando quién quería entrenar y algunos nos apuntamos, pero en mi colegio no se entrenaba a fútbol. Lo que pasa es que sí jugábamos nuestra liguilla entre las clases, como todos los coles. Nosotros éramos el B. Yo me quedaba atrás a defender porque no corría mucho. Por cierto, siempre decía que era líbero. Mi padre me había dicho que un líbero era un defensa que subía cuando le daba la gana y yo dije: ese puesto es para mí. Durante un tiempo sí que fui a entrenar a ‘futbito’ con un equipo que se llamaba Estudiantes y lo pasaba muy bien. Un día a algunos nos llevaron a entrenar de verdad, a un campo grande de hierba, y a mí me pusieron a marcar a uno que corría la de dios y que siempre se me iba. El entrenador me gritaba y yo estaba echando los higadillos; lo pasé fatal y no volví. El voleibol se me daba mejor y era menos cansado.

De pequeño iba con su padre al Molinón. ¿Tenía alguna liturgia?

Mi padre no me había hecho socio, yo no tenía asiento y me solía poner en su regazo. A su lado se sentaba un señor muy mal encarado que algunos domingos no venía, así que entonces sí tenía asiento. Pero siempre tenía miedo de que llegara en algún momento y me gruñera que me levantara de su sitio, que es lo que pasó alguna vez y me daba mucha vergüenza. Yo creo que a mi padre le hacía ilusión inculcarme el sportinguismo, pero luego en El Molinón pasaba bastante de mí, la verdad. Recuerdo que una vez en el estadio le pregunté qué era eso del ‘orsay’ que gritaban tanto y me engañó para no tener que explicármelo. Durante años creí que el fuera de juego era cuando el jugador entraba con el balón dentro de la portería.

¿Cuál es el partido más memorable del Sporting que haya visto nunca?

El de la copa de la UEFA con el Milán [1988]. Es que era el Milán de las estrellas: Gullit, Van Basten, Ancelotti... Y ganamos 1-0 en El Molinón, lo que pasa es que luego allá nos metieron 3. Yo era socio ya, así que debía de tener 12 o 13 años. Y el gol del Sporting lo marcó Joaquín o Jaime, no recuerdo exactamente pero fue uno de los dos y fue un golazo [marcó Jaime de volea desde el borde del área]. Durante el partido los tifosi tiraban monedas al campo y a mí me cayó al lado una de 50 liras que me llevé de recuerdo [una curiosidad: Berlusconi vio ese día el partido en la grada de los tifosi].

¿Dónde estaba el día que secuestraron a Quini?

Joder, ni idea, yo era muy guaje. Déjame mirar en Google.... Seis años, tenía. Lo recuerdo igual que el 23F, de forma muy vaga pero sí, sí, algo había en el ambiente. Una vez Quini me dio un autógrafo, y no debió de ser mucho después del secuestro. Lo vimos en una sidrería y mi padre me convenció para que se lo pidiera. Él me dijo en broma: ¡no! y yo me quedé muy cortado y dije: ¡sí!, y luego me lo dio. Me preguntó el nombre, yo le dije “Nacho” y él puso “Para Ignacio...”, que es como me llamaba mi madre cuando se enfadaba conmigo, con lo que me dio un poco de rabia. Pero aún lo conservo, creo, en casa de mi madre. Y plastificado, óigame lo que le digo. Volviendo al secuestro, quiero aprovechar aquí para aclarar a toda esa gente equivocada que a Quini lo secuestraron tres desgraciados y no la ETA, que aún hay muchos que lo confunden con el secuestro de Papuchi y eso es un error histórico imperdonable.

¿Era usted preciadista?

Lo era y lo soy. No digo que fuera el mejor entrenador del mundo, pero asumía más riesgos que ninguno y con ese coraje subió al Sporting y lo mantuvo dos temporadas en Primera. Y tenía ese carácter que le hacía parecer más asturiano que muchos asturianos. Cuando subimos a Primera y salió a hablar a la afición acabó con un “¡Puxa Sporting!”, y después salió el desgraciado de Vega-Arango [presidente del Sporting], tan gijonés él, y acabó diciendo “¡Aúpa Sporting!” ¡Aúpa! Eso con el Sporting no se dice más que cuando se canta el himno, coño... Eso lo sabía hasta un cántabro, pero no Vega-Arango.

Preciado era rojete, como usted. La gente solía preguntarse por qué a los rojos, al menos hasta que llegó Vázquez Montalbán, no les gustaba el futbol. Yo pregunto: ¿Por qué no hay futbolistas rojos? Está como mal visto, ¿no?

