Sófocles, Beckett y el presidente del Constitucional
Que el ritmo de producción jurisprudencial del Tribunal Constitucional no sea vertiginoso –el recurso del PP a la ley de plazos del aborto data de 2010– no quiere decir que sus señorías remoloneen con las ponencias. Por si acaso, el presidente del órgano, Pedro González-Trevijano, quiso dejar claro el martes por la tarde que la obra de teatro que ha escrito y que se estrena el miércoles en el Teatro Fígaro de Madrid no la elaboró en sus ratos libres, sino que la terminó cuando era rector de la Universidad Rey Juan Carlos, hace ya más de una década. Adaptada por Gabriel Olivares, se titula ‘Jubileo (Adonai y Belial)’ y retoma el tema clásico del diálogo entre dios y el diablo.
A la presentación de la obra se presentó el magistrado de traje y corbata, avisada la prensa de que no respondería a preguntas sobre el ejercicio del cargo. Explicó que habría querido que el estreno hubiese llegado tras su cese, previsto originalmente para junio, pero que “la posposición de la renovación [del tribunal] y el contexto de los candeleros del teatro” impidieron seguir esperando.
No es la primera vez que González-Trevijano aborda temas ajenos a la ciencia jurídica. En Dragones de la política, con prólogo de Mario Vargas Llosa, el hoy magistrado reflexionaba sobre los conquistadores de la historia, de Alejandro Magno a Hitler. También consta a su nombre un título sobre grandes magnicidios. Ambos se publicaron durante sus años en la cúspide universitaria, antes del caso Máster de títulos regalados a políticos, que salpicó su última etapa en el campus. Sí es, en cambio, el primer texto dramático. Publicado originalmente en 2020 –entonces las reseñas no especificaron que el texto no era reciente– se trata de una “reflexión personal, aunque tiene una fundamentación filosófica, histórica y ‘teológica’ sobre el papel del bien y el mal en el mundo”.
En la presentación a los medios, el elenco representó cuatro breves cuadros de la obra, de los que no quedaba del todo claro en qué medida respondían al texto del autor o a la visión del director. Trevijano calificó de “genio” a Gabriel Olivares, y alabó su interpretación “desenfadada” del texto original. Olivares agradeció que el dramaturgo novel le permitiese alterar el texto. “Habría durado cuatro horas; hemos tenido que cortar”, apuntó. Fue un reto; el verbo era “elevado, difícil”. El autor concedió que sería “imposible” representar la obra siguiendo el modelo clásico en el que está compuesta.
Así pues, el primer cuadro muestra al dios y el demonio departiendo durante el camino de Santiago. Los nombres los eligió el autor para huir de las “concepciones cristianas y católicas más clásicas”, y la divinidad se presenta humanizada, en efecto, recogiendo “la herencia de los dioses mitológicos griegos”. La pareja, interpretada por Javier Martín (de blanco) y Abraham Arenas (de negro), departe sobre los enciclopedistas ilustrados, discute y malmete. “Sigues tan insidioso, animal reptante, como cuando te expulsé del Paraíso”, espeta Martín en un momento dado. “¿Dais vuestro empíreo permiso?, pregunta el arcángel Gabriel, que hace una aparición.
Terminada la muestra, al alto magistrado, máximo intérprete de la Carta Magna, le preguntó una periodista que si su sentido de la Justicia había cambiado desde que escribió la obra. Respondió que no: “No atisbo ahí ninguna referencia a Belial [en el Constitucional]”. Otra colega trató de deslizar un tema de actualidad, a cuenta de las injerencias políticas en la Justicia, pero Trevijano se fue por las ramas, con menciones al animal político aristotélico, “zoon politikón”, lo llamó él, en griego.
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