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El pabellón de IFEMA que refugia de la pandemia a personas sin techo: “Trabajamos para que no vuelvan a situación de calle”

Ahmed, 46 años, procedente de  Marruecos, sentado en su cama en la zona donde duermen en el pabellón 14 de Ifema | OLMO CALVO

Marta Maroto

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“Siempre hay salidas, siempre hay salidas”, repite David, de 34 años, mirando el crucifijo que le cuelga del cuello. “La calle lo que te hace es hundirte, no ver la luz ni ver nada”, levanta por unos segundos la mirada pero vuelve a posarla sobre la muleta que sostiene su brazo izquierdo, tuvo un accidente hace unos meses, cuando ya vivía en la calle. El pabellón 14 del recinto ferial de IFEMA refugia desde hace más de un mes a 150 hombres que no tenían techo, abandonados en un Madrid que vació la epidemia.

Félix pasea con un libro bajo el brazo, dice tembloroso que lee uno cada dos días, los mismos que antes trataba de vender en su deambular por la ciudad. En IFEMA hay una biblioteca, bicicletas para hacer deporte y algunas porterías y balones. Hay una zona de duchas, casetas de atención psicológica y un pequeño recinto al aire libre que aprovechan los fumadores. Manuel, que vino de Perú y se quedó en la calle cuando enfermó, hace crucigramas en una zona con mesas y sillas. En otro recinto acotado por vallas de colores Jose, ecuatoriano al que el estado de alarma le pilló de viaje de trabajo, es tatuador, y nunca antes se había visto durmiendo en la calle, recorta cruces de dos palmos para un concurso de talentos que harán en unos días.

IFEMA fue el primer dispositivo que se habilitó, el 20 de marzo, para las personas sin hogar. También se abrió el polideportivo Marqués de Samaranch, con capacidad para otras 150 personas, y se alargó la campaña de frío para evitar retirar camas, explica a eldiario.es Alejandro López, director general de Emergencias. Pese a que este miércoles la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, ha anunciado que el cierre del hospital de campaña será el próximo viernes, el pabellón en el que se alojan las personas sin techo permanecerá operativo hasta el 31 de mayo.

Las mujeres en situación de calle, perfiles mucho más vulnerables, han sido acogidas en otro tipo de dispositivos como albergues, aclara López. En los más de 40 días que este recurso lleva en marcha han pasado cerca de 200 personas, una rotación que se debe bajas voluntarias, nadie está obligado a estar aquí. Sin embargo, pocos quieren volver a la calle. Les preocupa su futuro, qué ocurrirá cuando esto acabe. “Estoy muy pendiente de las noticias, para hacerme una idea de lo que pasa fuera y qué me puedo encontrar cuando salga de aquí, que esa va a ser otra”, continúa Félix, que dice haber cumplido 31 años ya dos veces.

Por su parte, López, director general de Emergencias, asegura que “este es un dispositivo de emergencia, pero queremos transformar estas plazas en otras estables”, por eso el Ayuntamiento trata de poner a disposición alternativas de housing first o housing led y que “estas personas no vuelvan a situación de calle”. “Los servicios sociales estaban colapsados y pudimos poner en marcha esto, vamos a seguir trabajando”, afirma. La noticia de este esfuerzo, sin embargo, no parece haber llegado a los 150 usuarios de IFEMA, temerosos de verse de nuevo sin nada y con la sola esperanza de encontrar pronto un trabajo.

Los inicios fueron complicados, hubo peleas y enfrentamientos. Pero la estabilidad de la que muchas personas hacía años que no gozaban ha ido calmando los ánimos y generando lazos. “Venían con bastantes problemas de adaptación y ansiedad, pero ya ves el espacio, les da tranquilidad y seguridad, y les vemos más centrados y accesibles, estamos contentos”, explica Pedro Altungy, psicólogo y coordinador adjunto de Grupo 5, empresa que colaboró en el despliegue de IFEMA. “Ahora mis amigos son 150, entre todos nos echamos una mano”, continúa David, optimista porque las cosas vayan a mejor.

El día a día está atravesado también por los controles sanitarios. La UME fumiga todas las mañanas el suelo y zonas de más tránsito como los baños o los centros de atención social. A todos se les toma la temperatura dos veces al día. Hay una zona de aislamiento, pero en este tiempo solo ha habido una persona que ha dado positivo en covid-19. Uno de los motivos por lo que la tasa de propagación es tan baja es porque las personas sin hogar se relacionan muy poco, “en la calle las les evitan”, explica López. Esa falta de contacto social también se debe a que un porcentaje muy alto sufre adicciones y enfermedades mentales. En algunos casos, las dos cosas, explica.

Los trabajadores sociales y el personal sanitario organizan talleres, y cada usuario aporta sobre lo que más sabe o sobre la que era su profesión. Jonathan, de 37 años se quedó atrapado en Madrid cuando se suspendió su vuelo de regreso a su Venezuela natal, “como en la película La Terminal”, sonríe sin levantar la vista de sus tijeras. Era barbero, y en la peluquería que ha montado en un rincón le corta el pelo a Khalid, marroquí de 18 que cruzó la frontera siendo menor en los bajos de un camión y apenas habla español. IFEMA es un abanico de nacionalidades: Ahmed, marroquí que lleva 11 años en España sin papeles, o Karim, argelino, lleva tres años en España y cuatro meses en la calle. IFEMA es un reflejo de la calle, y de mucha gente que quiere tener la oportunidad de no volverse a ver desamparados en ella.

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