Bueno, en general entre los deportistas de élite, gente muy joven, que vive para competir y gana mucho dinero, no abunda el compromiso político si no es adelantando por la derecha, pero hay excepciones. Había un defensa del Barça hasta hace unos años, Oleguer, muy activo políticamente y al que por ello la prensa nacionalísima le llamaba de todo menos buen jugador. Claro que también estaba el caso de simios como Salva, uno del Levante que se confesaba fan de Tejero e Ynestrillas y que precisamente dijo de Oleguer que le merecía menos respeto que “una caca de perro”. Y aunque solo fuera un gesto, a mí me hizo ilusión que Villa fuera a visitar a los mineros encerrados y les diera su apoyo. Quini en su día también apoyó una campaña por la oficialidad del asturiano. Y Mesa, otro mítico del Sporting que era de Cádiz y tenía una pinta bastante macarra que molaba mucho... No sé qué habrá sido de él, pero me lo imagino perfectamente ahora encabezando una marcha del SAT junto a Diego Cañamero.

Cuenta la leyenda que el antimadridismo nació un día en El Molinón. ¿Es usted antimadridista? Podría explicarnos en qué consiste dicha tribu.

Lo soy, sí señor. El antimadridismo es un sentimiento muy grande que no te cabe en el corazón y que hay que tomarse muy poco en serio, como casi todo lo que tenga que ver con el fútbol. El antimadridismo surge como rechazo a un tipo de fútbol sustentado en valores como la arrogancia y el macarrismo y en el desprecio al rival. El que yo he mamado está representado por una casta de futbolistas que van desde fascistas como Juanito a chulazos como Cristiano Ronaldo, pasando por Hugo Sánchez, al que nunca se le perdonará en esta villa la expulsión que forzó de Ablanedo, otro momento mítico que viví en El Molinón. Algo parecido había hecho San José con Ferrero, según cuentan los mayores, la tarde en que se entonó por primera vez el famoso cántico.

Hay épocas en las que el antimadridismo puede mostrar un perfil más bajo, como en los años de la “Quinta del Buitre”, que aunque era como ver jugar a la cúpula de Nuevas Generaciones, lo hacían bien y eran educados, caray. Pero nunca hay que fiarse porque cuando menos te lo esperas vuelve a despertar la bestia blanca que es el madridismo, como en temporadas recientes cuando Mourinho, que es un señor muy de derechas y, en mi opinión, bastante siniestro, insultó a Preciado sugiriendo que se había dejado ganar por el Barça. A buena parte. Pero en fin, eso es el madridismo. Y hay ocasiones en las que el Real Madrid incluso se deshace de grandes valores sencillamente porque no se ajustan a este perfil, como ocurrió con Del Bosque. Tengo que decir que el antimadridismo es un sentimiento que trasciende al madridismo, esto es, que hay madridistas antimadridistas. Yo conozco a alguno y sí, es una desgracia.

¿Podría dar una explicación racional sobre la rivalidad Sporting/Oviedo? ¿Va más allá de lo futbolístico?

Es difícil dar una explicación racional a algo que en última instancia es tan irracional como un sentimiento de rivalidad, pero voy a intentarlo. Se dice que hay rivalidades sanas en los deportes, pero yo no lo creo. Siempre hay algo insano, algo de desprecio al otro. Si esa rivalidad se limitara al juego que es el fútbol estaría bien, pero suele desbordarse en base a factores políticos o sociales. La rivalidad Madrid/Barça se suele interpretar entre sus hinchadas en clave de nacionalismo español/nacionalismo catalán; la del Sevilla/Betis, en clave de barrios de clase alta/barrios obreros...

En el caso de Oviedo y Gijón, siempre hubo entre el sportinguismo un orgullo de tener un equipo más grande que el de la capital. Como si fuera un acto de justicia poética frente a una ciudad que simplemente tiene la suerte de ser más rica que Gijón y estar más centrada en el mapa. Luego esto se hacía extensivo: el del Real Oviedo simpatiza más con el Real Madrid y están más asociados a la derecha; el del Sporting con el Barça y están más asociados a la izquierda... Son generalizaciones con poco fundamento (uno sencillamente suele ser del equipo de su ciudad o de su barrio), pero ocurre. Y las rivalidades, por absurdas que sean, tienen claras causas educacionales: yo, cuando iba a El Molinón con 12 años oía a la gente gritar “puta Oviedo, puta capital” y me unía, y recuerdo las chapas con esa leyenda y un gochu con gorra y bufanda azules: estaba aprendiendo a odiar al Oviedo.

