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Menos casetas, aforo superreducido y suspense en las firmas: Madrid monta su Feria del Libro más complicada

Visitantes paseando por la Feria del Libro de Madrid.

Peio H. Riaño

22 de agosto de 2021 21:54 h

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En tres semanas arranca la Feria del Libro de Madrid más complicada y atípica de su historia. Tras el parón pandémico de 2020, se inaugura una edición que se esfuerza por acercarse a la normalidad sin ignorar la pandemia. Del 10 al 26 de septiembre el evento cumplirá su 80 aniversario con un recinto cerrado que únicamente podrá ser transitado al mismo tiempo por 3.900 personas (sin contar trabajadores). Manuel Gil, director de la Feria, asegura a elDiario.es que los más de dos millones de visitantes en 17 días que paseaban, miraban y compraban en las ferias prepandémicas se reducirán a 300.000. Un 15% de lo que era habitual. A pesar de la drástica reducción de público “había que estar y había que hacerla”, dice Gil. La hilera de casetas en el Paseo de Coches del Retiro ya se ha empezado a montar y es imprescindible para que a los autores, editores y libreros les salgan las cuentas.

“Sacar adelante esta edición es atravesar un campo de minas. Es una situación compleja”, explica el director sobre la crisis sanitaria que obligó al sector a anular la edición del año pasado. Ahora, han diseñado un montaje completamente nuevo y adaptado a la nueva realidad: menos público, menos metros cuadrados y menos casetas.

Los más de 1.300 metros de extensión en el paseo central se quedarán en 400 metros. Un recorte de casi el 70%. Las 361 casetas de la edición de 2019 bajarán a 320. Apenas un 11% menos. “No es una reducción dramática de puntos de venta porque en el centro del paseo hemos colocado también una doble fila de casetas”, apunta Gil. Ocuparán el lugar que antes tenían reservadas las marcas comerciales. Las actividades que organiza la feria seguirán activas. 

El aforo limitado se controlará por un sistema de contabilidad de entrada y salida que ordenará el flujo, tal y como ha establecido la Consejería de Sanidad con la dirección de la Feria. No habrá cita previa: para acceder al Paseo de Coches del Retiro habrá que guardar fila en las dos puertas de entrada, situadas en la parte norte y en la parte sur (en la Rosaleda y en la rotonda grande) del paseo. Manuel Gil explica que, tras haber preguntado a otras ferias, esta es la mejor solución para organizar el paso del público: “Con la cita, sacan su entrada por internet y luego no van”, indica a este periódico. En un sábado no podrán entrar más de 30.000 personas, cuando lo normal era que pasearan hasta 300.000. 

¿Menos ídolos?

En el seno de la comisión organizadora (compuesta por editores, libreros y distribuidores) hay dudas sobre el efecto que puede causar este sistema, porque prevén largas filas a las puertas del recinto. “Los que accedan serán los lectores 'pata negra' que vienen a comprar con sus listas de libros que no han adquirido durante el año. Hay que tener muchas ganas de libros para entrar. Los paseantes van a disminuir y van a venir sólo compradores”, asegura Gil, quien reconoce que este dato es fruto de la esperanza y del esfuerzo que están realizando por organizar una feria a la altura de las circunstancias sanitarias e industriales. El sector quiere menos público y más clientes. “Perderemos compra por impulso. Creo que este verano no se ha leído tanto como otros, que hubo más terraza que lectura. Así que todavía quedan pendientes muchos libros que comprar”, indica el director de la Feria. 

¿Y las firmas? Es el punto más problemático de todos. En 2019 hubo 5.200 firmas de autoras y autores. Tal y como ha podido saber este periódico, en las reuniones de la comisión organizadora no se ha podido llegar a un acuerdo entre los intereses de todas las partes. Los editores reclaman normalidad absoluta y los libreros calma y protocolos sanitarios. Fruto de la falta de consenso se ha optado por la “autorregulación”. Es probable que las estrellas superventas como los youtubers copen el aforo y formen largas filas como ha ocurrido hasta el momento. Los dos grandes grupos que los editan no han querido renunciar a su presencia y la organización trata de “vigilar” que no coincidan dos grandes firmas muy espectaculares. 

Manuel Gil no cree que en esta edición trasladada a septiembre vaya a suceder el fenómeno de largas filas para ver a los youtubers, a pesar de que estos años se veía a sus seguidores guardando turno al amanecer en la caseta donde estaba previsto que firmara su ídolo. “Hemos pedido a las editoriales que sean cuidadosas, que se autorregulen y que se contengan, que no coloquen estas firmas sólo en sábado y domingo. Lo están haciendo. No podemos tener un problema. Vamos a minimizar los riesgos de contagio al máximo”, indica Manuel Gil. 

La incógnita de las ventas

Algunos de los miembros de la comisión organizadora plantearon realizar las firmas en recintos externos a los de las casetas, pero la idea fue rechazada porque el espíritu de la edición es mantener la esencia tradicional. “Esto va a complicar muchísimo la organización del flujo de personas dentro del recinto”, explica Igor Muñiz, librero de Muga. La organización ha calculado que cada visitante estará un máximo de dos horas en el recinto. Muñiz cree que todo es una incógnita, incluso la asistencia. Duda de que vaya a ser masiva y la incertidumbre se extiende también a las ventas. “No creo que vayamos a perder dinero, pero es que en la Feria se facturaba un 20% del año. Este año no va a ser así”, reconoce el librero. Septiembre es para las librerías el mes más fuerte, con el aluvión de novedades literarias y, para algunos, los libros de texto. 

Los editores pagan por el alquiler de cada caseta algo más de 2.434 euros (IVA incluido) y los libreros, 1.670 euros por el mismo espacio. La diferencia está en el margen del producto: el librero tiene que descontar del precio de venta el 25% de la parte que se lleva el editor, que todo lo que venda en su caseta se lo lleva “limpio”. “Habrá menos paseantes y más compradores”, asegura optimista Ofelia Grande, editora de Siruela, también en la comisión organizadora. “Lo que importa es que va a suceder, que la gente está deseando que haya feria y es una buena señal que la celebremos. Somos conscientes de que en ventas no va a ser como antes, pero lo que importa es el reencuentro y la buena organización”, añade Grande. 

Paulo Cosín, presidente de la Comisión de Pequeñas Editoriales de la Asociación de Editores de Madrid, quiere que los medios de comunicación hagamos divulgación sobre este nuevo formato, para evitar situaciones de riesgo. Para las editoriales que representa es muy importante esta feria para mostrar su catálogo del último año y medio. La rotación incesante de novedades en las librerías ha complicado la presencia de sus productos, por eso es tan importante su caseta. Es editor de Morata y espera vender más que en 2019. “El público especializado y selecto va a ir, el resto se va a quedar en casa. Aunque no sabemos cómo va a llegar el bolsillo después de las vacaciones. Es posible que se lo hayan gastado todo en el primer verano ”normal“ de la pandemia”, asume. Todas las fuentes consultadas indican que no será una feria normal, pero será más celebrada que nunca.  

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