Con el tiempo he querido desprenderme de eso, pero es muy difícil. Es decir, quiero ser sensato y pensar que ojalá el Oviedo y el Sporting jugaran juntos en Primera y viviéramos los derbis con una sana rivalidad deportiva... Pero en el fondo lo que quiero es que el Oviedo siempre esté por debajo del Sporting. Y me jode un montón. ¿Qué sentido tiene mantener hasta ese punto una rivalidad con el equipo de la ciudad donde estudié, que está a 25 minutos de mi casa y donde tengo muchos amigos? Ninguno, pero me está resultando difícil desear con sinceridad que el Oviedo ascienda. Y en realidad creo que lo que tengo es miedo de que el Oviedo sea mejor que el Sporting y por eso prefiero que no coincidan en la misma categoría.

Como comprenderás, uno se sabe bastante imbécil al darse cuenta de que siente de esa manera. Pero al fin y al cabo me lo tomo un poco a chufla y puedo decir que nunca he tenido un enfrentamiento serio (ni medio serio) con nadie por cuestiones de fútbol. Lo que pasa es que no ocurre así en todas partes. Cuando yo fui socio del Sporting, a finales de los 80, no solo había enfrentamientos con los hinchas del rival, sino entre algunos sectores neonazis de los Ultraboys y los red skins de Norte Xixón, muchas veces con puños americanos y crismas rotas de por medio. Eso se calmó en los años siguientes, sobre todo cuando el Sporting bajó a Segunda. Pero al volver a subir también pareció haber surgido una nueva generación de micro fascismos en torno al fútbol, y hay algún bar en el barrio de La Arena donde se reúne la chavalería de extrema derecha entre banderas del Sporting.

El año pasado, mientras en la Laboral probaba sonido un grupo de rocanrol cuyo cantante era un ultra del Oviedo que había mantenido un pique en las redes sociales con ultras del Sporting, apareció por allí una pandilla con pasamontañas y bates de béisbol y empezaron a repartir hostias como panes. Creo que al que más le cayó fue al bajista, que no tenía nada que ver y al que ni siquiera le gustaba el fútbol. Vaya, que da bastante miedito. Tal vez con la vuelta a Segunda se templen los ánimos. Yo estoy convencido de que el fútbol es solo una excusa, pero también acaba siendo una canalizador de esa violencia contenida que viene de otro lado.

El año pasado, cuando estaba de promoción con La zona sucia, me pasó algo curioso. Yo tenía en El Comercio un encuentro digital, de esos en los que vas respondiendo sobre la marcha preguntas de la gente. El Sporting estaba a punto de fichar a Michu, un futbolista que venía del Oviedo, algo que al parecer había generado una polémica. Uno me preguntó por mi opinión y yo estaba a punto de responder que no pasaba nada, que se le quitaba enseguida el oviedismo con un guantazo, pero la chica del periódico me frenó y me dijo que el jugador había estado recibiendo amenazas de muerte. Así que bromas, las justas. Finalmente, por cierto, se frustró el fichaje, y ojalá no hubiese sido así porque luego Michu hizo una gran temporada con el Rayo, y al Sporting le habría venido muy bien.

Esta última temporada solo fui una vez al Molinón a ver al Sporting, y fue invitado por un amigo oviedista pero nada anti sportinguista. Perdimos y él lo sintió como yo. Me dio una lección, ya siento el hermanamiento y he dejado de lado rivalidades estériles. Ahora deseo de verdad que el Sporting y el Oviedo se vean las caras en Primera en un futuro próximo. Y que el Sporting machaque al Oviedo.

Durante su última gira jugó algunas pachangas con su grupo. ¿Alguna performance digna de mención? ¿Lesiones? ¿De qué juega?

Poca cosa. Siempre perdemos, a pesar de contar con Manu Molina [batería], máximo anotador y crack del equipo, y con un entrenador como Luis Rodríguez [bajista] que aúna las virtudes de Preciado y de Guardiola en su sola y misma persona. La verdad es que somos más malos que la quina. Yo sigo jugando de líbero, que quiere decir que mi posición es retrasada y que tengo permitido dar alguna patada que otra. Lesiones nuestras ninguna, aunque en el equipo de Radio 3 hubo un ojo morado pero yo juro que fue algo fortuito.

¿Toca uno mejor después de jugar al fútbol?

No me parece. El día que jugamos contra el Colectivo Laika en Pucela (un tongo en toda regla, por cierto), tocábamos de noche y las piernas nos temblaban en el escenario. Y yo creo que era por el fútbol.

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